martes, 25 de septiembre de 2012

Mine, capítulo 43.


Mine, capítulo 43. "Fácil y Correcto".

Mis botas vaqueras (Regalo de Luce de hace dos años, en un intento porque me vea mejor) suenan por el pasillo del hospital mientras avanzo dando zancadas. Mi pelo recogido en un moño a lo alto de mi cabeza empieza a desmoronarse. Mi rostro no tiene maquillaje. Me empiezan a lagrimear los ojos. Esto pasa cuando me levanta el sonido del teléfono y mi madre suena por la otra línea histérica cuando estoy tomando una siesta. Solo tuve tiempo para agarrar mi bolso y marcharme.
  --¿Qué sucede?--Grito, cuando estoy a unos metros de ella.
Está sentada en una silla azul incómoda de hospital, con las piernas cruzadas. Parece muy tranquila.
Unas enfermeras me miran con cara de "Callate", pero las mando al carajo.
--Hola, cariño.
Me paro en frente de ella. Me inclino un poco hacia el frente.
--¿Qué...? ¿Qué pasó? Hace quince minutos estabas histérica en el teléfono.
Ella me señala el asiento a su lado.
--Siéntate.
La miro, confusa.
--Vamos, Lena.
Aturdida, aliso mi vestido blanco que me llega un poco más arriba de las rodillas, toqueteo mi bolso y me siento, y doblo las piernas como ella, pero no hay nada elegante en mí.
--¿Mamá?
--Estuve pensando...--Murmura.
--¿Qué estuviste...? ¡Ya, dime! ¿Quién murió? ¿Porqué me llamaste histérica para venir a un hospital? ¿Y porqué luces tan calmada? ¡Me has metido un susto de muerte!
Agita la cabeza.
--Siento eso, cariño. Es sólo que tenía que hacerte venir.
--¿Tenías que hacerme venir?--Recalco.
Asiente.
--No encontraba otra manera.
--¿Para qué?
Pero ella no me contesta, ya que una doctora se para en frente de ella, a unos metros y le dice que está listo.
¿Qué está listo?
--Gracias--Dice mamá, y se para.
Me paro a su tiempo.
--¿Qué está listo?
Se da la vuelta, pero toma mi mano, empujándome con ella mientras camina.
--Tienes que verlo.
Casi me tropiezo con mis botas mientras camino.
--¿Ver qué?
--A tu padre.
Freno en seco. Se me cae el bolso y me toma unos segundos de más agacharme por ellos.
--¿Qué?
--Ya te lo dije.
--Mamá.
Ella suspira y me empuja hacia otra puerta donde hay una persona en un escritorio. Saca su cartera.
--Quiere verte.
Me pongo en jarras.
--Pero yo no quiero verlo a él.
Mamá no me hace caso y saca una credencial. Se la da a la muchacha pelirroja que está sentada en la mesa.
--¿Lena Bailey?--Dice, mirándo de mi madre a mí.
La miro.
--Soy yo...
Entonces entiendo que mi madre le ha dado mi credencial. Me giro hacia ella.
--¿Robaste mi credencial? ¿Qué pretendes?
--Hacer lo correcto.
--¡Pero no es lo correcto!
--¡Sí lo es!
Mi madre toma mi mano y me jala hacia los elevadores. Me mete en ellos, aunque yo hago todo lo posible para librarme. Mi chongo finalmente se deshace y la liga cae sobre mis hombro. La tomo furiosa, y miro a mi madre, con lágrimas de furia en mis ojos.
--¿Porqué me estás haciendo esto?--Le chillo.
Ella aprieta un botón en el elevador.
--¿Y cómo sabes exactamente a dónde ir? ¿Lo has venido a visitar antes? ¿Cómo me haces esto?
Como una niña chiquita doy una patada al piso del elevador.
--Estoy haciendo esto porque te quiero. Necesitan hablar. Esto ha estado carcomiendote por años. ¿Qué crees que no me he dado cuenta?
 Pongo las manos en mi cuello, porque no sé qué decir.
 Sólo quiero marcharme.
Entraré en pánico en cualquier momento.
--¿Qué esperas de mí?
--Que hables con él.
El elevador se abre.
--Nunca te perdonaré esto--Murmuro, con la esperanza de que mis palabras la hagan retroceder.
Sin embargo ella suspira hondo, y dice:
--Lo sé.
Me toma del brazo y me saca del elevador.
Me aferro al suelo del pasillo y me quedo clavada allí.
Hay unas cuantas personas en el pasillo, esperando para ir a las habitaciones de los enfermos. Algunos me miran, pero yo estoy perdiendo mi mente lo suficiente como para no devolverles la mirada.
--No hagas esto--Suplico, con mi voz ronca.
--Lena.
--¡Arruinarás mi vida!
De acuerdo, el pánico ya está llegando.
--¡Mamá! Por favor, por favor, por favor...
--Cariño, por favor, tú.
--¡No!
Me encojo y me siento en una silla. Pienso que ella me va a obligar a levantarme, pero en cambio se sienta a mi lado. Suspira. Pone una mano en mi pierna.
--Esto es traición--Rezongo.
Acaricia mi pelo.
--Sólo habla con él.
--No puedo.
--Sólo tienes que intentarlo.
--No puedo--Rezongo de vuelta.
--Vas a entrar allí e intentarás hacerlo bien--Dice, finalmente.
Pero me niego.
