martes, 2 de julio de 2013

Fade. Capítulo 5.

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Fade. Capítulo 5.

La Libreta. Página 5.
¿Cómo salvar a alguien quién está tan feliz con su fría oscuridad?

Paso las páginas del cuaderno de cuero marrón de Isabel. Mi cuaderno de cuero marrón.. Mi manera de diario.
Hay sólo cuatro hojas escritas en él. Textos cortos, textos largos. Unas líneas cortas, otras no. Pero es mi manera de respirar.
 Es mi manera de escapar.
Y es justo lo que necesito ahora mismo. Estoy saboreando el pequeño momento de tranquilidad mental cuando siento los pasos que bajan por las escaleras. Es el tío David. El hermano menor de mi papá, de treinta y pocos, un hombre alto y muy guapo que no he visto desde el funeral de mi hermana.
--Se ha tomado unas pastillas para dormir, finalmenteDice David, mientras alcanza con una mano un vaso de cristal y lo llena con agua.
Suspiro y cierro mi cuaderno.
--Gracias, tío David.
Él se toma el agua enfrente de mí, recargado en la encimera, con las piernas cruzadas y un brazo atravesado por su pecho mientras sostiene el vaso con la otra.
--¿Por qué no me llamaste antes, Cassidy?
Suelto un suspiro y me froto la frente con la palma de mi mano.
--No quería tener que molestarte.
--Cassidy, tu madre ha estado tan mal que han tenido que meterla en rehabilitación. ¿Y tú no querías molestarme?
Hay un deje de acusación en su voz.
Genial.
--Es tarde. Me voy a dormir.
Inconscientemente cierro con más dureza el cuaderno y me levanto con más firmeza y rapidez de lo que pretendía.
  No debí intentar hablar de lo que pasó a Isabel con mi madre. Si yo no lo hubiera hecho… ella no estuviera encerrada ahora en una habitación pequeña sin ventanas al exterior.
--Cass, espera. Lo siento.  No quería atacarte. Yo… --Respira hondo y me giro hacia élSólo que es mucho.
 Lentamente me acerco a él y dejo de nuevo mis cosas sobre la isla.
--Dímelo a mí.
Me mira a los ojos.
--Siento que estés pasando por todo esto, Cassidy.
Me encojo de hombros.
--Gracias por ayudarme. Ya sabes, con mamá.
Asiente y se queda en silencio. No es incómodo, sin embargo quiero salir de éste, así que tomo mis cosas y me marcho.
  Pero mi nombre en sus labios me sostiene en mi lugar.
--¿Cassidy?
--¿Sí?
--Cuando estuve hablando con tu padre… Él me dijo que tu carta, y que tu repentina charla sobre Isabel, no era la única razón por la cual entró en ese estado de… depresión.
  Eso es una manera particularmente linda de decir que mi madre entró en pánico y me asustó tanto que tuve que llamarlo.
--Me dijo que ella había obtenido una llamada esa mañana. De una antigua amiga suya. Dijo que Vivian había muertoHace una pausa--¿Sabes quién es esta chica y qué tiene que ver con tu madre?
  La mentira sale tan natural y perfectamente limpia de mis labios cuando me encojo de hombros y digo:
--Ni idea.


                                                                             




