Taken. Capítulo 7.
“Es tarde”.
Eso es lo primero que pienso esta mañana cuando despierto. Mi alarma sí sonó pero la apagué para poder dormir otros cinco minutos y ya ha pasado media hora. No tengo tiempo para elegir apropiadamente mi ropa ni para peinarme, y no tengo idea de cómo voy a hacerme el maquillaje. No es mucho, sólo el polvo y el rímel, pero como he dicho, no tengo tiempo. Diablos, no sé si quiera si tengo tiempo para desayunar.
Me tropiezo por toda la habitación sintiendo que me voy a desmayar porque dormí exactamente dos horas y trece minutos. Me siento tan, tan cansada. Tan cansada que ni siquiera me molesto en apagar la lámpara con la que dormí. Probablemente se fundirá el foco, pero no me importa.
Jalo la pijama y la saco por mi cabeza. Batallo con el sujetador, pero cuando finalmente lo tengo puesto me agacho para buscar mis pantalones de mezclilla en el cajón.
Otro día sin dormir. Otro día como zombie.
Doy la vuelta para ver a Maggie ahí parada en la puerta y cubro mi pecho con el pantalón dando un gritito.
Puedo notar la broma en su tono y reiría con ella si no estuviera tan cansada.
Maggie cierra la puerta detrás de ella y yo me dejo caer sobre la cama. Me quedo ahí por unos cinco segundos antes de levantarme y meterme el resto de la ropa. Aún sigo ajustando mi blusa roja de tirantes y el delgado sweater (que uso encima para que nadie vea mis cicatrices) cuando bajo las escaleras.
Todos están haciendo sus cosas. Supongo que Marcus ya se fue y no sé dónde esta Nina, pero Maggie ya está haciendo sus cosas. Incluso Ally ya está ahí.
Maggie le reprende, pero yo río.
En el porche trasero, Nina toca el claxon desde un carro diferente, uno que no reconozco. Agita las manos sobre su cabeza con impaciencia.
Maggie aparece y nos da bolsas de comida.
Ally sonríe diabólicamente y sale por la puerta, poniendo su mochila rosa en su hombro.
Levanto la ceja, esperando que me del aviso.
Tomo mi mochila y la pongo sobre mi hombro, pero no dejo la taza sobre la madera clara de la isla. Todavía lo necesito.
Maggie parece preocupada por mi comentario.
Hay tantas cosas mal en lo que ha dicho que apenas puedo fingir mi desagrado. Se da cuenta, y se pone pálida.
La dejo ahí en esa lujosa y bonita cocina, pensando que ha cometido el error más grande. Ha cometido un error, sí. Pero fue al pensar que mi juventud fue lo más fácil de mi vida. No, cuando tenga ochenta años y mire atrás en el pasado, mis mejores años van a hacer los tiempos en que me mataba horas trabajando en un escritorio para poder pagar la luz y el agua, sin ningún arma apuntando cualquier parte de mi cuerpo o una familia que no sabe qué hacer conmigo porque soy el bicho más raro en el mundo de los bichos raros. Una vida aburrida y predecible.
Eso, es el paraíso.
ﮪ
Levanto mi cabeza del mesabanco y miro arriba.
Una chica menuda como yo de pelo oscuro como yo. Ahí terminan las posibles similitudes. Ella es alta, muy alta. Probablemente yo le llego al pecho. Tiene unas botas hermosas de tacón que yo nunca me pondría porque me da miedo irme contra el piso. Y es guapa. No es que crea que yo sea fea, pero la última vez que chequé mi pelo seguía igual de delgado, mis ojos un poco demasiado grandes y mis mejillas estaban eternamente rojas. Cosas que me gustaría corregir.
Pero bueno, había muchas cosas en esta vida que me gustaría corregir.
La chica sonríe.
Frunzo el ceño.
Ella asiente y señala el pizarrón. Escrito en letras cursivas en rojo estaba el nombre del experimento de química avanzada.
Aisslin pone sus cosas en el asiento enseguida de mí y se sienta.
Le sonrío.
Sonrío.
Sacude la cabeza mientras empieza a anotar las letras en la pizarra. Como no quiero parecer una perdedora frente a alguien tan inteligente, le imito.
Levanto mi cabeza.
Reímos tan fuerte que el profesor encargado nos manda a callar con una mirada peligrosa y nos pone tarea extra. Sin embargo, Aisslin aún me sonríe e intercambiamos números.
De acuerdo. Tal vez no es tan malo.
Tal vez no todo ha terminado.
ﮪ
Me caigo del sueño.
--Oye, ¿Estás bien?
