Reckless. Capítulo 13. "Una gran estúpida".
Me recargo en mi silla y asiento.
La señora Jordan se recarga también en su asiento y sonríe suavemente. Aunque tal vez yo no debería llamarla “Señora”, quiero decir, tiene como… ¿Veinticinco? No es muy mayor que digamos. Ella podría ser mi hermana mayor.
No le contesto.
Miro el reloj en su escritorio.
Aunque no lo creas, soy muy buena para eso de la psicología. Tal vez tenga que ver con el hecho de que la psicología tiene que ver con manipular y jugar con la mente. Implantar algunas ideas por ahí, eliminar otras por allá y listo. Es por eso que sé que cuando miro al reloj ella piensa que estoy contando el tiempo, y sé que piensa que tiene mucho trabajo por delante. Y cuando suspira y desliza los ojos atrás de mí sé que está viendo la pequeña tabla a mis espaldas dónde tiene anotados iníciales y horas. Que puedo deducir que son nombres de pacientes y horas de consulta.
Soy como El Mentalista, solo que más genial y con mejor cabello.
Bueno, ya, que eso se llama exagerar. No tengo ni la menor idea acerca de todas las cosas que acabo de decir, pero al menos pienso que tengo razón.
Pero, bueno, soy muy buena en toda esta porquería, de cualquier manera.
Pero ella también es muy buena. De seguro también ve El Mentalista.
Suspiro. Ya venía sabiendo yo que perderme los últimos tres capítulos me iba a afectar.
Pero Jordan ya ha sonreído y se ha levantado. Ella abre la puerta de su clínica y sale.
Y luego la puerta se vuelve a abrir.
Jordan me sonríe de nuevo desde la puerta. Aparta algunos mechones de pelo rubio que se han caído desde su muy bien elaborado peinado en lo alto y se sienta de nuevo enfrente de mí.
Y me extiende la mano.
Estrecho su mano (de nuevo) con una ceja alzada y pienso que tal vez yo no soy la única que en su juventud fue a un psicólogo. En su caso, tal vez, un psiquiatra.
¡No hay manera de que ella pueda ser fan de El Mentalista también!
Se detiene, como advirtiéndome que sea amable. Pero luego vuelve en “Su nueva yo”.
Casi la mando a freír espárragos (De nuevo) pero recuerdo a Charlie. Ese pobre desgraciado no tiene la culpa de que yo esté tan dañada, quiero decir… Tengo que darle un respiro. Y si esto significa eso… Pues bueno.
Ella es una birria de manipuladora, honestamente. Quiero decir, ¿Cómo me dice eso si ese fue el problema? ¡Se supone que me tiene que sacar cosas!
Me quedo callada, sólo esperando. Así que toma el primer paso.
Enserio. Ella es horrible.
Pero bueno. Está bien.
Muy bien. ¿Qué mencionar de mi no-novio Harry?
Entonces mis mejillas prenden en llamas. No literalmente, claro. Pero puedo jurar que siento como me caliento y me ponga roja. Por ese beso.
Jordan se acomoda en la silla y pone sus codos en el escritorio de madera clara como si fuera una adolescente a punto de sacarle el chisme a su mejor amiga sobre el chico que le gusta.
¿Cómo demonios obtuvo su título? ¡Es como ver una versión mala de Josselyn!
Josselyn.
Sunny.
Mi ánimo baja.
Frunzo el ceño.
Me doy cuenta de que hay muchas cosas de las que me gustaría hablar libremente. Cosas que no comprendo por mi cuenta. Cómo la cosa que sentí cuando Harry me besó, lo cual fue como, súper tierno. Y luego la depresión que me trae Josselyn. Y luego están los celos, que provienen de Sunny. Mamá, con su comportamiento de “Vamos a fingir que no te abandoné a ti y a tu hermano y que las cosas están bien entre nosotras de nuevo”. Charlie, por la culpa que siento por robarle su vida. Y Kimera. Porque a veces siento que no puedo ayudarla, cuando presiento que está más jodida que yo.