Había una vez, dónde las cosas eran diferentes. Era una época lejana en un mundo que parecía distinto dónde mi madre era feliz, mi padre amaba su matrimonio, Isabel tenía amigos y yo podía dormir de un tirón por las noches.
 Pero nada de esto importa. Sólo la penúltima.
Mis momentos de mi infancia son borrosos. Son escenas borrosas que se han gastado y quemado por los bordes, se han difuminado. Pero en todas estas, recuerdo a Isabel. Joven, entusiasta, feliz. Y Vivian.
 Vivian.
El teléfono suena en el piso de abajo. No bajo a responder. Papá está dormido gracias a las pastillas de mamá en su habitación. No sé dónde está David.
  La llamada suelta en el buzón de voz.
Una llamada de teléfono.
Cierro los ojos.
…Érase una vez, una mañana en un mundo ideal, dónde yo bajaba un sábado a comer el desayuno con mi familia. Mi madre sonreía y mi padre bromeaba. La radio sonaba. Una vieja canción Country.  Los ruiseñores cantaban fuera. El aire fresco se deslizaba entre las ventanas.  Tan perfecto. Luego, el teléfono sonó. Una vez, dos veces, tres. Mi mamá se levantó, con esa sonrisa en su rostro. Pero cuando se puso el auricular en la oreja, el suelo se desvaneció y todo se tornó en un negro cegador.
  Mi hermana había muerto.
Y ahora otra llamada de teléfono anunció otra muerte. Trajo otro golpe al corazón de mi madre.
  Vivian es una historia diferente.
… Érase una vez, una cama tendida de cobertor morado donde yo estaba acostada, y enfrente de mí, mi hermana de quince años acomodando su vestido azul oscuro de fiesta. Minutos después, una madre estacionó su carro rojo enfrente de nuestra casa. Dos adolescentes saludaban desde el cristal de la ventana. Una de pelo negro como el plumaje del cuervo, Cam. Otra, con pelo castaño y lacio, Vivian.  Después de que Isabel se despidiera de mis padres y desapareciera dentro del carro, yo me quedé dormida.
  Pero desperté. Pero era diferente. La noche ya había caído. ¿Cuánto tiempo ha pasado? Es cuando sentí que me movía. Mi padre me sacudía. “Cassidy, despierta. Hay que ir al hospital”. ¿Al hospital? Y luego, paredes blancas.“¿Qué ha pasado?”, pregunté a papá; “¿Dónde está mamá?”. Silencio. Extendiéndose por todas partes. “¿Papá?”.
     No me enteré de lo que pasó hasta el día siguiente.
Isabel tuvo un accidente.
No me enteré qué clase de accidente o porqué, hasta que escuché a mi padre hablando sobre ello con tío David, quién había llegado a la cuidad al saber.
 “Isabel salió de la fiesta con sus amigas”, dijo mi padre entre sollozos, “Fueron a emborracharse a las vías de trenes. No sabían que estaban activas…” Y mi padre se ahogó en sus sollozos.
  Cam cayó a la vía de tren. Todas estaban tan borrachas que no podían ayudarla a levantarse. Un tren venía.
          La lluvia se encargó de limpiar la sangre. Pero no pudo limpiar la escena grabada con fuego en la parte trasera de la mente de Isabel.



                                                                          
 