No termino de meter el té en mi taza cuando veo a Dan.
--No te ofendas, pero, ¿siempre estás aquí? ¿No tienes una casa a la
cual ir?
Hace la maña que he notado de poner sus manos en sus bolsillos y me sonríe.
--No me ofendo. Pero es más divertido molestar a Nina y a Ally. Me gusta
estar con ellas.
--Me alegro que mi desaparición al menos haya beneficiado a alguien—Murmuro
con amargura.
Después es cuando me doy cuenta de lo que he dicho. Después de ver su rostro oscurecerse.
--Oh, carajo. No me hagas caso. No he dormido nada.
--Nadie nunca quiso que esto pasara—Dice muy serio.
--Lo sé, lo sé. Lo siento. Soy sólo una inadaptada social. Olvídalo. Lo
siento.
Meto finalmente la bolsita de té en mi taza y me doy la vuelta para subir a mi habitación para hacer la tarea extra y luego morir en mi cama. Si puedo. Generalmente cuando esto pasa, no me deja en paz por un tiempo. Es un infierno.
Paso enfrente de él y entonces él me toma del brazo.
Mi taza cae y se hace añicos en el suelo, el líquido derramándose en el suelo. Y yo, yo me pego contra la pared de un salto, lastimando mi hombro en el acto.
--¿Pero qué crees que haces?—Le pregunto en un grito.
Él intenta acercarse a mí pero yo intento retroceder, sólo que topo con pared y mi pie se resbala, llevándome al suelo de golpe. Entonces lo siento: Los afilados pedazos de cerámica pasando por mi piel. Y la sangre, en mis manos. Y en el suelo.
El dolor me hace pensar en todo el dolor físico anterior. De pronto mis muslos y mis muñecas empiezan a doler, de nuevo. Incluso mi quemada y maltratada espalda.
--Dios, Liv. Lo siento tanto. No fue mi intención asustarte.
Pensé…pensé…
Miro hacia arriba, hacia su rostro con furia.
--¿Qué? ¿Pensaste que eras el chico que ayudaba a la chica rota en las
películas para que superara sus traumas? Por favor, no puedes ser así de
ingenuo.
Se queda perplejo.
--Yo… La otra vez, en el tejado…
--Me ayudaste. Pero yo sabía que lo ibas a hacer. No sabía que entonces
te sentirías con el derecho de saltar por ahí sobre mí.
Me mira, con arrepentimiento y confusión.
--Pero… parecías manejarlo tan bien. El contacto. Y ahora, te toqué
suavemente. Yo…
--Pero aun así me asusta. No puedes ayudarme, Dan. No puedes simplemente
borrarlo.
Ahora parece afectado.
--Pero quiero ayudarte. No es justo.
--A veces la vida no es justa.
Tiemblo mientras intento levantarme. Tengo miedo de mirar de nuevo las heridas en mis manos, porque sé que voy a recordar cosas que no quiero recordar.
--Déjame ayudarte.
Agito mi cabeza.
--Puedo hacerlo sola.
--Sé que sí. Pero no puedo quedarme aquí a mirar. Por favor, déjame
ayudarte.
Me quedo parada ahí, mirándolo.
--¿Por qué? ¿Por qué eres tan amable conmigo? ¿Por qué haces esto por
mí?
--No creo que sea justo. Que hayas pasado por todas las cosas que
pasaste. Es una mierda. Tal vez tienen razón sobre mí; Tal vez soy un mujeriego
que es un perdedor, como dice Nina, pero… Sé que no es justo. Quiero ayudarte.
Quisiera que alguien me ayudase si estuviera en tus zapatos.
--No necesito lástima.
--¡No es lástima! Soy plenamente consciente de que puedes hacerlo sola,
pero eso es simplemente una mierda. Déjame acercarme y curar tu mano.
No estoy segura si lo dejaría acercarse si no fuera porque no puedo ver los cortes en mi mano sin perderlo completamente. La sangre es lo peor. O no sé. En este punto, no sé qué es peor.
--Voy a tocarte, ¿Okey?
Asiento y lucho contra el impulso de salir corriendo. Cuando me toca, la ansiedad se dispara y mi corazón late erráticamente en mi pecho.
--Respira profundo. ¿Dónde están todos?
Respiro aire y contesto:
--En el supermercado.
Asiente y me dirige hacia la cocina. Moja un trapo y limpia mi mano un poco para quitar la sangre suficiente para ver y sacar los vidrios de mi mano.
--¿Te duele?
--Esa es una pregunta estúpida. Claro que duele.
Ríe. Y después, río con el.
Me hace la pregunta:
--¿Es esto tan malo?
