martes, 18 de junio de 2013

Fade. Capítulo 1.

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Fade. Capítulo 1.

La libreta: Página 1.
Se siente como un sueño, ¿Sabes?
 La pérdida. Cuando ya no hay nadie a quién salvar. Cuando todo ha terminado.
Es sólo como un montón de acciones sin sentido, muchas cosas ocurriendo, y nunca te preguntas el porqué. Porque al igual que en los sueños, no importa. Nunca importa porqué, ni siquiera te lo preguntas, sólo pasa y lo aceptas. Y cuando pasa, sabes que es horrible… Pero en verdad no puedes sentir el dolor. No puedes sentir la espina de la pérdida. No hasta que despiertes.
  Lo irónico del asunto, es que, no lo haces. Nunca despiertas.
En el sueño, la pérdida es esta mala escena que en verdad no se siente real. En la realidad, es un cuchillo que te deja una herida que nunca cierra.  Y soñar cuando todo se ha acabado es en verdad una bendición. Porque despertar  es más doloroso. En el sueño puedes simplemente fingir que nunca pasó. Puedes ocultarte entre las sombras.
Puedes avanzar con tu vida.
No se siente real.



--Cassidy.
Una mano sacude mi hombro.
--Cassie, despierta. Vas a lastimarte la espalda.
Cuando abro los ojos, veo los de mi madre. Su cabello corto y rubio enmarca su preocupado rostro, haciendo notar más sus ojos grises sin chispa, como los tenía el día anterior. Y el día anterior a ese. Y así sucesivamente hasta hace dos meses.
 Me muevo. Me duele todo. Es lo que me pasa por dormir sentada en el suelo apoyada en la pared.
--Lo siento, mamá. Me quedé dormida mirando las cosas de Isabel.
Porque las cosas que mi hermana dejó atrás caben perfectamente en unas cuantas cajas. Su vida guardada en cinco cajas grandes de plástico blancas.
Aunque verlas fue una pérdida de tiempo. Una caja de aretes, cuadernos en blanco, libros viejos, una lámpara roja de estudiar…, pero éstas cosas no me ayudó de nada; Aún no tengo ni idea de quién es mi hermana mayor.
 Mi mamá me tiende la mano para levantarme y separo mi trasero del suelo. Cuando estoy de pie me agacho para meter algunas cosas de Isabel de vuelta a su caja.
--Cassie, mi niña. Sé cuánto querías a tu hermana, cielo, pero pasar horas aquí no te va a ayudar en nada. No la va a traer de vueltaJala de mi mano hacia fuera de la habitaciónVamos, es hora de la comida.
   Hay tantas cosas en esa frase que mi madre debió omitir.
 Como que, realmente lo que tenía con Isabel no era precisamente una relación de cariño. No éramos ni siquiera cercanas. Es más, no éramos ni amigas.  No es porque Isabel no me quisiera o viceversa. Es sólo que desde que aquello le pasó, ella no se preocupó en mantener relaciones con nadie. No amigos, no novios, no compañeros, no hermanas menores. Mi hermana mayor es una completa desconocida. Es una mancha borrosa.
 No la puedo culpar, nadie puede hacerlo, sin embargo yo era tan pequeña y todo lo que quería era que me dirigiera la palabra. Yo era la hermana menor desesperada por un poco de atención. Realmente no me importaba si me hablaba para discutir o para darme un consejo de hermana mayor, sólo quería que dejara de hacer como si yo no existiera. Estaba tan enojada con ella, sin embargo no fue hasta hace poco que me di cuenta de que mi hermana mayor estaba en un lugar tan oscuro que no podía sentir la luz.
   Así que, nunca realmente supe quién era mi hermana mayor.
Y luego ella se fue a un internado al otro lado de la cuidad y se olvidó de su familia, prácticamente.
Así que no, no tengo ni idea de quién era.
Y ahora ella está muerta.
  Suspiro mientras bajo por las escaleras. Ahí abajo en el comedor está sentado mi papá. Tiene una taza de café en una mano y en la otra el periódico.
  La segunda cosa que mi madre debió omitir, es que me está dando un consejo que no va a seguir; Ella ha pasado horas, días incluso, en la habitación de Isabel llorando por su hija muerta.
   Pero yo no se lo digo. Porque aquí está la cosa sobre mi familia: Estamos rotos.
--Huele fantástico, LindaDice mi padre.
Y sonríe.
--Gracias, queridoLe sigue mi madre.
Sonríe de vuelta.
    Tan rotos que no podrías darte cuenta si no formaras parte de ésta familia.
Mi familia está tan dañada, está tan rota, tan irreparable. Tanto que tenemos esta silenciosa Ley que en verdad nadie puso y de cuál no está permitido hablar al respecto, pero que todos respetamos. Ésta consiste en fingir, justo como mi madre lo está haciendo ahora sirviendo la comida en los platos, y mi padre, fingiendo interesarse en el periódico como en los viejos tiempos. No importa los ojos rojos de mi madre, ni las ojeras debajo de los de mi padre, ni tampoco importa mi cara de cansancio gracias a los sollozos que oigo cada noche desde la habitación de mis padres, o bien, la de Isabel.
    Todos fingimos que nada de esto es verdad.
Es así como manejamos el dolor.