--¿Dónde está papá?
David se da la vuelta y sonríe.
--Buenos días. Salió a comprar pan.
Miro el pan arriba del refrigerador.
--Pero si hay pan.
--Lo sé. Tu padre necesitaba tiempo solo.
Me siento en la sillita de la isla mientras él me pregunta qué quiero que me prepare para desayunar.
--Está bien. Me hago mi propio desayuno.
Él alza la ceja.
--Pero si tu madre nunca dejaba que nadie tocara su cocina…
Se da cuenta de su error; “Dejaba”, de antes.
--¿Cuánto tiempo te vas a quedar?Le pregunto, cuando él se sienta enfrente de mí con una taza de café.
  Suspira.
--No lo sé.
--¿Qué va a pasar con mamá?
--No lo sé.
--¿Ya le han dado un diagnostico en la clínica?
--Cassidy, han pasado menos de veinticuatro horas. Ellos llamarán en cuanto sepan.
--Deberíamos estar ahí.
--Ellos no nos dejan estar ahí. Creen que es una distracción para tu madre.
--¿Crees que ella se va a curar?
--No lo séDice con tono más duro.
Me quedo callada, con los ojos clavados en él.
Se frota la cara.
--Mira, Cassidy, lo siento. Han sido tiempos duros.
Que me lo diga a mí.
Parece que los papeles se giran, porque ahora es él quién me interroga:
--¿Vives con esto desde hace cuatro meses?
--Antes no era tan malo. Es la primera vez que mamá pierde los estribos de esa manera.
Y fue peor cuando alcancé el teléfono y asustada me encerré en el baño, marcándole a David, quién llamó a los loqueros mientras mi madre gritaba y golpeaba la puerta.
--¿Quién ha estado pagando las cuentas?
--Papá paga su parte, como es usual, pero también las de mamá. Ella ha dejado de ir a trabajar.
--¿Quién cocina?
--Yo. He aprendido unas cuantas recetas de internet. Y en la televisión hay un programa de cocina.
Aprieta la mandíbula.
--¿Quién te pregunta cómo ha ido tu día?
Me quedo callada un momento. Y puedo ver en sus ojos que él sabe la respuesta.
---Nadie.
--¿Y quién te da el beso de buenas noches?
Frunzo el ceño.
--Acabo de cumplir dieciséis años.
--Sigues siendo una niña, Cassidy. ¿Cómo has estado cuidándote sola todo este tiempo?
Me encojo de hombros.
--Sólo necesito que alguien pague las cuentas. Puedo hacer el resto por mí misma.
Me mira con una chispa de algo en sus ojos. Parece alguna combinación de enojo, lástima y negación.
--¿Qué hay de esa carta?Dice, cambiando de tema.
--¿Qué tiene?
--Esa escuelaHace una pausaCassidy, ¿Por qué elegiste esa misma escuela? ¿Querías herir a tus padres?
Me pongo a la defensiva, preparada para todos los golpes y las bombas que me va a lanzar.
--Es una muy buena escuela que me va a abrir muchas puertas para muchos lugares en que sólo unos se atreven a soñar. Así que perdóname si quiero ir a esa escuela.
  Él levanta sus manos, mostrando sus palmas, a la altura de su rostro.
--Cálmate, Cass. Sólo quiero entender. No estoy atacándote.
--No se siente así.
--Entonces perdóname. No estoy en mucho contacto con niños.
Relajo mis hombros y dejo pasar el hecho de que me llamó niña. Le pregunto:
--¿Por qué nunca venías a visitarnos?
Se encoje de hombros.
--Como te habrás enterado antes, yo y tu padre nunca tuvimos una muy buena relación.
--¿Por qué?
Se encoje de hombros.
--Ya sabes cuán religioso él es. Y yo, yo era un adolescente que rompía todas las reglas. Creo que él estaba convencido de que un demonio se había apoderado de mi alma.
 Ríe un poco.
--Era difícilConcluye.
  Lo entiendo.
Muchos padres son estrictos y educan a sus hijos de cierta manera con ciertas reglas: “No digas esto, no te sientes así, no recargues los codos en la mesa, di siempre por favor y gracias…”
Pero mis reglas eran más precisas.
Amarás a Dios sobre todas las cosas. No tomarás el nombre de Dios en vano. Santificarás las fiestas. Honrarás a tu padre y a tu madre. No matarás. No cometerás actos impuros. No robarás. No dirás falsos testimonios ni mentiras. No consentirás pensamientos ni deseos impuros. No codiciarás los bienes ajenos… Luego estaban los frutos prohibidos. Los frutos malos: Egoísmo, egocentrismo, orgullo, celos, posesividad… La lista de reglas continuaba. Era infinita.  Tan difícil de seguir. Y lo peor, lo peor es que cuando actuaba de una de estas maneras, de repente para mis padres yo era la peor persona del mundo.
  Lo entiendo.
Le sonrío amablemente y él me sonríe de vuelta.
--Estaré por aquí un tiempoDiceHasta que todo se resuelva.
¿Hasta que todo se resuelva?, pienso con furia, ¿Qué cosa? ¿Qué cosa se puede resolver aquí? ¿Qué mi madre deje de llorar por aquella hija que tuvo un trauma a los quince años? ¿Por qué esa misma hija murió un poco antes de cumplir los dieciséis?  ¿O que deje de llorar porque  su hija menor la abandona para ir al lugar donde su hermana mayor se desvaneció? ¿Qué deje de llorar porque ahora también Vivian está muerta, esa joven que era solamente un año mayor que yo?
  ¿¡Qué!? ¿¡Qué podemos resolver?!
Me trago las palabras y subo a mi habitación asintiendo con la cabeza.


                                                                             




