miércoles, 6 de noviembre de 2013

Red Thread. Chapter IV


IV

-¿Me estabas siguiendo?- dije seriamente, mientras caminábamos por la acera.
Ian había hecho que me quitara los patines según él "por mi propia seguridad", para luego quitarse sus zapatos y dármelos.
Fue un gesto lindo, pero lo mas normal hubiera sido que me diera su chaqueta en vez que sus zapatos, que me quedaban excesivamente grandes, claro.
-No, resulta que para llegar a mi casa tengo que irme por aquí, también. Solo fue una coincidencia.
-¿Y el que te tropezaras conmigo también lo fue?- dije un tanto escéptica.
-No, eso no fue una coincidencia.
Entrecerré los ojos y lo miré.
-Eres un idiota.
El se rió.
-¡Oh, vamos! Sabes que es una broma.
Gruñí bajito.
-No se que esperar contigo.- dije.
-Lo mismo digo.- contestó.
Este chico me sacaba tanto de mis casillas, que me daban ganas de arrancarle la cabeza.
-¿Porqué me quieres acompañar a casa?- dije
-Bueno, tuviste un pequeño incidente por mi culpa, así que es lo menos que puedo hacer.
Arqueé una ceja.
-¿No será que quieres saber en donde vivo para después secuestrarme y luego violarme?- pregunté
-Neh, tu no me gustas para éso.- dijo simplemente encogiéndose de hombros.
Reprimí una carcajada.
-¿Y para qué te gusto, entonces?
Me miró y sonrió.
-Para caminar contigo a las..-miró su reloj.- casi dos de la madrugada por la acera de un pueblo costero.
Puse los ojos en blanco.
-¿Sabes? A cualquier chica le daría miedo ir caminando por "la acera de un pueblo costero" con un chico que apenas conoce, a las dos de la madrugada...
-¿A ti no te da miedo?- dijo arqueando una ceja.
-No
Sonrió.
-¿Sabes? Podría ser un secuestrador que viola a chicas castañas.-dijo apuntando el color de mi cabello.
-Si intentas algo, tienes que saber que puedo incrustar tu nariz en tu cerebro y sacarte los ojos.- dije inocentemente.- Por no mencionar una dolorosa patada en la ingle...
Sonreí dulcemente.
-Podría inmovilizarte con la toalla de llena de cloroformo que traigo en este momento en mi bolsillo trasero.- dijo de todos modos.
Lo miré.
-¿Es enserio?
Se encogió de hombros.
-Eres un idiota.- dije riéndome mientras negaba con la cabeza.
El se unió a mis risas y así terminamos hablando un buen rato de cosas sin importancia y haciendo bromas estúpidas.
-Tus zapatos ya me cansaron, iré descalza.- dije mientras me los quitaba.
Ian me miró con los ojos entrecerrados, desafiándome.
-De ninguna manera, te pones mis zapatos o te subes a mi espalda...
Abrí mi boca y luego la cerré, incrédula.
-Pero de ninguna manera te vas descalza.- continuó.
Resignada, le dí sus zapatos y me subí en su espalda.
Casi podía ver su sonrisa en su rostro.
-Eres un idiota, no entiendo por que no puedo ir con mis patines o por que no puedo ir descalza.- gruñí cerca de su oreja.
Comenzó a caminar y yo me apreté mas a su espalda, enroscando mis brazos y piernas en su cuerpo.
-No puedes ir en patines por que te podrías caer otra vez, y no puedes ir descalza por que te lastimarás tus pies.- dijo
Apoyé mi cabeza en su hombro.
-Pero tu ibas descalzo hace un minuto.- rezongué.
-Pero yo soy hombre, no uso zapatillas ni cosas así en donde tenga que lucir mi fantástico y sensual pie.
Cierto.
Pasaron unos 10 minutos cuando comencé a sentirme incómoda por el hecho de ir en su espalda y traer vestido.
Me mordí el labio.
-Ahh, ya llegamos.- dije al pasar por una extraña casa color gris.
-¿A dónde?- dijo mientras se paraba.
Yo me solté y me bajé de su espalda.
-A mi casa.- dije poniendo los ojos en blanco.
El miró la casa y arqueó una ceja.
-No es tu casa.
-Claro que sí.
El negó con la cabeza.
-¿Cómo puedes probar que no es mi casa?- dije un poco enojada.
-Por que ésa casa es la mía.-contestó seriamente.-Ahora sube a mi espalda.
Mierda.
Me puse roja de vergüenza.
Obedecí sus órdenes todavía avergonzada.
Ya que estuve en su espalda hundí mi cabeza en su cuello, otra vez.
-¿Enserio es tu casa?
-Nah
Erguí mi cuello y abrí los ojos.
-Eres un idiota!
El se rió.
-En lo que llevamos juntos esta noche, me haz dicho 10 veces que soy un idiota.
-No sabía que las contabas.- dije sonriendo.
Un rato después y varias conversaciones triviales, ya estábamos en la entrada de mi casa.
Sonreí.
-Gracias por acompañarme hasta acá.
-A sido un placer, descubrí que me gusta hablar contigo.
Me mordí el labio.
-Seh, a mi también.
-¿También te gusta hablar conmigo?
-No, me gusta hablar conmigo, también.- dije frunciendo el ceño.
El intento morderse el labio, pero no funcionó y se soltó riendo; yo no aguanté y también me reí junto a él.
Cuando no aguantamos el dolor de estómago de tanta risa, paramos.
Ian negó con la cabeza, sonriente.
-Eres increíble.
Sonreí.
-Eso es lo que dicen.
Ian me dio mis patines y yo le agradecí con la mirada.
Nos miramos incómodos.
-Mmmh, adiós.- dijo él.
Me rasqué la ceja con el dedo meñique.
-Adiós, nos vemos luego.
Me acerqué a él y le di un pequeño beso en la mejilla, el sonrió.
Caminó por la acera, alejándose mientras lo miraba.
-¡Idiota!- le grité.
El se dio la vuelta y caminó de espaldas, mirándome.
-¿Si?- gritó de vuelta.
-Enserio, hay que vernos luego.
El me guiñó y siguió su camino, perdiéndose entre la oscuridad y la espesa neblina que hasta ahora había notado.
Abrí la puerta sonriente, pero pronto se desvaneció al encontrarme con Luca, papá y mamá mirándome con una ceja alzada.
¿No había llegado tan tarde, cierto?

-LizzieG

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