martes, 23 de julio de 2013

Fade. Capítulo 8.

pills
Fade. Capítulo 8.

El Cuaderno: Página 8.
"Tú no rompes el corazón de las personas que te importan. Con las que no, bueno, es una historia diferente"



Las personas me echan una mirada en el pasillo cuando camino para ir a clases. No dura mucho, pero aun así. Se preguntan por Sophie. Se preguntan cómo cuando el curso acaba de empezar algo así puede pasar, cómo las chicas en Ashford acaban mal. Así que quieren preguntarme. Pero no me conocen. Así que no se acercan.
  Eso me gusta.
Cora es la única que lo hace.
--¿Drogas?Me dice, caminando a mi lado en el pasillo--¿Ella usaba drogas?
Asiento.
--Lo sé. Tampoco me lo creo.
Y no lo hago, porque yo sé la verdad.
Al final, lo que An me pidió fue una cosa, una muy simple: La llave del dormitorio. Ella y las chicas hicieron el resto, aunque An fue la de la artillería pesada. La llamada resultó ser un conocido que consumía drogas. Él le debía un favor y ella le pidió que le trajera una bolsa de algo y una jeringuilla con un líquido dentro que estaba segura, no era saludable. Quince minutos después él estaba esperando en el estacionamiento de la escuela. Cinco después, Kate inyectó la cosa en la sangre de Sophie. Seguido An me advirtió que no hiciera nada, ya que podría echarlo a perder. Yo no entendía del todo su plan hasta un minuto después, donde las cuatro tuvimos que cargar a Sophie hasta mi habitación. Sólo dos nos metimos a la habitación porque temían que si había muchas personas dentro Cora podría despertar. Y entonces, An entró sigilosamente y dejó la bolsa de droga debajo de la cama de Sophie.
  Iban a inculparla.
Y lo hicieron.
 An me dijo que me quedara a dormir en su habitación, con las chicas, ya que Cora sabía que yo iba ir allí. Dormí con Marina, ya que Kate en cuanto llegó cayó dormida abarcando todo el espacio y An me odia hasta la médula. A la mañana siguiente, cuando desperté, fue porque la directora estaba tocando la puerta. Y a su lado estaba Sophie.
 Cassandra Terrance nos llevó a la oficina, dónde escuchamos a Sophie contando todo lo que dijimos aquella noche. Yo estaba nerviosa, pensando que éste era el fin, pero las chicas se quedaron tranquilas. Cuando ella hubo terminado, An miró a la directora a los ojos y mintió:
--¿En verdad va a creer eso?
--¡Yo las oí!Chilló Sophie--¡Oí lo que estaban diciendo de Alex! ¡No soy tonta! ¡Directora, tiene que detenerlo! ¿Qué si él mata a alguien?
An rodó los ojos.
--Oh, vamos. Deja a ese pobre chico en paz. Estás loca.
Sophie chilló más.
--Está drogadaDijo An a la directoraEse es su problema. Nosotras nos quedamos toda la noche jugando Verdad o Reto en la habitación. Nunca tuvimos tal plática.
--¿Es eso cierto, señoritas?Preguntó Terrance, mirándonos.
Y nosotras mentimos.
--¡Mienten!Gritó Sophie.
-- ¡Ella sólo estaba alucinando por las drogas que consume!An dijo, apuntándola con el dedo.
Sophie chilló otra vez, indignada.
--Esa es una acusación grave, señorita Brown.
An es tan buena actriz. Lo comprobé cuando ella irritada se volvió hacia a mí y dijo:
--¿No es verdad, Isabel? ¡Díselo! ¡Dile que encontraste droga en el cuarto!
Todas las miradas estaban en mí. Asentí.
--Debajo de la cama.
Sophie me miró como si yo hubiera matado a un gatito.
--¿Qué…? ¿Estás con ellas?
--Encontré la bolsa en el cuarto.
Intentó defenderse de nuevo, pero sus palabras  se quedaron atrapadas dentro de ella.
Al final, la directora revisó la habitación, dónde había una bolsa de droga que estaba abierta (supongo que fue An) y mandó a Sophie a hacerse estudios. Prueba que salió dando positiva.
 Un día después, Sophie había dejado las instalaciones de Ashford. Eso fue ayer.
--Es tan locoMe dice Cora ahora.