--Un poco.
--¿Por qué?
--La ansiedad. El miedo. Me mata.
--Lo siento.
La única razón por la que no le grito es porque sé que no siente lástima, por su tono.
--¿Has pensado en buscar ayuda?
--Tuve un psicólogo. Quería tratar eso del contacto, pero no quería que
nadie me tocase.
Sonríe de la manera increíblemente arrogante en la que sabe cómo hacerlo.
--Hasta que yo llegué.
--Eso es porque eres terco como el infierno. Y muy raro.
Reímos juntos y siento un poco de presión abandonar mi pecho.
--Tú eres la que se sienta en una azotea a ver estrellas.
--Son un poco aburridas, si preguntas mi opinión.
--Sí, un poco.
Me quejo por el dolor repentino y me dice que lo siente.
--¿Por qué parece que no has dormido en días?
--Porque no lo he hecho.
Levanta las cejas.
--¿Por qué?
--A veces pasa. Está bien, es normal. Serán sólo como cuatro días.
Levanta la mirada de mi mano hacia mí, sorprendido.
--¿Cuatro días sin dormir? ¿Cómo es eso normal?
Me encojo de hombros.
--Sólo… pasa.
--Al demonio con eso. Es peligroso. Puedes morir. ¡Incluso yo sé eso!
Quiero que vayas a dormir ya.
Frunzo el ceño.
--¿Quién te crees que eres para decirme lo que tengo que hacer?
--Soy tu amigo.
Más tarde, recogemos juntos el desastre y él me sigue escaleras arriba. Se queda parado en la puerta a asegurarse de que me meta en la cama, pero le digo que aunque tengo sueño, no puedo dormir.
--¿Pero por qué?
--Hay veces que estoy muy asustada.
--Puedo quedarme contigo hasta que duermas, si quieres.
Dudo, pero al final me acuesto y me tapo hasta la barbilla, viéndolo sentarse en el camino de pasada desde donde estoy.
--Gracias. Sé que soy un desastre. Gracias.
--No eres un desastre.
--No tienes que mentir.
--Sólo estás asustada.
Siento que no voy a ganar esta batalla, así que me limito a agradecerle de nuevo.
Hablamos de todo y nada, y así me doy cuenta de que estuvo en natación tres años, que sus padres están divorciados, que es hijo único pero que tiene una prima que quiere como si fuera su hermana, que ella le hizo dejarla maquillarlo y que su mamá tiene una foto de eso en su computadora como fondo. Reímos un poco hasta que lentamente cierro los ojos y me dejo ahogar por el sueño.
ﮪ
Cuando despierto, es por un golpe en mi puerta. Dan ya no está ahí, y es porque ya es de noche. Puedo ver las estrellas brillando por mi ventana.
--¡Pasa!—Grito.
Nina asoma su cabeza cuando abre la puerta.
--Oh. ¿Estabas dormida? Lamento molestarte.
--Está bien.
Considero sentarme en la cama, pero estoy tan cansada que me quedo con la cara pegada en la almohada.
--Vine a dejarte esto—Levanta una taza en su mano—Es té.
Dan nos explicó lo que pasó en la tarde y pensé que te haría bien.
Nina lo deja en el buró enseguida de mí.
--Gracias. ¿Nina? ¿Te puedo preguntar algo?
--Claro.
Ella es tan dulce. Éste pensamiento me posee lo suficiente como para palmear el espacio de cama a mi lado, una clara invitación para que se siente junto a mí.
Ella al principio luce en shock, llena de sorpresa, como yo. Y no la culpo. Yo todavía realmente no termino de creérmelo.
Nina reacciona rápido y se sienta a mi lado, dispuesta a tomar lo único que puedo ofrecerle.
--¿Cuál es tu duda?
--Es sobre Dan.
Levanta las cejas. Tomo un respiro.
--¿Estás enamorada de él?
Se queda en blanco. Y luego estalla en risas.
--¿Qué? ¿De Dan? ¿Yo?—Ríe de nuevo—No me malinterpretes,
quiero al chico. Pero no hay manera de que eso pase en esta vida. ¿Por qué me
lo preguntas?
Me encojo de hombros.
--Es una pregunta que he tenido el mente desde el incidente de Tess.
Ella dijo que tú estabas siempre con él, y pensé…
--Oh, no. Solo me gusta molestarlo. ¿Esa era tu gran duda?
Niego.
--Una de ellas.
Ella pone sus manos sobre su falda morada y asiente.
--Dispara.
--¿Él es un buen chico?
Ladea la cabeza.
--¿Por qué lo preguntas?
