viernes, 26 de diciembre de 2014
martes, 16 de diciembre de 2014
Broken Dolls. Capítulo 17.
Broken Dolls. Capítulo 17.
Macey me inspecciona con sus grandes ojos marrones. Da unos pasitos hacia mí y jala del borde de mi vestido.
La pequeña carita de Macey se llena de irritación.
Se da la vuelta y sale corriendo a esconderse en algún lugar de la casa. Le gusta jugar a las escondidas, y yo siempre la dejo ganar. Creo que es por eso que es su favorito. Esta vez no será la diferencia, así que espero y cuando he llegado a diez, la busco.
No está detrás de las cortinas en la sala, ni debajo del sofá marrón, ni escondida en el desastre del armario de mis padres. Busco en todas las habitaciones, pero ella no está aquí.
Tal vez está afuera. Nunca ha ido a esconderse en el jardín, pero tiene que estar ahí ahora. Llamo su nombre un par de veces, pero ella no me contesta de regreso. Entonces capto movimiento en la esquina de mi ojo, y cuando volteo, ella está corriendo. Pero no es el flamante cabello rojo de Macey el que veo, sino uno castaño y largo.
Luego voltea hacia mí.
Kiki Sullivan.
La sigo hasta llegar al bosque detrás de mi casa, pero no es suficiente: Sigue corriendo como si el demonio estuviera detrás de ella. Le pido que espere, pero no me escucha. Después de lo que parecen ser unos diez minutos, se detiene de golpe. Casi me estrello detrás de ella, pero logro sostenerme de sus hombros. Ella mira hacia arriba, mirándome.
Macey yace tendida frente a nosotras, ensangrentada e inerte.
Mi corazón deja de latir por unos momentos y el aire se queda atorado en mis pulmones.
Levanto mis manos para ver el rastro de sangre, de su sangre. Pero no hay… nada. Absolutamente nada. Sólo puedo ver las líneas de mis palmas sobre mi piel pálida. Mis uñas siguen igual de rotas e irregulares, sin sangre ni tierra debajo de ellas, y cuando me vuelvo hacia Kiki, no está. Ni siquiera estoy en un bosque. No hay un bosque cerca de mi casa, y definitivamente esta no es mi casa.
Mi respiración se hace más pesada con los segundos. Escucho unos pasos detrás de mí, y cuando volteo veo una cara desconocida.
Grito.
La mujer me toma de los brazos y me sostiene contra su pecho, diciéndome que está bien. Pero no está bien. Macey… Macey no está aquí, ni tampoco Kiki. Y esta mujer…
Lauren Farley.
Lauren me mira a los ojos, aún en pijamas, medio dormida. Dios, la saqué de la cama. Vaya forma de pagarle.
Pero no lo fue. Aún puedo ver a Macey inerte detrás de mis ojos. Puedo sentir la tierra debajo de mis pies, el sonido de las hojas rompiéndose bajo mi peso, el color del cabello de Macey al correr.
Niego.
Tengo que decirle.
Tomo aire, intentando desacelerar los latidos frenéticos de mi corazón.
Suspira.
No. Espera. ¿Qué?
Lauren abre la puerta y lo primero que veo es su cama. Hay una laptop negra prendida encima y papeles alrededor. En el escritorio, de la copiadora salen más.
¿Honestamente? Ya no me afecta. Las personas en estos días parecen hacer simplemente eso: Buscarte en una red internacional tal como la CIA para saber de tus trapos sucios.
Bonito.
Me ignora.
Pienso acerca de ello un momento.
Ella voltea la computadora, y puedo ver en la pantalla un hombre mayor. Me sonríe cuando me ve.
Miro a Lauren.
Por el apellido y por el acento, este tipo tiene que ser francés. Levanto una mano y la sacudo porque no puedo encontrar mi voz.
Miro a Lauren.
Busco por la broma en su rostro. Alguna señal, lo que sea. Pero se muestra impasible, tan fría como siempre. Sin emociones.
Antes de que empiece a chillar, el doctor a través de la computadora habla:
Me echo a llorar. No de esos llantos bonitos y silenciosos de las películas, sino de esos feos y escandalosos, con piel roja y ojos hinchados.
Manceau parece asustado. Mira de mí a Lauren, y ella se arrodilla a mi lado y me lleva a sus brazos.
He tenido suficiente.
Lauren no me dice nada, sólo acaricia mi cabello, como mi madre/tía lo hacía cuando no estaba loca.
Me despego un poco de Lauren para hacerle una pregunta, pero toma varios intentos porque no puedo hacer que el aire entre a mis pulmones.
Trago.
Me mira a través de sus lentes.
El doctor y yo nos vemos a los ojos unos segundos antes de echarme a llorar de nuevo. El timbre suena, pero yo apenas lo escucho. Lauren se levanta, pidiéndome que me quede aquí.
Asiente.
Le lanzo una mirada. ¿Cómo sabe de la situación en la que estoy ahora?
Ahora sé de donde viene el miedo corriendo por mis venas en las noches que no puedo dejar de mirar a la luna. Pero nunca me había sentido de esta manera. Tan desolada. Tan sin esperanza.
Intento sonreírle, pero no estoy sintiendo el aire llegar a mis pulmones.
Asiente.
Me encojo de hombros, recordando la noche con Holly y los hermanos Sullivan en su piscina, cuando jugué carreras con Ethan y completamente hizo trampa.
Ethan, Nate Viene a ser lo mismo al final.
Miro una última vez al doctor Manceau antes de levantarme y encontrarme con cierta escena en la sala de Lauren. En el medio, veo a la pequeña Olivia, luciendo casi asustada, arrodillada enfrente de alguien en el suelo. Dan está a su lado, porque parece que ellos dos nunca se despegan. Doy un paso para ver quién es la otra persona, cuando escucho mi nombre de una voz familiar.
Cuando volteo, lo veo. Ethan. Nate. Con un moretón en su mandíbula y un corte en la ceja, pero vivo y aquí.
Asiente, separándose de mí para ver mi rostro.
Sus ojos se ven preocupados, y cuando me dice esto, yo también estoy preocupada. Estoy asustada. Siento que todo mi cuerpo tiembla cuando voy hacia Olivia y Dan, y miro sobre sus cabezas.
Chris frunce el ceño, respirando con dificultad. Tiene una mano sobre su estómago que Lauren intenta quitar, pero parece que no escucha. Está demasiado ocupado mirándome.
Caigo de rodillas a su lado.
Intenta reír, pero siente demasiado dolor, porque lo abandona y gime.
Nate frunce el ceño a mi lado.
Olivia se sonroja y le da un golpe en el brazo, pero él sólo ríe.
Nate bufa.
Suspiro, y tomo la mano de Chris. Él me mira al principio, pero se desliza hacia la inconsciencia. No estoy segura de cuando una persona no debe de dormir si tiene una herida, pero no voy a tomar riesgos. Así que le doy una cachetada.
Gruñe.
Bufa, respirando con dificultad.
Reímos un poco juntos. Luego vemos el sol salir, finalmente.
Él tose, yo me remuevo.
Río. Pero suspiro después, y miro a Nate.
Levanta una ceja.
Ante la mirada de todos, le cuento sobre mi locura que al final no es tan loco.
--Sthep Stronger.
:D
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