Vuelvo a asentir, sin realmente decir nada. Alguien llama a Cora y le hace una señal para que vaya, así que ella se gira hacia a mí y dice:
--Te veo después.
Asiento una vez más y me voy al campus a sentarme en una de las mesas, dónde saco papel y una pluma e intento escribir a mamá. No creo que en la clínica me dejen visitarla después de lo que pasó.
--Tengo que decir que he estado pensando en tiDice una voz cerca.
Cuando volteo, Alex.
--¿Me extrañaste?--Pregunta.
Me quedo muda, sin saber exactamente qué decir.
--Humm… Hola.
Me da una media sonrisa ladeada por la que cualquier chica se moriría. Pero yo estoy pensando en Isabel. Y sobre Serena. Y sobre todas las cosas que las chicas me dijeron.
Sonrío y él se sienta frente a mí.
--¿Qué estás haciendo?
Miro el intento de carta y dejo que la pluma caiga contra la mesa.
--Nada importante.
Sonríe de nuevo.
--Qué bueno, porque hay que salir.
--¿Salir?
--Sí. En una cita.
Levanto una ceja.
--No recuerdo la parte en la que tú me lo pides.
Levanta las cejas, sorprendido.
--¿Quieres que…? Eh, bueno. ¿Quieres salir conmigo?
Me quedo mirando su rostro.
--Nunca le has pedido a una chica que salga contigo, ¿Verdad?
--No.
--Me lo imaginé. Ellas sólo vienen hacia ti, ¿No es cierto?
--Exacto.
Le lanzo una última mirada de “No me impresionas” y tomo mi pluma de nuevo, agachando la cabeza hacia la hoja en blanco.
Se aclara la garganta. Sonrío en mi interior.
--Se te olvidó decirme que sí.
Levanto la vista, actuando desinteresada.
--Ah. No.
Dicho esto, vuelvo a mi intento de carta. “Mamá…”
No llego a escribir más porque oigo la voz de Alex llena de incredulidad:
--¿No?
--No.
--¿Qué quieres decir con “No”?
--Que yo no voy a salir contigo.
Por su cara, parece que es la primera vez que alguien le dice que no. Parece sorprendido y herido al mismo tiempo.
--¿Porqué?
--Porque eres un engreído. Y no me interesas de esa forma. Ya te lo dije: Puedo ser tu amiga.
Se queda en silencio unos segundos, viendo mi cara.
--¿Amigos?
Asiento.
--Te lo dije antes.
--Pensé que sólo querías que te rogara una vez más. Y aquí estoy.
--Tú, no conoces a las mujeres.
Una sonrisa de lado maliciosa cruza su rostro.
--Créeme, lo hago muy bien.
Capto el doble sentido de sus palabras al instante y le tiro con una hoja de papel usada hecha bolita. Se echa a reír.
--¿Quieres jugar?No es una pregunta. SonríeJuguemos.
Lo que no sabe, es que yo ya he comenzado la partida.
Así que sonrío de vuelta, de la misma manera arrogante que él, y esto hace retroceder la suya un poco.
--JuguemosAcepto. Ladeo la cabeza¿Qué vamos a jugar, por cierto?
Me apunta con el dedo.
--Tú te vas a enamorar de mí en uno o dos meses.
Levanto las cejas.
--¿Y cómo planeas hacer eso?
--Voy a comenzar siendo tu amigo, como quieres. Sin presiones ni nada. Sólo amistad.
--¿Sabes que para eso primero tienes que hacerte mi amigo, verdad?
Él no retrocede.
--Acabas de decir que puedes ser mi amiga.
Asiento. Atrapada.
--Cierto, lo hice. ¿Pero esto es un tipo de apuesta? ¿Ese es el juego? ¿Qué obtengo si gano?
Sacude la cabeza.
--No es una apuesta. Sin objetos materiales de por medio. En verdad no quiero nada de ti. Digamos que si tú te enamoras de mí, yo disfrutaré de la victoria, y te lo restregaré en la cara. Si tú no lo haces, recibiré una paliza.
Río.
--Sí, te haré pasar un mal tiempo.
Me sonríe.
--Entonces, ¿Amigos?
Le sonrío de vuelta.
--Amigos.
Cuando veo sus ojos, sé que él piensa que va a ganar. Lo veo en su forma de mirarme. Lo veo escrito en toda su cara.
Pero él no sabe que yo ya no soy ésa chica. Ya no me dejo manipular, no dejo que me hagan tonta. Ahora que se la verdad, he pasado al otro lado. El lado de la vida de mi hermana que yo no sabía, que había ocultado.
 He cruzado la línea.


