miércoles, 11 de septiembre de 2013

Fade. Capítulo 17.

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Fade. Capítulo 17.
La libreta. Página 17: "Es muy curioso cómo puedes odiar tanto a alguien y aún así seguir amándolo con todo el corazón"

Subo la cobija hacia mi barbilla e ignoro el constante tinltineo de mi celular. Después de unos momentos, tengo que contestarl
o porque me está volviendo loca.
Gruño cuando veo el nombre de Graham ahí.
--¿Por qué tienes la maña de llamarme cuando no tengo planes de salir de mi cama?
--¿Por qué siempre que te llamo estás en la cama sin planes de salir? Eres la floja más grande del mundo. Son las seis de la noche a penas. Levántate.
--¡Oblígame!Es entonces cuando me doy cuenta de que mi voz suena rara, como un eco--¿Me tienes en alta voz de nuevo?
--HolaSaluda Alex, confirmando mis sospechas.
--Enserio, ya no hay secretos.
--Es lo que yo le dijeInterviene GrahamPero el perdedor insiste.
--¿Perdedor? Tú eres el nerd con la sierra presidente de Nerdolandia.
--Primero…
--ChicosInterrumpoSiento interrumpir su pelea de enamorados, pero es un viernes por la noche y yo tengo planes.
--¿Cómo cuáles?Se burla Graham--¿Sentir lástima por ti comiendo comida chatarra viendo un maratón de CSI?
Alex ríe del otro lado de la línea.
--Para tú información, es Mentes Criminales, señor soy un nerd con sierraContesto bruscamej lnte.
Alex ríe más fuerte.
--Whoa, WhoaExclama GrahamPero, ¿Y a ti qué te pasa?
Suspiro y las palabras se deslizan de mi boca antes de que me entere.
--Lo siento. Mañana voy a casa, mi madre ha regresado y no sé qué va a pasar cuando la vea. Y Ezra es A. Quiero morir.
  Se quedan en silencio del otro lado de la línea. Escucho la clara voz de Alex preguntar a qué me refiero. Graham no contesta.
 Me doy cuenta de que lo he puesto en una situación incómoda así que digo:
--Lo sé, no puedo creerlo yo tampoco. Los escritores son unos perros. ¿Qué va a pasar con Ezria?
Otro momento de silencio. Alex pregunta de nuevo qué pasa.
--Tash me llama. Tengo que colgar.
--Cass, lo sientoDice Graham antes de que cuelgue.
--¿Por qué? ¿Qué tiene?Grita Alex.
--¡Cállate, niño bonito!Le rezonga GrahamCassidy, te hablamos porque tenemos un plan y te necesitamos en el taller. Podemos hablar de ello también, si quieres.
--Estaré ahí en diez.
Pero en verdad no quiero hablar de ello.




                                                                   
      




