Taken. Capítulo 4. "Vástagos"
Oigo a Señora Carrington llamar a Ally desde las escaleras. He descubierto que a Ally le gusta dormir.
La miro, no queriendo que diga lo que pienso.
Me quedo con boca abierta, incrédula.
Es peor de lo que me imaginaba.
Señora Carrington deja salir aire de sus pulmones.
Quiero pedirle que no me llame cariño, pero temo que sea demasiado brusca o maleducada.
Me encojo de hombros, porque no puedo hacer nada más.
Ally aparece de pronto en la cocina, con mochila en mano y despeinada.
Tanto Nina como su madre gruñen.
Sonríe y nos mira a nosotras. Después me mira sólo a mí y estoy convencida que quiere abrazarme y besarme, pero sería demasiado incómodo, así que aparto la vista para darle señal que ni lo intente.
Nina y Ally toman su comida apurada, pero yo no, porque me desperté temprano: Tuve pesadillas. Desperté en sudor, temblando, con mi piel adolorida como cuando me hirieron. No grité, como suelo hacer, y suspiré de alivio porque sería tan penoso.
Y llamé a Lauren. Me disculpé porque no quería despertarla, pero ella me escuchó hasta que colgué.
Subo a lavarme los dientes y entonces nos metemos al auto, donde ellos tienen conversaciones de las que soy inconscientemente excluida.
Y no me importa.
Tal vez fui parte de esta vida, en este auto, con estas personas, alguna vez. Pero ahora no lo soy. Soy la sombra de alguien que una vez perteneció, pero ahora se ha desvanecido.
Y estoy bien con ello.
ﮪ
Sonrío, de la manera en la que Jay sólo sabe hacerme sonreír, mientras camino por los abarrotados pasillos de la escuela privada, donde raramente no hay uniformes. Creo que la cosa es sólo de dinero.
Ríe al otro lado de la línea.
Ajusto mi mochila con la mano libre y busco los números en los casilleros, buscando el 433.
¿Dónde demonios está el 433? Sólo veo doscientos.
Sigo caminando y doy vuelta por el pasillo, comenzando con los trecientos.
Hay veces que su vocabulario me da risa.
Frunzo el ceño y quito un mechón que se me ha escapado del chongo en mi cabeza.
Exploto en risas, y eso hace que un par de ojos se fijen en mí. Camino rápido porque eso me pone nerviosa y choco por accidente con alguien. Mi mochila y mi celular caen, y mi cabeza se estrella contra su pecho.
Tres cosas: Es hombre, tiene cuerpo wow, y lo sé porque ahora me siento aturdida por el golpe gracias a su duro pecho. Cuatro: Se ejercita mucho, porque nadie puede ser así de duro sin querer.
Me enrojezco por mi pensamiento. Bueno, al final parece que no sólo Jay es el pervertido, ¿No es eso cierto?
Abro los ojos y encuentro a Dan mirarme desde su uno setenta y algo de altura y sonreírme.
Se agacha conmigo y toma mi celular en sus manos mientras yo tomo mi mochila.
Una respuesta sarcástica aparece en la punta de mi lengua, pero me la trago.
Por su expresión, puedo ver que esperaba mi respuesta sarcástica.
Levanta las cejas y sonríe.
Debo de estar loca: En mi escuela antigua prefería quemarme el cabello antes de hablar con alguien, especialmente chicos, pero ahora no tengo a nadie con quién hablar, y Dan parece ser un buen reemplazo temporal para Jay. Ya sabes: Alguien a quién molestar sin que haya problemas.
No creo que Jay se sentiría muy feliz sabiendo lo que acabo de pensar.
Escuchamos el timbre sonar y me sonríe:
Recuerdo a Jay decir sobre la cosa de cenicienta, así que me encojo de hombros y le digo:
Asiente, pero de cualquier manera me señala el camino. Ruedo los ojos y camino hacia allá. Cuando voy a guardar el teléfono en mi mochila, de pronto recuerdo que no he colgado.
Casi puedo escuchar su sonrisa del otro lado de la línea.
ﮪ
En la clase de educación física, hacemos equipos para jugar volley ball, y cuando la profesora dice mi nombre, quiero decir, “Olivia Carrington”, todos me miran como si se acabaran de encontrar a un niño secuestrado.
Y, bueno, lo hacen.
Al principio el nombre Olivia Carrington me suena extraño, casi surreal. Todo este tiempo yo había sido primero Liv, luego Liv Farley. Nadie nunca me llamaba Olivia aparte de Lauren. Aquí los maestros parecen tener un aneurisma si dicen algún sobrenombre, incluso aunque sea tan simple como Liv.
Me reúno con mi equipo, que me miran fijamente. Finjo que no me doy cuenta y me agacho para atar mis zapatos.
Miro hacia arriba, y una de las chicas de mi equipo, alta y morena, está observándome.
Me levanto, quedando enfrente de ella.
Asiento.
No le contesto, pero siento la rabia florecer debajo de mi piel.