                                                                       


Cuando termino de actuar en la cocina con mis padres, subo a mi habitación para escribir mi hipótesis sobre la pérdida. La escribo en un cuaderno vacío que encontré entre las cosas de Isabel.
Todas las cajas con las pertenencias de Isabel han estado en su habitación por dos meses, desde que ella murió y mi padre fue por sus cosas a Ashford, el internado para personas super inteligentes.  Siempre pensé que Isabel había sido muy suertuda al ser admitida en ésa escuela. Pero ahora que lo pienso creo que no es tan extraño; Isabel siempre hacía esas cosas. Isabel era así de brillante. Supongo que fue doloroso para mis padres pensar en cómo alguien tan brillante, tan excepcional, terminó como ella lo hizo.
      Suspiro y me acomodo para continuar escribiendo en el cuaderno de Isabel. Mi cuaderno.
Busqué ahí para ver si entre las cosas había un diario, uno en que explicara que había en Ashford que la hiciera feliz. La diferencia entre estar aquí y allá. A lo que me diera una idea de quién era. Algo que explicara qué pensaba sobre su familia, sobre mí. Si me quería.
 Busqué en cada cuaderno, cada libreta, pero no había nada. Sólo esta libreta que sabía que tenía que tener. Sabía que tenía que escribir en él para no volverme loca.
Así que no tengo nada de Isabel, sólo una libreta mediana de cuero marrón, con una silueta de una pluma metida en un tintero dibujada en tinta blanca.
 Uso la primera página para escribir que es como un sueño, uno donde nada se siente real, hasta que despiertas.
   Cuando Isabel murió, yo estaba soñando. No podía sentirlo, porque no se sentía real.
Aún sigo soñando, pero a veces, sólo algunas veces, puedo sentirlo. A veces me obligo a mí misma a procesar que no le ha pasado a nadie más, que me ha pasado a mí. Y cuando eso pasa, ya no veo mi vida desde otros ojos, la veo con los míos. Es horrible. Pero luego vuelvo al mismo lugar dónde el dolor no me puede tocar.
Y no quiero sentirlo, porque ya he visto la navaja del dolor clavada en los corazones de mis padres. Porque sé que ellos están despiertos. Y porque eso ha acabado con ellos, llevándolos a un lugar tan oscuro que tengo miedo que me arrastren con ellos.



                                                                                
 


--¡Cassidy!
Una de mis amigas, Miranda, viene hacia mí abriéndose paso en los pasillos atestados de la escuela. Las demás están detrás de ella: Scarlet, Lisa y Cece.
 Le sonrío amablemente.
--¿Adivina qué?Dice alegremente, saltando, con su cabello negro revoloteando alrededorNos invitaron a una fiestaaaaarrastra la última letra.
 Lisa, con el pelo ensortijado hecho un complicado moño arriba de la cabeza de toda la vida, le da un codazo a Miranda.
--Su hermana se acaba de morirLe regaña, hablando entre susurros. Supongo que piensa que en verdad no las he oído.
  Realmente no me gustan las tres últimas chicas. Pero son amigas de Miranda, así que…
Frunzo el ceño, de cualquier manera. Odio que las personas hagan eso. Que hablen sobre mi o sobre mi hermana como si yo no estuviera ahí, que sientan lástima por mí. Desearía que pudieran olvidarlo. Que todos pudieran olvidarlo o dejarlo ser.
  Miranda le frunce el ceño también.
Ésa es mi mejor amiga.
--Déjalo, Lisa. Dios. Se gira hacia mi-- ¿Entonces? ¿Vienes o no?
  Realmente no sé cómo Miranda lo maneja: Ser tan buena persona en el interior pero actuar  y juntarse con puras personas superficiales. En mis quince años, nunca he podido actuar como ella.
  Así que le contesto a la invitación:
--No. No lo creo.
   No es exactamente que no me gusten las fiestas. Es sólo que hay algún punto en dónde se sale de control y se vuelve peligroso; Adolescentes fumados y drogados.          Además, me niego a ir a alguna fiesta en mis quince años. Porque esa edad tenía Isabel cuando eso pasó. En una fiesta.
  No es que yo soy muy supersticiosa, pero… Sí, lo soy. Esto no se va a convertir en un Déja vú. Destrozaría a mis padres. Me destrozaría a mí.
--Vamos, será divertido. Y no te preocupes: Nada de alcohol. El entrenador estará ahíMiranda suspiraPero de cualquier manera me divertiré.
--¿Entrenador? ¿Dónde es, pues?
Frunzo el ceño.
--¿Sabes de ésta escuela para ricos? ¿Ash…? Como sea. Entonces su equipo ganó un partido muy importante o algo y van a hacer esta fiesta… celebraciónElla alza las cejas hacia mí, remarcando la palabraY los chicos están más buenos que el pan. O sea que tengo que ir. Y creo que sería genial para ti salir de la iglesia un rato.
  No le digo nada por la referencia de Santa que me hace, yo tengo mi mente en otra parte.
--¿Cómo dices que se llama la escuela?
--Algo de un carro y Ash. Pero no puedo recordar…
--AshfordCompleto por ella.
Ella sonríe.
--¡Sí! Ford. Un carro. ¿Entiendes? Como sea. ¿Vienes o no?
    Tal vez no tengo el diario de Isabel para saber qué había en Ashford que no la hiciera regresar a casa en las vacaciones, que no la hiciera regresar a mí, pero tengo a Miranda para guiarme por el camino hacia mi hermana.
 Es todo lo que necesito.
Ahora, sólo tengo qué saber qué les voy a decir a mis padres que explicar mi ausencia esta noche.


-Sthep Stronger.

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