--No sé. Es que siempre es tan amable conmigo y… No me siento cómoda
sabiendo que sabe mi historia.
Frunce el ceño.
--¿Qué te preocupa?
--Que le agarre cariño y que al final resulte ser el idiota que me dijo
Tess. No quiero que intente jugar conmigo.
--Okey. Mira, Dan… Es un idiota, sí. Pero un buen tipo de idiota. Y él
nunca lastimaría a nadie. Así que no tienes nada de qué preocuparte. Sabe sus
límites.
Alguien toca la puerta y la cabeza de Maggie sale cuando abre la puerta. Se sorprende cuando ve la poca distancia que nos separa y sonríe, y a mí me preocupa que se haga ilusiones.
--Hola, chicas. Nina, ¿Puedes bajar un momento? Quiero hablar con tu
hermana un segundo.
Nina me mira y sonríe mientras se levanta de la cama. Da un beso en la mejilla a Maggie en su camino de salida.
Maggie pasa sus dedos por su cabello castaño ondulado y me sonríe.
--¿Puedo acercarme?
No quiero. Pero tampoco quiero resultar grosera, así que tomo un gran respiro y me siento en la cama, empujándome a mí misma hasta la orilla.
Maggie se sienta en la orilla de la cama. Y la ansiedad crece. Me repito que es mi madre, que ella me ama, que nunca me heriría. Los músculos de mi cuerpo empiezan a relajarse lentamente, pero el estómago me da vueltas.
--No te enojes, ¿De acuerdo?
Dejo escapar el aire de mis pulmones.
--¿Qué pasó ahora?
--Esto de la cosa del contacto, cariño… No está bien.
Atraigo mis piernas a mi pecho y envuelvo mis brazos alrededor.
--Ya lo sé.
Levanta las cejas en sorpresa.
--¿Enserio?
--¿Crees que quiero ser de ésta manera?
Me mira y las comisuras de sus labios van hacia abajo.
--Lo siento, cariño. Yo… Después de lo de esta tarde, te reservaré una
cita con alguien que pueda tratar esto.
Abro la boca para replicar, pero no sale nada de mi boca.
--Okey.
Maggie deja escapar el aire dentro de sus pulmones con alivio.
--Dios, pensé que esto iba a ser más difícil.
--Honestamente, yo también.
Nos miramos y reímos. Y eso es como si de pronto hubieran quitado un peso sobre mis hombros. Tengo el impulso de inclinarme hacia ella y recargar mi cabeza en su hombro, pero me detengo.
Ella se levanta después de una última sonrisa y sale de la habitación. Cuando me termino de acomodar en la cama, como dos segundos después, ella vuelve a entrar a la casa agitada.
--Te hice la cita ayer. Vas el viernes. Lo siento.
Nos miramos. Le sonrío un poco para calmarla.
--Gracias.
Sale de nuevo y miro al techo. Me estoy quedando dormida cuando abro los ojos de golpe y miro al techo.
--¡La tarea!
-Sthep Stronger.
No termino de meter el té en mi taza cuando veo a Dan.
Hace la maña que he notado de poner sus manos en sus bolsillos y me sonríe.
Después es cuando me doy cuenta de lo que he dicho. Después de ver su rostro oscurecerse.
Meto finalmente la bolsita de té en mi taza y me doy la vuelta para subir a mi habitación para hacer la tarea extra y luego morir en mi cama. Si puedo. Generalmente cuando esto pasa, no me deja en paz por un tiempo. Es un infierno.
Paso enfrente de él y entonces él me toma del brazo.
Mi taza cae y se hace añicos en el suelo, el líquido derramándose en el suelo. Y yo, yo me pego contra la pared de un salto, lastimando mi hombro en el acto.
Él intenta acercarse a mí pero yo intento retroceder, sólo que topo con pared y mi pie se resbala, llevándome al suelo de golpe. Entonces lo siento: Los afilados pedazos de cerámica pasando por mi piel. Y la sangre, en mis manos. Y en el suelo.
El dolor me hace pensar en todo el dolor físico anterior. De pronto mis muslos y mis muñecas empiezan a doler, de nuevo. Incluso mi quemada y maltratada espalda.
Miro hacia arriba, hacia su rostro con furia.
Se queda perplejo.
Me mira, con arrepentimiento y confusión.
Ahora parece afectado.
Tiemblo mientras intento levantarme. Tengo miedo de mirar de nuevo las heridas en mis manos, porque sé que voy a recordar cosas que no quiero recordar.
Agito mi cabeza.
Me quedo parada ahí, mirándolo.