La miro.
Ésta cuidad completa está tan malditamente loca.
Se encoje de hombros.
Mis cejas suben hasta el nacimiento del cabello.
He conocido a Nina desde hace tres días, con hoy, y no la conozco. Sin embargo, ha sido amable conmigo, sin preguntarme aún sobre mis heridas o cualquier otra cosa que no pienso contestar. Y yo aprecio eso. Además, la chica es dulce por naturaleza, ¿Cómo se atreve?
Me da un puñetazo en la cara.
Y, bueno, el universo sabe que me lo tengo merecido.
Soy inteligente. Esos seis años en la oscuridad intentando escapar de sus manos y cuchillos me hicieron rápida. Me hicieron reaccionar más rápido. Me atrapaba, al final, claro. Pero se tardaba más, y en ese tiempo, eso era como el cielo. Así que antes de que tome de mi pelo, me giro a un lado y la tumbo con mis pies después. Cuando está en el suelo, me levanto y pongo una mano en mi mejilla, punzante. El dolor, comparado, no es mucho. Me siento aliviada de que sea un puño en vez de un cuchillo.
Entonces me doy cuenta de los gritos de conmoción y de la maestra, que me toma del brazo con cara de “Te voy a enviar a detención, pequeña niña del demonio”. Tiemblo ante el contacto y mi estómago se retuerce. El pánico me invade y chillo que me suelte. Logro zafarme, y corro hasta la salida, con lágrimas empezando a acumularse en mi rostro.
Salgo del edificio, pero aún sigo corriendo por las banquetas, hasta que me canso y termino en un parque.
Ni siquiera lo logré a la quinta hora. Esto es un desastre.
Tomo mi celular y le marco a Jay, porque es lo mejor que sé hacer. Mientras espero que tome la llamada, a pesar de que no se si lo hará porque aún es horario de clases, pienso sobre el tiempo en que estuve encerrada. Pienso en el pánico al saber que iba a herirme de nuevo, y pienso en los vidrios o cuchillos cortando mis muslos y muñecas. Me empiezan a doler, a pesar de que mis heridas físicas sanaron hace tres años.
Le cuento todo lo que pasó exactamente, diálogo por diálogo, acción por acción, mientras tiemblo entre sollozos.
No quiero que me abandone.
Suspiro y miro las señales, en busca de las calles. Cuando se lo digo, me dice que me calme una vez más y que todo va a estar bien antes de colgarme.
Me siento ahí, secando mis lágrimas y controlando mis respiraciones. El doctor Suresh me dijo algo así de contar mis respiraciones para tranquilizarme cuando entrara en pánico de ésta manera, pero al diablo con las respiraciones. El oxígeno no va a arreglar mi metida de pata. Ahora seguro parezco una completa freak para toda la escuela, para Nina y Ally, para Señor y Señora Carrington. ¿Y qué pensará de mí Lauren cuando se entere de lo que he hecho? Decepción sería una de las cosas que sentiría. Ella dice que soy fuerte y que no debo dejar que mis emociones me controlen todo el tiempo. Ella cree que puedo controlarlo.
Pero no puedo, demonios.
Me quedo ahí en silencio hasta que aparece una llamada de Jay en mi celular.
Lloro de nuevo, pero ésta vez por gratitud.
Tal vez existe Dios, y él se sintió tan mal por darme toda esa mierda que para recompensármelo me dio a Lauren y Jay.
Río, y él ríe conmigo.
Suspiro.
¿Sangre gruesa…? ¿Qué…?
Ríe del otro lado de la línea.
Una vez más, él me hace reír, y el peso de lo que hice se hace más ligero sobre mi pecho. Pero al sonreír así de grande me hace doler la mejilla, así que dejo de sonreír y hago una mueca de dolor.
Entonces oigo unas puertas abrirse bruscamente y jadeos, y sé que estoy terminada.
Estoy tan avergonzada que incluso no le digo que no me llame así. Me quedo ahí sentada mientras los dos Carrington se acercan y le digo a Jay que tengo que colgar. Ella llega y toma mi mejilla en sus manos.
Ella pone las manos sobre su corazón.
Ella suelta un gemido lastimoso, como si estuviera a punto de echarse a llorar, y no quiero que lo haga, porque yo ya he llorado suficiente por los dos.
No termina la frase.
Marcus se pasa las manos por el pelo y entonces parece cinco años más viejo.
Asiento, aún sin acercarme.
Niego.
Se endereza y suelta un suspiro.
Se queda ahí, esperándome, pero aún no me muevo.
Tardo un poco, pero al final me deslizo hacia el asiento trasero y no tengo más qué hacer que el estúpido ejercicio de respiraciones de Suresh. Él le dice algo por su nombre y yo aprendo que se llama Maggie.
Después de unos minutos de camino, el ejercicio resulta y yo me relajo contra el asiento.
--Sthep Stronger.
Mi mejor regalo de reyes *3*
ResponderEliminarMuchas gracias :)
Eliminar