Mañana ingreso a Ashford.
Han pasado ya las vacaciones y mañana tengo que partir para tomar mis clases el lunes temprano en ese internado caro.
Vacaciones con mamá metida en un manicomio, profesionalmente diagnosticada como Mentalmente Desorientada. Papá llega tarde a casa después de salir todo el día, a veces borracho, a veces medio dormido. A veces no sale de su cuarto. Y David se está haciendo cargo de mí. Le repito constantemente que no tiene que hacer esto, que puedo cuidar de mí misma, y que ahora no importa porque me marcho a un internado donde todo estará bien. No me hace mucho caso.
  David no me deja visitar a mamá. Mi padre no ha hablado conmigo desde hace ya tiempo, así que no puede darme su opinión. Sin embargo, esta tarde le he dicho a David que voy a ir a estudiar a la librería porque no puedo concentrarme en mi cuarto. Pongo énfasis en la última parte para hacerlo creer que estar en esta casa llena de memorias me hace daño.
  Tomo el metro para ir al manicomio.
Nunca me ha gustado pensar en lo que pasó aquella noche que apagó a Isabel. Intento no pensar en ello. Pero siempre que estoy en el metro no puedo evitar mirar las vías. Y entonces las imágenes borrosas de mi memoria tienen a Isabel, Vivian y Cam ahí. Y oigo a Isabel gritar, aunque sé que no es real.
  Cierro los ojos.
Cuando llego, empujo la puerta con todas mis fuerzas y me dirijo hacia la mujer de la tercera edad con mucho labial rojo y pelo castaño. Pregunto por mi madre, pero cuando me pide el nombre y no estoy en la lista, y no soy mayor de edad, no me deja pasar. Explico que soy su hija, y le muestro mi credencial de la escuela para que compruebe el apellido.
Me deja pasar, de alguna manera.
Confían mucho en los apellidos y ésas cosas. Pero no cuentan con que tal vez me hayan prohibido venir aquí. ¿Quién es David de cualquier manera? No lo había visto desde el funeral de Isabel.
  Mi madre está sentada en una sala de juegos junto con otras personas. Deben de ser tal vez quince en general. Tiene ropa cómoda, ha adelgazado, cara está sin maquillaje, y alguien le ha hecho una bonita trenza con su pelo corto.
  No se da cuenta de mi presencia.
No creo que se de cuenta de nada a su alrededor.
Me siento en la mesa de fierro enfrente de ella, y coloco mis manos en  la fría superficie. Levanta la vista.
--Hola, mamá.
En su cara se muestra el reconocimiento.
--Cassidy, cariño.
Sonrío aliviada, intentando no llorar.
--¿Cómo estás, mami?
Ella asiente.
--Bien. Me aburro algunas veces. Pero todos son muy amables. Excepto ese doctor. Siempre quiere que me tome las pastillas. ¿Cómo estás, Cassidy?
--Bien. Feliz de verte, mami.
Ella sonríe.
--Qué curioso. Es exactamente lo mismo que me dijo Isabel.
  … ¿Qué?
Se lo pregunto.
Asiente.
--Sí, sí. Isabel vino a verme dos noches atrás. ¿No te ha visitado a ti? Oh, cariño, no te preocupes, pronto lo hará. Ya sabes que tu hermana te quiere mucho.
  Silencio.
Silencio esparciéndose por la sala llena, viajando hasta más allá, a cada habitación vacía. Como mi corazón.
  “Mentalmente Desorientada. Claro que sí”
Por alguna razón, esperaba que fuera mentira.
--Eso esperoContesto, controlando mi voz. Carraspeo--¿Te ha visitado antes?
Ella asiente.
--Oh, sí, claro que sí. Me hace demasiadas visitas. De vez en cuando.
--¿Desde cuándo?
Ella piensa.
 --Un poco antes de que cumplieras dieciséis. Primero pensé que me estaba volviendo loca… Pero ella seguía viniendo. Mi niña.
Mi madre tiene alucinando desde hace meses. Genial.
--¿Y qué te dice?
Ella agita la cabeza y saca un lamento.
--Oh, Cassidy. He hablado con Isabel y le conté lo de Vivian. Lamentable.
No llores, Cassidy, no llores.
--¿Ah, sí? ¿Se lo tomó muy mal?
Mi madre inclina la cabeza a un lado.
--De hecho, fue ella quién me consoló a mí. Ella lo comprendió.
  Isabel en la vida real estuviera devastada por la muerte de su mejor amiga. Incluso cuando después de ese accidente en las vías de tres perdieron contacto.
Si estuviera viva.
--Imagino que fue duro.
Asiente.