--¿Por qué siempre se reúnen en el taller? Podemos sentarnos en una mesa del campus. No es como si alguien estuviera muy interesado en nuestra conversación.
Aunque probablemente eso es mentira, porque a donde sea que Alex va, las orejas siempre están de más.
Me paro a unos metros frente a ellos y pongo mis manos en mi cintura, con mi colorido vestido veraniego ondeando por el viento de octubre.
  Estoy esperando que ellos me corrijan. Y cuando no lo hacen y veo que Alex ya no me mira de esa manera tan indiferente cuando no estoy muriendo, sino con simpatía, y sé que Graham le contó.
   Es vergonzoso que las personas sepan que tus padres te abandonaron.
Y entonces no siento lástima por mí, sino por Alex. Porque él tiene el mismo asunto. Es sólo que peor, porque mis padres en cierta manera no tenían muchas opciones. Fue lo menos doloroso para ellos hacer lo que hicieron. Y lo entiendo. Duele, es una porquería, estoy furiosa, pero lo entiendo. Pero los padres de Alex sí que tuvieron elección. Y no lo eligieron a él.
     Que mierda tan más grande.
Voy hacia la mecedora de rosas talladas, mi favorita hasta ahora y los miro.
--Entonces, chicos. ¿De qué quieren hablar?
--Estábamos pensando en tu reacción en las medicina y tenemos un planResponde Alex.
--¿Por qué siempre piensan en cosas importantes sin mí?Me quejo, ofendida.
--Ahora sabes lo que se sienteDispara Alex.
Me duele y Graham lo sabe, porque le da un golpe en la nuca con su palma.
--Compórtate, imbécil.
Alex no nos mira.
--Pensamos en tomar las pastillas nosotros dos para ver qué efectos causa. Si tal vez funciona diferente con cada uno.
Frunzo el ceño.
--¿Si funciona diferente en ustedes? ¡Son pastillas, se supone que funcionan igual! ¿Por qué estamos discutiendo esto? Las pastillas han sido quemadas. Se han ido. Puff.
--Pensamos que pueden haber más dónde las encontraste.
--¿En mi sótano?
Graham asiente y Alex finalmente nos mira para formar parte de la conversación.
--Es ridículo. No vi nada más ahí.
--¿Buscaste, Cassidy? ¿Realmente buscaste?
Quiero decirle “Claro que sí, ¿Qué te crees que…?” Pero luego recuerdo que en verdad no lo hice. Yo sólo vi y las tomé.
--No, pero…
--Pero nadaMe corta Alex.
--¿Qué quieren lograr, de cualquier manera, si las encuentran?
Graham se encoje de hombros.
--Vale la pena intentar… Pero…
--Pero mamá está en casaTermino por él.
Los dos chicos me miran con algo parecido a la lástima y a la simpatía. Aparto la vista porque odio que me miren de esa manera.
--Tienen que buscar otro plan.
--Queremos saber qué pasó contigo cuando las tomasteDice Alex.
Cierro los ojos.
--Pero…
--Tienes que verla en un momento a otro.
Abro los ojos y lo miro. Graham le da otro golpe y luego me mira.
--Cass, si tú en verdad no quieres hacer esto, nosotros…
Sacudo la cabeza, odiando que Alex tenga razón.
--Está bien. Lo haré.
--¿Estás segura?Pregunta.
No.
--Sí.
Me mira unos momentos y asiente.
--Entonces iremos mañana contigo.
Río.
--¿Qué es tan gracioso?Pregunta Alex.
Graham corrobora con él.
--Oh, nadaDigo entre risasSimplemente me imagino la cara de David cuando vea que dos chicos quieren ir conmigo al sótano. ¡No tiene precio!
Me sigo carcajeando mientras veo que ellos hacen muecas, recordando que tengo a David.
--Iré sola, chicos.
Ellos empiezan a negar.
Primero, va Graham:
--No. Es demasiado peligroso que vayas sola a buscar esas pastillas. ¿Y si alguien te dispara en el camino como la última vez?
Y luego Alex:
--Yo puedo ir contigo ya que David sabe que sales conmigo. Le decimos que somos novios y entonces… No, espera. Así tampoco me dejaría ir contigo al sótano… Pero…
--¡Chicos! No estoy sola. David viene por mí y no creo que haya peligro de que alguien me dispare mientras conducimos a casa.  Ha hecho esto muchas veces y aún sigo entera.
Ellos siguen discutiendo conmigo y yo simplemente dejo que terminen sus ridículas teorías antes de decir:
--Voy sola. Decidido.




                                                                  