                                                                        
 



--Pensé que te dije que te alejaras.
La voz de An suena cerca, y entonces la puertecilla de mi casillero se cierra y la deja a la vista. Se ve enojada.
Cielos.
--Eh… Hola.
Ella se cruza de brazos. Miro a su espalda y veo a Kate con Marina en un grupo de personas, hablando, ajenas a nosotras.
--¿Es que no escuchaste nada de lo que te dijimos de Alex? ¿No entiendes? ¿No…?
Se ve tan enojada que no encuentra las palabras.
--No estoy saliendo con él.
--¡No me importa si lo haces o no! ¡El punto es que te estás acercando, niña idiota!Grita,
Esto hace que algunas personas giren la cabeza hacia nosotras, incluyendo Kate y Marina.
--An, sólo seré una amiga. No es como si fuera a estar con él. Él no va a hacerme nada.
--La última chica que pensó eso murióDice en tono más bajo, pero aún así furioso.
--Tienes que dejar de amenazar a las personas con esoDice Kate, acercándose con Marina a lado.
--¡Es que parece que ninguna de ustedes lo capta!
--Baja la vozAdvierte Kate.
An la mira cómo si quisiera agregar algo, pero cierra los ojos y toma un respiro.
--¿Qué sucede?Pregunta Marina, cruzando los brazos sobre su vestido corto negro.
--Pregúntale a tu amigaAn gruñe, señalándome con la cabeza.
Marina me mira a través de sus pestañas excesivamente cargadas de rímel.
--Hace un rato Alex se sentó conmigo y platicamos.
Frunce el ceño.
--¿Qué quería?Pregunta con disgusto y preocupación.
Me encojo de hombros.
--Quería que saliéramos o algo así, pero le dije que no.
Kate suspira.
--Menos mal. ¿Por qué te preocupas, An? Ahí terminó.
An se dirige hacia Kate.
--Primero: ¿Ahí terminó? Como si tú no lo conocieras. Sabes que va a ir detrás de ella hasta atraparla. SegundoDice dirigiéndose a míDile cómo no ha terminado ahí, ya que tú de alguna manera consideraste que ser su amiga no iba a ser peligroso.
 Kate alza una ceja hacia mí.
--¿Te hiciste su amiga?
--Lo hacen sonar como un crimen.
--¡Es estúpido, e imprudente!Exclama Marina, golpeando sus tacones contra el piso--¿Qué no nos has oído? ¿Nada de lo que te contamos?
An señala hacia Marina con una mano.
--¡Ahí está!Dice bruscamenteAlgo de razón por aquí, finalmente.
--No te metas conmigo--Sorprendentemente, Marina da unos pasos hacia An y le apunta amenazadoramente con un dedoYa tuve suficiente de ti. ¿Me oíste? No te atrevas a meterte conmigo.
An levanta las cejas, algo sorprendida.
--ChicasKate se mete entre ellasEstamos llamando la atención.
--BuenoContinúa An, mirando fijamente a Marina, bajando el tonoEs hora de que te hagas consciente de todas las cosas que has hecho.
--¿Todas las cosas que he hecho?
--¿Cassidy, Isabel?
Cuando ella dice los dos nombres al mismo tiempo, me congelo en mi lugar.
--Las has metido en estoProsigueEllas no tenían porquéSu voz y su mirada se suavizan cuando ven los ojos cristalinos de MarinaMar, sé que quieres hacer amigos y lo comprendo, ¿Entiendes? Pero es peligroso. Es demasiado para nosotras, para mí. No puedo cuidar que Isabel no muestre el video porque tú te sientes un poco solitaria. Hacer lo que estás haciendo nos pone en riesgo.
 Frunzo el ceño.
--Dejen de pelearLes digo, deslizando la mochila de mi hombro y abriendo el zíper. Saco la cámara rosada de Sophie. Ya no la necesitará másToma. Quédate con ella. No hay una copia.
  Las tres se quedan mirando la cámara y luego a mí con expresiones en blanco, serias. Agito la cámara en frente de sus narices.
--¿La quieren o no?
An es la primera en reaccionar y toma la cámara. Entorna los ojos hacia mí.
--¿Por qué nos las das?
Me encojo de hombros.
--Porque no la necesito. Ya se los dije: No quiero nada de ustedes. Sólo quería saber la verdad y ya está. An, no soy una amenaza. No las pondré en riesgo. No soy un peligro.
   Sigue mirándome, clavando su vista en mí, al igual que las demás, sin saber qué pensar sobre esto.
Señalo a An y a Marina.
--Dejen de discutir, ¿Quieren? Y no se preocupen con respecto a Alex. Es un juego que pretendo ganar.
Me voy antes de que puedan decirme algo más.