Cosa que es mucho decir.
Pero cuando miro al rostro la doctora Jordan, sé que no puedo permitírselo contárselo.
Aunque, tengo que hacer algo, por Charlie.
Creo que hablar sobre Harry está bien.
¿Lo está, verdad?
De repente la expresión infantil en el rostro de Jordan desaparece. Mira hacia la puerta.
ENSERIO: Ella debería ver El Mentalista. Aprendería demasiadas cosas útiles.
Jordan sonríe.
Asiento.
Se encoge de hombros.
Yo ya había escuchado eso antes.
Suspiro y asiento.
Asiente, con la pluma en su barbilla.
“Porque no te interesa saberlo, por eso”
No contesto.
Se encoje de hombros.
Y entonces es esa adolescente de nuevo.
Pero yo también lo soy, al final de cuentas. ¿Qué puedo decir o hacer? Me ruborizo hasta la raíz de mi cabello, eso hago. Tartamudeo un poco, eso digo.
Miramos juntas las paredes de cristal ahumado. O al menos parece que son de cristal.
Sacudo mi cabello.
Sonríe amablemente y gira de un lado a otro en la silla giratoria. Qué bueno que la mía es estable, porque si no ya estaría dando vueltas como una niña en un nuevo vestido de princesa color de rosa.
Jugueteo con las pulseras en mi muñeca.
Bueno, que tal vez ella es una birria, pero como adolescente, completamente pasa.
Frunce el ceño.
Me arrepiento al mismo momento en que sale de mi boca. Pero supongo que no hay vuelta atrás.
Sacude la cabeza.
Pone un dedo sobre sus labios.
Suspiro y asiento.
Sigue dando vueltas en silla giratoria.
Tengo que voltear mi cara para ocultar la pequeña sonrisita que muestro.
Cuando estuve según yo enamorada de Max, yo era como la estúpida más grande. Con Harry estoy de la misma manera.
Supongo que cuando se trata de amor soy completamente estúpida al respecto.
No, no, para. ¿Desde cuándo Harry entra en el contexto “Amor”?
Pongo las manos en mi cabeza.
Sonríe, con esa sonrisa de “Yo sé mejor que tu y soy grandiosa”.
A lo mejor sí ve El Mentalista. Quizá Doctor House. ¿Sherlock Holmes? No, ese es un nivel muy elevado. Ni siquiera yo.
Es buena. ¿Quién lo diría?
Asiento.
Ella asiente.
Asiento y la señalo con el dedo.
Ella asiente.
Me quedo callada.
Niego.
Ladea la cabeza.
Ella frunce el ceño y me vuelve a apuntar con la pluma, esta vez de una manera un poco más amenazante.
Alzo las manos, en señal de rendimiento.
Ladea la cabeza de nuevo y baja la pluma.
Jordan se encoge de hombros.
Ella me acompaña a la puerta. Veo que su mirada se desliza hacia la tabla en la pared. Cuando pongo atención descubro que mis iníciales están ahí. “R. E. S.” Ridley Elizabeth Sutton. Y ahí está la hora en que entré. Debajo de mí están dos letras. “K.C”.
Sonrío al pensar que yo tenía razón.
¡Soy tan genial!
Sonrío amablemente, pero no contesto.
Cuando estoy fuera de la habitación me preguntó por qué demonios hablé tanto. Supongo que ella tiene su propia magia. Quién lo diría.
Cuando la puerta se cierra detrás de mí, cruzo el pasillo y abro la puerta que conduce hacia el vestíbulo.
Harry está sentado ahí, con sus audífonos puestos y un cuaderno en sus rodillas. Está escribiendo. Me planto enfrente de él, intentando no ser una gran estúpida.
Algo me emociona en la manera en que mira hacia arriba inexpresivo, pero al ver que soy yo, sonríe. Y como que su sonrisa abarca toda su cara.
Se quita los audífonos y se levanta.
Asiento.
-Sthep Stronger.
No hay comentarios:
Publicar un comentario