Está esta ridícula canción con letras aún más ridículas sonando en la radio del auto de David mientras conducimos a casa, y aunque la odio (La odio, la odio, la odio) subo el volumen un poco, porque es mejor que escuchar el incómodo silencio entre nosotros dos.
--Tu madre saldrá en la noche y podremos ir por ella. Por mientras, ¿Qué tal si rentamos una película?
 Veo en su mirada que está intentando tan fuerte conmigo. Pobre David, pero yo no quiero nada de esto.
Le sonrío amablemente y niego.
--Lo siento. Yo… Voy a salir a dar la vuelta para pensar qué decirle a mamá cuando llegue. Necesito un poco de espacio.
Parece comprenderlo.
--Claro. ¿Sales ya o quieres comer conmigo antes?
Le digo que me quedo a comer para que no se sienta tan abandonado. ¿No es él quien ha perdido también? ¿No es él quien tiene un hermano desertor, una cuñada loca, una sobrina muerta causante de todas sus desgracias y otra que es desagradable?
  Así que me quedo y le sonrío, porque por un instante siento que puedo arreglarlo a él. Si ya he roto todo, si no puedo arreglar mi relación con Alex o cambiar las mentiras que he dicho, tal vez puedo arreglar a David, tan solo por un momento.
“Por favor, Dios, déjame curarlo”.
Tal vez él me ignora como yo lo he estado ignorando a él los últimos dos meses.
Tal vez no lo haga, después de todo, porque hay una chispa en sus ojos y una sonrisa que me dice que está feliz y por un momento me siento tan agradecida.
 Pero ahora que estoy sola sin el guardia de seguridad número uno y número dos, quiero ir a visitar a la señora Rossemount, a pesar que de… Bueno, de que es estúpido.
Espero a que el momento de felicidad radiante de David pase para levantarme, darle un beso en la mejilla y decirle que estaré en casa en un rato.
 Cuando llego a su casa, estaciono el auto de papá en la entrada y miro a todos lados para asegurarme de que no hay nadie apuntándome.
Toco la puerta de cristal de la señora Rossemount. Después de unos momentos, ella me abre la puerta, con ojos rojos y en pijamas.
--Oh, Cassidy, hola. Pasa.
Sonrío y ella hace a lado para que pase.
--Siento que me encuentres así, tengo una gripa terrible y no he salido de la cama. ¿Quieres algo de té? ¿Ya has comido?
--Te estaría bien, gracias.
Ella va hacia la cocina y la sigo. Me siento en el taburete después de sacar los tés y ponerlo en la barra. Ella pone el agua en la calentadera y luego se sienta enfrente de mí.
--En verdad no tengo gripaConfiesaAún no he logrado meter todas las cosas de Vivian en su cuarto ahora que la pintura se ha secado. Son muchas cosas que toman mucho tiempo y cada segundo es más doloroso.
--Entiendo.
Venía sospechando algo así desde que entré.
--¿Quiere que le ayude a acomodar las cosas de Vivian en su cuarto?
--No, no tienes que…
--Está bien. Podemos hacerlo hasta que esté el té.
Caminamos hasta la habitación de Vivian, dónde están los muebles desnudos. El tocador sin cosas; El armario vacío, los estantes de CD’s vacíos también. Tomo una de las cajas dentro mientras le pregunto cómo está.
Hablamos por un rato, hasta que una pregunta que nunca le había hecho viene a mi mente.
Una que no estoy segura de hacer, pero que hago de cualquier manera.
--Usted dijo que Vivian fue asesinada.
Su cabeza se levanta de la caja dónde contienen los CD’s de Vivian. Me mira y siento cómo me taladra.
--Sí.
--¿Puedo preguntarle cómo pasó?
Tarda un minuto en contestar y en ese tiempo deseo haber mantenido mi boca cerrada. Estoy a punto de disculparme, pero ella me lo cuenta antes de eso.
--Ella me dijo que iba ir a la casa de una amiga. En verdad nunca la había dejado ir sola, yo la hubiera llevado, pero ella insistió y yo no me negué porque… Porque finalmente estaba haciendo amigos, ¿Sabes? Ella estaba avanzando y se sintió como una bendición. Después de horas ella no contestaba el teléfono y no volvía a casa. Llamé a esa amiga, pero Vivian nunca había estado ahí. Entré en pánico y llamé a la policía. Ellos tienen esta estúpida regla de no buscar hasta después de 24 horas. Unos policías hacían ronda en una calle peligrosa, ya sabes, como siempre hacen. Encontraron a mi Vivian, apuñalada en el estómago y…
  Se ahoga en sus lágrimas y aparta la vista. Me acerco y pongo una mano en su hombro.
   ¿Por qué alguien lastimaría a Vivian?
   ¿Por qué alguien mataría a Serena?
   ¿Por qué alguien cortaría los frenos del auto en el que iba Isabel?
¿Podría estar ligadas?
 La señora Rossemount se disculpa y se dirige al baño al final del pasillo. Suspiro y tomo otra caja un poco más pesada y la coloco encima del viejo escritorio. Cuando la abro, discos. Cientos de ellos. Veo los CD’s en la otra caja y me pregunto por qué no están ahí. Cuando tomo uno de los discos en su cajita azul, veo la letra femenina y desordenada de quién yo supongo es Vivian. El disco tiene un título peculiar: “El accidente del espagueti con albóndigas” y abajo hay una fecha. Tomo otro con caja transparente y así puedo ver el título: “Cómo Cam pateó el trasero del equipo contrario en el partido del viernes”, y hay una fecha diferente abajo.
   La señora Rossemount aparece por detrás y yo me volteo. Ella ve los discos en mi mano y responde a mis sospechas con una sonrisa:
--Sus videodiarios.
Miro hacia los diarios de nuevo y luego a ella.
--¿Dónde los acomodo?
--En el último cajón del escritorio. Ahí los encontré.
Me siento en el suelo y acomodo cuidadosamente los discos.
--¿Los ha visto? ¿Sus video diarios?
Ella niega, limpiándose la mojada nariz con una servilleta.
--No. Sé que ella se hubiera disgustado mucho si yo invadiera su privacidad.
El silencio pasa y yo acomodo los miles de discos en el cajón en perfectas pilas. Entonces, veo uno con caja transparente con letras delgadas y cursivas: “Cassidy”.
 ¿Qué?
Miro la fecha. No me suena a nada importante. Yo estaba en la escuela en esas fechas e Isabel tenía como medio año en Ashford… Isabel y Vivian no se hablaban.
¿Por qué Vivian tiene un video diario con mi nombre en él?
Miro disimuladamente a la señora Rossemount, que está dándome la espalda terminando de poner los discos en su lugar. Cuidadosamente deslizo el disco en mi bolsa.
 No se ha dado cuenta.
Voy a irme al infierno por esto. Aunque, si lo pensamos bien, iré al infierno por tantas cosas.