                                                                        
 



El viernes por la tarde, David conduce el auto hacia el estacionamiento y se detiene. Se baja y me ayuda con pequeña maleta, aún cuando puedo yo sola con ella, pero cuando se lo digo, no me hace caso.
--Ponte el cinturón.
Obedezco, y pienso en decírselo, pero él empieza a hablar.
--¿Cómo fue tu primera semana en la escuela?
--Bien.
--¿Aprendiste muchas cosas?
--Más de las que esperé.
Lo cual no es mentira. Sólo que en un aspecto diferente al que él esperaba.
--Es fantástico. Tu padre me comentó cuanto habías trabajado por ello.
Asiento, pero una parte de mí me dice que eso es mentira. Papá no se dio cuenta de mi existencia en un tiempo. O tal vez lo hizo, pero se mantuvo alejado.
--No tienes que hacer esto, lo sabes.
Pasan unos segundos cargados de un silencio pesado antes de que él hable.
--¿Preguntarte cómo va tu día?
--Llevarme a casa. Quedarte aquí. Cuidar de mí.
--No sé de qué estás hablando.
--Estoy en internado, David. Puedo quedarme aquí el resto del año, y el año siguiente, hasta que vaya a la universidad. No tienes que cuidar de mí. No tenemos porqué ir a casa.
--Tus padres me dijeron que acordaron…
--Pero ellos ya no están.
Él desvía sus ojos del camino hacia mí. Y sé que sabe.
Suspira.
--¿Cómo te enteraste?
--Él me llamó. Me llamó para despedirse.
David maldice por lo bajo. Él tiene treinta y pocos, pero de pronto se ve más viejo, más apagado.
--Lo siento, Cass.
Me encojo de hombros.
--Siento que todo haya tenido que ser asíContinúa.
--Yo también. ¿Vas a regresar a tu casa?
--No tienes que ser tan dura conmigo. Estoy intentando cuidarte.
--Pero no lo necesito.
--¡Tienes dieciséis años y necesitas a alguien!Su voz perturbada se abre paso a través de la fingida calmaSé que no te gusta, Cassidy, pero no vas a estar sola, por eso estoy aquí. Eres mi sobrina y te quiero y éste es el final de ésta conversación.
  Su pecho sube y baja mientras aprieta los puños en el volante, haciendo que sus nudillos se tornen blancos.
Dejo pasar un minuto.
--Sé que quieres cuidarme. Y lo aprecio. Pero no quiero que te ates conmigo. Aún eres joven y tienes una vida, en otra parte, no aquí. No quiero que pierdas eso.
 Agita su cabeza.
--Soy adulto, Cassidy. Sé lo que hago.
Después de esto, silencio. No hablamos hasta que ya estamos en casa, cuando él me pregunta si quiero comer y yo acepto. Él se dirige hacia la cocina y se pierde en su propio mundo, haciendo zigzag entre sartenes y el refrigerador.
 Y yo miro.
Todo parece igual. Igual a antes que Isabel muriera, incluso. Pensé que tal vez habría un desastre. Que tal vez David había movido muebles y dejado su basura por ahí. No sé, esperaba cajas de pizza vacía y unas latas de cerveza. Pero está impecable. Creo que ese hecho es el que más me sorprende. Porque es lo que esperas; Cuando todo está destruido, cuando todo se ha ido, tú esperas que todo alrededor sea un desastre también. Porque, ¿Cómo puede mantenerse cuando todo ha caído?
Me siento en el sillón, y miro el espejo limpio que mi madre solía enderezar en la pares todo el tiempo. Veo las flores en el jarrón de cristal de la mesita que ella solía cortar del jardín todos los días. Veo todas esas pequeñas cosas.
Y no puedo soportarlo.
Me levanto y me refugio en mi habitación, con paredes color lavanda y libros amontonados en las estanterías en las paredes. La cama de hiero y mi colcha blanca. El escritorio ordenado. Es mi habitación, me siento segura en ella, me siento tranquila. Y pienso que es lo que necesito, pero en vez de quedarme me muevo. Salgo por la puerta y entro en otras. Al estudio de mi padre y a la habitación de mi madre, que están fríamente ordenados. Así que voy al único lugar en dónde sé voy a encontrar desastre. Voy al sótano.