No estoy segura si lo dejaría acercarse si no fuera porque no puedo ver los cortes en mi mano sin perderlo completamente. La sangre es lo peor. O no sé. En este punto, no sé qué es peor.
Asiento y lucho contra el impulso de salir corriendo. Cuando me toca, la ansiedad se dispara y mi corazón late erráticamente en mi pecho.
Respiro aire y contesto:
Asiente y me dirige hacia la cocina. Moja un trapo y limpia mi mano un poco para quitar la sangre suficiente para ver y sacar los vidrios de mi mano.
Ríe. Y después, río con el.
Me hace la pregunta:
La única razón por la que no le grito es porque sé que no siente lástima, por su tono.
Sonríe de la manera increíblemente arrogante en la que sabe cómo hacerlo.
Reímos juntos y siento un poco de presión abandonar mi pecho.
Me quejo por el dolor repentino y me dice que lo siente.
Levanta las cejas.
Levanta la mirada de mi mano hacia mí, sorprendido.
Me encojo de hombros.
Frunzo el ceño.
Más tarde, recogemos juntos el desastre y él me sigue escaleras arriba. Se queda parado en la puerta a asegurarse de que me meta en la cama, pero le digo que aunque tengo sueño, no puedo dormir.
Dudo, pero al final me acuesto y me tapo hasta la barbilla, viéndolo sentarse en el camino de pasada desde donde estoy.
Siento que no voy a ganar esta batalla, así que me limito a agradecerle de nuevo.
Hablamos de todo y nada, y así me doy cuenta de que estuvo en natación tres años, que sus padres están divorciados, que es hijo único pero que tiene una prima que quiere como si fuera su hermana, que ella le hizo dejarla maquillarlo y que su mamá tiene una foto de eso en su computadora como fondo. Reímos un poco hasta que lentamente cierro los ojos y me dejo ahogar por el sueño.
ﮪ
Cuando despierto, es por un golpe en mi puerta. Dan ya no está ahí, y es porque ya es de noche. Puedo ver las estrellas brillando por mi ventana.
Nina asoma su cabeza cuando abre la puerta.
Considero sentarme en la cama, pero estoy tan cansada que me quedo con la cara pegada en la almohada.
Nina lo deja en el buró enseguida de mí.
Ella es tan dulce. Éste pensamiento me posee lo suficiente como para palmear el espacio de cama a mi lado, una clara invitación para que se siente junto a mí.
Ella al principio luce en shock, llena de sorpresa, como yo. Y no la culpo. Yo todavía realmente no termino de creérmelo.
Nina reacciona rápido y se sienta a mi lado, dispuesta a tomar lo único que puedo ofrecerle.
Levanta las cejas. Tomo un respiro.
Se queda en blanco. Y luego estalla en risas.
Me encojo de hombros.
Niego.
Ella pone sus manos sobre su falda morada y asiente.
Ladea la cabeza.
Frunce el ceño.
Alguien toca la puerta y la cabeza de Maggie sale cuando abre la puerta. Se sorprende cuando ve la poca distancia que nos separa y sonríe, y a mí me preocupa que se haga ilusiones.
Nina me mira y sonríe mientras se levanta de la cama. Da un beso en la mejilla a Maggie en su camino de salida.
Maggie pasa sus dedos por su cabello castaño ondulado y me sonríe.
No quiero. Pero tampoco quiero resultar grosera, así que tomo un gran respiro y me siento en la cama, empujándome a mí misma hasta la orilla.
Maggie se sienta en la orilla de la cama. Y la ansiedad crece. Me repito que es mi madre, que ella me ama, que nunca me heriría. Los músculos de mi cuerpo empiezan a relajarse lentamente, pero el estómago me da vueltas.
Dejo escapar el aire de mis pulmones.
Atraigo mis piernas a mi pecho y envuelvo mis brazos alrededor.
Levanta las cejas en sorpresa.
Me mira y las comisuras de sus labios van hacia abajo.
Abro la boca para replicar, pero no sale nada de mi boca.
Maggie deja escapar el aire dentro de sus pulmones con alivio.
Nos miramos y reímos. Y eso es como si de pronto hubieran quitado un peso sobre mis hombros. Tengo el impulso de inclinarme hacia ella y recargar mi cabeza en su hombro, pero me detengo.
Ella se levanta después de una última sonrisa y sale de la habitación. Cuando me termino de acomodar en la cama, como dos segundos después, ella vuelve a entrar a la casa agitada.
Nos miramos. Le sonrío un poco para calmarla.
Sale de nuevo y miro al techo. Me estoy quedando dormida cuando abro los ojos de golpe y miro al techo.
-Sthep Stronger.
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