                                                                          
 
                                                                              


Conduzco a casa horas después, mirando nerviosamente mi bolso. Estoy pensando en qué puedo encontrar ahí. Las ansias me están matando.
Quiero llegar a casa ya y poner el disco en la computadora de papá en su estudio, ya que la mía está en Ashford. Tamborileo los dedos sobre el volante con impaciencia. ¿Por qué las calles son tan largas, demonios?
 Suelto un bufido desesperado y finalmente me estaciono. Meto el auto en el garaje, cierro la puerta y salgo disparada. Saco las llaves del bolso a toda velocidad y entro. El auto de David no está, ha de ir ya por mamá.
Cierro la puerta a mis espaldas y voy directo al estudio de mi desaparecido padre. Me siento en su silla de cuero marrón y prendo la cosa.
Vamos, vamos.
Cuando está prendida finalmente pongo el disco. Lo reconoce después de casi un minuto. ¡Dios, está cosa no se mueve, es un jodido dinosaurio!
Grito de frustración y espero. Necesito ver esto antes de que mi madre llegue, de otra forma no va ver manera porque seré acosada por ella todo el fin de semana.
Entonces, pasa: El video aparece en mi computadora y yo le doy play.
Primero veo unas paredes en blanco, desnudas. El cuarto de Vivian. Entonces ella aparece en el cuadro. Vivian tiene su pelo castaño recogido en un desordenado moño en lo alto de su cabeza y una blusa de tirantes ajustada. Se ve… descuidada. Desordenada.
Traga saliva antes de hablar.
--Algo pasó esta noche. Algo maloComienza ellaEstaba donde mismo, esperando a que Isabel apareciera, y cuando lo hizo fuimos dentro de la discoteca, como siempre. Subimos…
  Pongo  daescansar el video porque mis pensamientos son tan fuertes que suenan sobre la voz de Vivian.
Ellas dos en verdad se veían de nuevo. Pero, ¿Por qué lo ocultaron?
Me quedo unos segundos así hasta que pongo play de nuevo.
--…al despacho de arriba. Como la vez anterior. Ella me dio las pastillas, yo le di el dinero…
Pausa.
¿Qué demonios? ¿Pastillas… qué?
Las pastillas.
En verdad, en verdad, eran de Isabel. ¿Las vendía? ¿Por qué? Ni siquiera son drogas, son sólo…. Ni siquiera sé que son. ¿Las vendía a Vivian? ¿Por eso se vieron de nuevo? ¿Por qué Vivian querría comprar eso?
Las preguntas corren salvajes por mi mente y yo me paro, recordando a los chicos preguntarme si en verdad yo había buscado.
No, lo había hecho.
A oscuras (Porque no me molesté en prender las luces cuando llegué) voy al sótano sin aliento y prendo el foco  colgando en el techo que juro que uno de estos días se va a desprender. Miro al suelo, en el punto donde encontré las pastillas. Y observo con paciencia. Observo. Y observo de nuevo.
Y no hay nada.
Ni detrás de las cajas con disfraces de Halloween ni en ningún lado.
No hay nada.
Doy un pisotón al suelo con frustración. Es entonces cuando oigo rechinar. Doy otro pisotón. Otro rechinido.
Bingo.
Me tiro al suelo y me apoyo con las manos, haciendo presión. Rechina de nuevo. Meto las uñas largas en la tabla suelta y tiro hacia arriba. Me rompo una uña, pero logro sacarla.