  De alguna manera, me siento mejor con ello.
Bajo las escaleras lentamente y enciendo el interruptor en la pared. Veo cajas. Cosas mías y de Isabel: Disfraces de Halloween de años pasados, libros de texto que nunca tiramos, los manteles y globos que nunca usamos de un cumpleaños mío. Una guitarra de Isabel. Solía tocarla, antes del accidente. Casi no lo recordaba.
  Me siento en uno de los escalones y miro todo el desastre. Es entonces cuando me doy cuenta de algo tirado en una esquina. Es un bote de pastillas abierto, con algunas en el suelo.
Cuando me levanto y tomo una, instintivamente la pongo en frente de mi nariz para examinarla. No tiene nada especial, es una pastilla gordita y redonda. Justo como millones que yo ya he visto a mi madre ingerir. Nada especial.
Entonces la huelo.
Es un olor casi inexistente, pero está ahí. ¿Las pastillas acaso tienen un olor? Frunzo el ceño.
Es extrañamente familiar.
Me pregunto qué pasaría si me la tomara. ¿Son las de dormir de mamá? Bueno, claro que son de mamá. Duh. Sólo que no entiendo porqué están aquí. Tomo el bote y pongo todas las pastillas de vuelta e intento ver alguna etiqueta. Nada. Sólo un bote blanco.
Miro alrededor para ver si hay otras cosas, pero nada de aquello llama mi atención.
Vuelvo a olerla.
¿No eran éstas las que mi mamá estaba tomando para irse a dormir?
--¿Cassidy?David llama mi nombre, cerca, y escucho abrirse la puerta del sótano.
Escondo el bote de pastillas en una de las bolsitas interiores al costado de mi vestido. Creo que puedo usarlas. A veces tengo pesadillas muy malas, y entonces no puedo ir a dormir. Creo que me ayudarán.
--¿Estás aquí?Pregunta David.
--Sí. Sólo… estaba viendo.
Me dirijo hacia las escaleras y empiezo a subir.
--¿Quieres una ayuda con la comida?
Él sacude la cabeza y sostiene la puerta abierta para que yo pase.
--No. Es que hay un chico al teléfono que dice que es de Ashford.
Frunzo el ceño.
--¿Ashford?
¿Un chico?
Asiente.
--Un tal Alex Bakerfield.
¿Pero qué…? ¿Cómo…?
David levanta una ceja hacia mí.
--¿Es amigo tuyo?
--Ajá. Amigo de la escuela.
Camino hacia el teléfono en la sala y digo:
--¿Hola?
--¿Extrañándome?
--¿Alex? ¿Cómo conseguiste mi número?
--Un mago nunca revela sus secretos.
--No, enserio. Es espeluznante. ¿Cómo conseguiste mi número?
Ríe.
--Mi tía es la directora. Tu expediente aún no estaba del todo hecho, pero logré tomar tu número.
Trago saliva.
Mi expediente. Dónde está mi nombre.
Se me seca la boca.n
--¿No está hecho?
--No. No te hubiera encontrado si no hubiera visto tu foto. Al parecer perdieron tu identidad y yo les iba a dar amablemente tu nombre, cuando recordé que no sabía tu apellido. Hay que remediar eso inmediatamente. Hay que salir a alguna parte esta noche.
Suspiro con alivio.
--Alex, te dije que yo no…
--Los amigos salen juntosMe recuerda.
--Pero algo me dice que no es tu intención.
Casi puedo jurar que sonríe del otro lado del teléfono.
--No tienes pruebas. ¿Qué te parece ésta noche?
Dudo unos momentos… Pero, después de todo, ni An ni las demás están aquí, y yo sé lo que estoy haciendo. Sé qué estoy jugando.
Así que sonrío y acepto.
--Dame tu dirección, entonces. ¿Te parece a las seis?
Dudo por segunda vez, porque no estoy segura qué le habrá comentado Isabel a él de su familia, de su casa.
Bufo.
¿Cómo él sabría de mi casa si ni siquiera Isabel se pasaba por aquí?
--De acuerdo.