--No puedo.
Ella señala una puerta a unos metros de distancia.
--Estaré esperando aquí.
Pero no me muevo.
--No nos iremos hasta que lo hagas. Y vendremos el día siguiente, y el siguiente, y el siguiente. Hasta que lo hagas.
Cubro mi rostro con  mis manos.
--Es demasiado--Chillo, bajito.
--Sé que podrás manejarlo.
--No lo comprendes, no puedo.
--Sí lo puedes.
Me da una palmada en la espalda y me hace levantarme. Miro la habitación. 189.
 El número del infierno.
Parpadeo.
Siento la necesidad de correr.
 Escucho a mamá contestar el teléfono y alejarse unos cuantos pasos.
 Y escucho también una voz a mi espalda, chillona.
--¿Porqué no puedo hablar con ella? ¡Si ya está aquí!
--Te digo que no--Rezonga otra persona--Hazme caso.
La niña de la voz chillona rezonga. Cuando me doy la vuelta para ver, Oliver está medio jalando a Cariba a la otra dirección, pero Cariba se queda clavada en el suelo.
 Cuando siente mi mirada, se queda mirándome fijamente. Oliver también me mira. Y la jala lejos de mí.
¿Tal vez ha cambiado su opinión y no quiere que me acerque a su hermana?
 Yo también me quedo mirando a la niña. Y simplemente ya no puedo apartar mi vista, porque no he tomado una decisión; Si aparto la vista de la niña, la ignoraría. En otras palabras, lo tomaría como rechazo. Si la saludo, entonces sería aceptarla. Pero sí me quedo mirándola, sólo lo estoy aplazando.  
  Así que sí, me quedo mirándola, esperando que se me prenda el foco para decidir qué hacer.
--Hola--Murmura la niña.
Miro a mamá, que está por allá contestando una llamada, ignorando que su hija está en un aprieto.
Considero sonreír e irme, fingir que no ha pasado, pero...
  Es suficiente.
Tengo que enfrentarlo.
Ya no puedo esconderme.
Suspiro, mientras veo como la niña mira hacia arriba, hacia mi cara, retorciendose esa falda brillosa que parece ser su favorita.
Luce adorable.
--Hola.
La nena se pone más nerviosa aún. Se pone roja y empieza a retorcerse la falda un poco más. Oliver la toma del brazo.
--Vas a llegar tarde.
Ella se gira hacia él, repentinamente enojada.
--¡No importa, voy todos los días, no se hace nada!
Él aprieta la mandíbula.
--Te suspenderán.
--¿Vas a clases por las tardes?--Le pregunto, con una voz suave.
Ella asiente, nerviosa.
--De ballet, está como a tres cuadras de aquí.
Se empieza a mover de un lado a otro, mientras me mira, como si fuera una especia de show. Sonrío.
  Es completamente adorable.
Oliver le toma de la mano. Lo miro.
--Está bien, Oliver--Digo.
Parece sorprendido. Vacila.
--¿Está bien, qué?
--No tienen que marcharse.
Vacila de nuevo.
--¿Segura?
Asiento. Pero luego agrego:
--No en verdad, pero no lo puedo seguir aplazando.
Duda de nuevo, pero al final se queda atrás de Cariba, viéndome. Y Cariba no deja de mirarme desde abajo.
--¿Sabes quién soy?--Le pregunto.
Sus mejillas vuelven a encenderse y río. Asiente.
--¿Y sabes quién soy yo?--Pregunta, tímidamente.
Asiento. Abro la boca para decir algo, pero mi madre me llama desde atrás.
--¿Lena?
Entro en pánico. ¡No puede verlos!
--¿Porqué no has entrado?--Me recrimina mamá.
Retrocedo. Me agacho hacia la niña:
--Me tengo que ir. Nos vemos después, ¿Está bien?
Sus mejillas se encienden aún más y ahogo una risa.
Miro hacia Oliver.
--Hablamos después.
Intento ocultarlo, pero puedo ver que supone un alivio para él que yo dijera esas palabras. Y supone una sorpresa para mí que de repente sea tan madura.
  Mamá estaría muy orgullosa de mí, si supiera.
Pero el "Si...", no existe.
 Miro hacia mamá, que camina hacia mi viendo la pantalla de su celular.
--Hazme un favor; Salgan de aquí. Si no tendré que explicar muchas cosas--Murmuro a Oliver.
 Él me mira extrañado un momento, pero luego toma la mano de Cariba.
--Vamos, se te va a hacer tarde.
La niña parece complacida, de hecho, mientras se aleja mirándome. Le sonrío amablemente.
 Volteo a mamá al tiempo en que ella alza la mirada del celular y me mira.
--¿Qué haces?--Dice--Lena, tengo una hora antes de regresar al trabajo, así que entra ya.
 Suspiro y miro la puerta.
   Entonces he decidido que voy a hacer una persona madura. Tengo que enfrentar lo que pasa, no esconderme. Ya no es una posibilidad. No hay vuelta atrás. Pero en cuanto toco la perilla de la puerta, me doy cuenta de que las cosas eran más fáciles cuando yo era una adolescente...Hace un minuto.
   Pero "Fácil", no  significa "Correcto".

--Sthep Stronger.

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