Y cuando me asomo, maldigo a mi hermana una y otra vez.
Hay bolsas con miles de pastillas dentro. Esas pastillas detestables y horribles.
Me quedo ahí un segundo, pensando en el hecho de que mi hermana vendía drogas. Y que se las vendió a su mejor amiga.
¿No se supone que era una chica buena? ¿Qué era tímida, inteligente y dañada? Una perra total.
Tomo una de las bolsas para Graham y Alex y pongo la tabla de nuevo en su lugar. Voy de nuevo al despacho pisoteando y pongo play.
--…entoncesContinúa Vivian en la pantalla--, miré por la ventana y la vi por la ventana. E-ellaTartamudease había colado en el auto de Isabel. Ella no se dio cuenta. Estaba ahí parada, buscando a Isabel en la multitud. Cuando Isabel la vio, dios, se disgustó tanto.
  ¿Qué? ¿Quién? ¿Quién estaba ahí? ¡Vivian tonta! ¿Por qué no dices nada útil?
--Isabel me dio rápido las cosas y se fue a buscar a Cassidy.
Espera. Espera. ¿Qué? ¿Me fue a buscar?
--…Pero ella no podía encontrarla. Así que pensé que iba a necesitar mi ayuda, no sólo para encontrarla sino para que la tranquilizara. Ambas sabemos cómo es Cassidy. Estaba asustada por estar en una discoteca llena de personas borrachas y sudorosas, pero también porque ella ya se había dado cuenta de que su hermana mayor se había metido en algo. Al final yo la encontré, tropezando con personas. La tomé del brazo y la llevé hasta Isabel. Nosotras pudimos haber mentido, ¿Sabes? Pudimos haber dicho que nos fuimos de fiesta, que éramos amigas de nuevo, pero entonces éste tipo se le acercó y le dijo que quería comprar pastillas. Cassidy vio la bolsa en mi mano y a nosotras dos juntas. Y juro que tanto Isabel como yo supimos. Supimos que ella sabía que Isabel estaba vendiendo. Dios, ella se volvió loca. Así que Isabel tuvo que darle una.
  Pongo stop  al tiempo en que ella hace una pausa para tragar saliva, porque no puedo escuchar más de esto.
Están hablando de mí, pero es una locura. ¡No recuerdo nada de eso! ¡No es verdad!
¡No es verdad!
 Recargo mi cabeza en el mueble y respiro profundo repitiendo las mismas palabras en mi mente.
Yo no estaba ahí. Yo no estaba ahí. No estaba.
Las palabra corren por mi mente y me detengo cuando el sonido de la puerta al abrirse me llama a la realidad.
Dios, estaba tan trastornada que no he oído el auto de David.
Reúno todo de mí para bajar las escaleras con una sonrisa para mi dañada madre. Sólo que abajo no hay nadie. Me doy la vuelta. ¿Dónde están?
Estoy segura de que los oí entrar.
Me dirijo hacia la cocina, dónde la puerta del sótano está abierta. Ni siquiera la cerré. Me acerco y la cierro con un suspiro y me giro.
 Y ahí está ella, apoyada contra la isla y comiendo una natilla de vainilla.
El aliento se me atora en la garganta al verla y mis huesos se debilitan.
Su nombre se desliza de mis labios con un toque de incredulidad y las lágrimas se me acumulan en los ojos.
--¿Isabel?
Ella sonríe y baja la cuchara de su boca, poniéndola en la isla, dónde están todas las bolsas de pastillas.
--¿Por qué lloras, mi cielo? ¿No extrañabas a tu hermana mayor?



--Sthep Stronger.

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