--Oh, sí. Lo fue. Vivian. Esa pobre niña. Oh, Dios. Murió tan joven. Sólo tenía diecisiete años. La edad de tu hermana. Pobre niña. No me imagino por lo que ha de estar pasando su madre.
  Yo sí.
Me imagino más o menos lo que tengo enfrente de mí.
--Lo más duro fue cuando Isabel me dijo que la habían asesinado.
Mi madre agita la cabeza con disgusto.
Yo entiendo; Eso es por lo que mi madre se alteró tanto. No fue exactamente por la muerte de Vivian en sí, sino porque alguien ahí afuera estaba matando niñas, en general.
--¿Isabel te dijo eso? ¿Cómo sabía?
--No se lo pregunté. Pero, Oh, Dios, Cassidy. Fue terribleSuspiraLas niñas en nuestro país están en riesgo. Por eso digo que tenemos que ir a vivir a algún otro lugar. Me encantaría vivir en un lugar de Francia. Pero tu padre no ha aparecido por aquí. ¿Cuándo vendrá, Cassie? Han pasado ya horas desde que me metieron aquí. Nunca se había tardado tanto antes.
   ¿Horas? No han sido horas, han sido meses. No puede ni siquiera tener la conciencia del tiempo.
--Claro, mamá. ¿Te mencionó algo sobre mí? ¿Isabel? Le pregunto a mamá.
Mamá asiente.
--Claro que sí. Como yo, ella no está de acuerdo en que te vayas a esa escuela. No es buena.
--¿Te dijo por qué?
Mamá no me contesta.
--He visto a Cam tambiénDice, intentando cambiar el temaAnda por aquí a veces.
--¿Sí? ¿Y cómo es?
--Oh, Cassie. Justamente como la recuerdo. Con ese pelo negro tan bonito en un peinado de trenza y un vestido corto amarillo.
  Así es como Cam estaba la noche de la estación de tren. Mi madre está viendo sus memorias.
--Siempre fue muy bonitaComento.
Ella asiente.
--Ella en verdad no está muertaDice, inclinándose hacia míDice que sólo está viajandoSonríe y se hecha hacia atrás de nuevo recargándose en el respaldo de su sillaClaro, le di una buena regañada a esa niña. ¿Cómo preocupa a su madre así?
 Ella suspira, pero seguido sonríe.
--Pero tú nunca harías algo así, Cassidy, ¿Verdad? Tú nunca le harías nada a tu madre.
Ella alcanza mi mano y la sostiene entre la de ella.
--Claro, mamá.
--Dime que no irás a esa escuela, Cassie. Dime que te quedarás en casa y esperarás a que tu padre me saque de aquí
Asiento, mirando disimuladamente cómo ella aprieta mi mano en la suya.
--Claro, mami.
Ella sonríe mostrando los dientes.
--¡Eh!Dice una enfermera, trotando hacia nosotras desde la esquina de la habitación--¡No está permitido el contacto físico!
--Es mi hijaRezonga mi madre, pero suelta mi mano.
La enfermera, morena y de edad media, se para ahí enfrente de nosotras con mirada cautelosa.
--Señora Blake, ¿Se ha tomado sus pastillas?
Mi madre se sacude, irritada.
--No me gustan las pastillas.
--Tiene que tomárselas.
--No me gustanMamá vuelve a decir, con un tono de voz más alto.
--Señora Blake…
Con la esquina de mi ojo veo cómo más enfermeros se acercan sigilosamente hacia nuestra mesa.
--¡He dicho que no!
--Es necesario…
--¡Déjeme en paz!Mi madre la interrumpe, con voz en un estruendo.
Mi madre se para de la mesa repentinamente, con sus ojos llameando y su ceño crispado.
Y entonces todos están sobre nosotras.
Los enfermeros se acercan a mí, y me toman de los brazos y de la cintura para alejarme de ella, pero ella se estira hacia mí y todo el mundo se vuelve loco. Algunos enfermeros la jalan fuera de mí, pero ella clava sus uñas en mi brazo y pronto comienza a arder. Me caigo hacia atrás cuando me jalan también. Mi madre grita mi nombre, pero los cuerpos no me dejan verla. Lo último que sé es que un señor mayor con bata impecablemente blanca pincha en el brazo de mi madre con una jeringa. Segundos después, hace efecto.
Ella deja que la inconsciencia la tome y la arrastre a ese lugar oscuro.


                                                                     



--¿Encontraste el libro que querías en la biblioteca?Pregunta David, concentrado en la cena, sin mirarme apenas.
--Asiento, dirigiéndome hacia las escaleras.
--En esta escuela empiezan el día un poco más temprano que lo que acostumbras, quizá deberías cenar rápido e irte a dormir. Mañana las cosas serán diferentes.
  Oh, claro que lo serán.
No tiene ni idea.



-Sthep Stronger.

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