                                                                      



--No es ciertoSonrío, inclinándome hacia él ligeramente, apoyando un codo en la mesa.
Él asiente con una sonrisa y deja la taza de café encima.
--Dos años consecutivos.
--No te creo. Lo siento.
Sonríe.
--Oh, vamos. ¿Enserio no crees que éste rostro ha ganado el premio al más guapo?
Sacudo la cabeza.
--Siempre supe que Ashford era peculiar, pero eso es simplemente ridículo.
Ríe.
Sé que mi tengo que ser agradable con él para tomar su confianza, pero tengo que admitir que al principio empecé a provocarlo para molestarlo y que se cansara de mí y que lo dejara, pero al parecer a él le gusta pelear conmigo… Y tengo que admitir que él puede ser… entretenido. Y divertido.
--Cuéntame sobre tiCambia el tema.
Sonrío, aunque estoy de pronto preocupada.
Genial.
--No hay mucho qué decir.
--Siempre hay algo para decir.
Me encojo de hombros.
--Soy bastante aburrida.
--Por alguna razón no te creo.
Me quedo callada un momento.
--¿Qué hay sobre ti?
Sacude la cabeza.
--No voy a dejarlo ir tan fácil. Quiero conocerte.
--Los amigos no…
Me interrumpe antes de que pueda terminar:
--Soy otro tipo de amigos.
Y volvemos a nuestra pelea en risas y ridiculeses.
Y sé, que mi juego no va a durar mucho, que su confianza está al borde de mis dedos, a punto de tocarla para tomarla y luego romperla.
 Pero éste es el problema: Cuando te acercas mucho a una persona, es difícil romper su corazón. Es difícil cuando puedes verlo desde otro punto. Cuando ves el lado agradable de ésa persona.
 Ahora no va a ser tan fácil para mi corazón romperlo.
Qué bueno que mi mente pesa más que éste.


--Sthep Stronger.

No hay comentarios:

Publicar un comentario