Mine, capítulo 30. "Hammilton's Street".
Es martes. No tengo clases por algún asunto de la escuela que realmente no me importó escuchar. Sólo me aferré a la parte "No hay clases".
Estoy sentada en mi escritorio, intentando pensar en las miles de maneras en que me hace sentir. Pero ninguna respuesta parece correcta. O tal vez no lo quiero aceptar, como "Fascinación", es algo que no pondré hasta encontras un sinónimo que suene normal. Menos meloso.
Contemplo las fotos en mi pared.
¿Qué me hace sentir?
Dejo el plumón en la mesa de una vez por todas cuando mamá me llama a comer.
Pasa su mano por el cabello corto rubio y me sonríe.
Me encojo de hombros y tomo un pan tostado del plato mientras mamá me sirve huevos con jamón.
Me quedo de piedra.
"¿Pero qué coños...?"
Abre los ojos.
Tomo el tenedor cuando ella me deposita el plato enfrente.
Pincho el huevo.
Intento mantener la calma y me como el huevo. Tardo cinco segundos en masticarlo mientras mamá lava los platos sucios. Ella suele desayunar a las seis de la mañana.
Casi me atraganto.
Me atraganto.
Mamá va detrás de mí y me da unos golpecitos en la espalda. Cuando recupero el aliento, digo:
Eso me hace pensar.
Ella asiente.
El huevo se puede ir al infierno de momento.
Ella agita la cabeza.
Mamá asiente.
Me pego en la cabeza con la mano.
Ella me mira.
Ella suspira y se sienta frente a mí.
Me levanto antes de que tenga tiempo para seguir.
Me levanto y subo las escaleras.
Sé que ella está a punto de reclamarme, pero se lo piensa muy bien y me deja ir.
Subo lo que me queda de las escaleras y me lavo muy bien los dientes, tallando con furia.
"¿Cómo que estoy celosa?".
Ni siquiera conozco a esa Clea.
Después de que termino de cepillarme los dientes hago lo usual: Me pongo una capa de maquillaje y elijo el color del labial. Tomo el primero que veo en el estante donde pongo los labiales, uno que es rojo intenso. Del color de la sangre. Tomo mi abrigo también porque afuera hace un frío horrible.
Y cuando bajo las escaleras... Recuerdo el cuaderno. Me paro en mitad del escalón y miro mis Converse negros unos segundos antes de devolverme por el cuaderno. Lo tomo junto con el plumón y lo guardo en el bolso.
Bien, ahora sí me largo.
Cuando estoy abajo, recuerdo que mamá tenía que hacer algo hoy, y que necesitaría el auto. Así que decido que, al final de cuentas, tomar el metro, no está tan mal.
Es mentira que he quedado con Luce y Ellie. Es simplemente que tenía que salir de la casa. Tenía que pensar sin mamá revoloteando a mi alrededor diciendo cosas cómo "Celosa" , y luego empleando la palabra "Ustedes", agregando la oración "Pasa algo", y luego utilizando la inminente palabra "Amor".
Es suficiente para hacerme huir.
Además necesito pensar; Esto que estoy sintiendo está empezando a inquietarme.
Le doy vuelta a mi café y balanceo las piernas. Miro el local. Es otro de esos lugares en los que me paro porque se ven cálidos, sólo que esta vez me he sentado en una de las mesas de afuera, a pesar de que hace un frío que pela.
Pienso mirándo mi café.
¿Desde cuando se me corta la respiración?
¿Desde cuando acá me fascina todo lo que me dice?
Pues sí; Ahí está, una oración para rellenar el espacio en la libreta.
Saco el cuaderno del bolso y con la pluma de tinta negra, escribo:
"Me encanta todo lo que dice".
Al meno, no utilicé la palabra "Fascina"... Y la seguiré evitando tanto como pueda.
Paso el dedo por la oración. Sé que hay más. Sé que podría llenar el cuaderno completo, pero tengo que pensar bien en lo que pongo, tengo que asegurarme de que es verdad del todo.
"Me derrito"
¿Es verdad? ¿Me derrito al verlo? Todavía no estoy segura.
Pienso en la vez cuando sus labios estaban muy cerca de los míos.
Sí. Me derrito.
Escribo la línea y pongo punto final a la oración.
Recuerdo también el calor que sentí que iba desde mis rostro hasta las puntas de mis dedos y yendo a los tobillos.
Suspiros.
"Calor".
Lleno el otro renglón de abajo.
Golpeteo la pluma... Y mi celular empieza a sonar en mi trasero.
Me da un susto de muerte y tiro mi café en toda la mesa. Incrédula, miro el café extenderse por la mesa unos segundos y luego levanto el envase.
Que fiasco.
Levanto mi cuaderno antes de que él café pudiera manchar las páginas de mi cuaderno.
El celuar sigue vibrando en mi trasero. Mientras lo tomo, pongo una nota mental en mi cabeza:
"No volver a poner el celular en mi bolsillo trasero. Nunca".
Me pongo el teléfono en la oreja e intento remediar el desastre con las servilletas.
Es un desastre.
Que hambre, hubiera pedido también un panecillo de vainilla...
Es Luce.
Hago una mueca ante el desastre del café tirado y arrojo el envse y las servilletas en el bote de la basura.
Sonrío y guardo mi libreta en mi bolso.
Sé que sonríe al otro lado de la línea.
Me señalo a mí misma con el dedo pulgar. A pesar de que no puede verme.
Puedo notar que está de mejor humor que nunca.
Oigo un carro pasar y luego unas bocinas. Muy cerca.
Decido no responderle, porque sé que se cabreará conmigo.
Agito a cabeza.
Hay una pausa y luego vuelve al teléfono.
Agito la cabeza.
--Luce, deja de decir palabras españolas y dime porqué vienes por mí. O qué es el favor que según tú te voy a hacer. ¡Mejor dime los dos!
Hay otra pausa a lado de la línea.
Agito la cabeza de nuevo.
Me cuelgo el bolso marrón en el hombro y aparto la silla hacia atrás para marcharme.
Pongo un brazo en mi cintura.
Ella no dice nada en un minuto, pero luego suelta:
Cuelga.
Lo siguiente que pienso es que le quitaré el libro en cuanto pueda. Pasa medio minuto cuando el Jeep gris de la madre de Luce está frente a mí.
Cuando abro la puerta, mientras me siento en el asiento copiloto, Luce dice:
Luce arranca mueve el coche.
Miro mis Converse y luego checo el resto de mi ropa. Estoy usando una blusa delgada marrón suelta, un short azul de mezclilla con medias debajo y Converse negros. Mi abrigo en marrón también, igual que mi bolso. La verdad es que me queda bien el atuendo; La blusa queda tapada con el abrigo pegado hasta mi cintura, casi topándo con el shorts.
Pues sí, estoy guapa.
Pero al cabo resulta ofensivo.
Ella sonríe angelicalmente mientras mueve la palanca de cambios.
Auch.
Sarcásmo, sarcásmo.
Miro su usual trenza francesa.
Agito la cabeza.
Ella sonríe.
Parpadeo.
Me mira de reojo.
Mi pecho sube y baja.
Luce toma la curva.
Pero ella sigue en la curva.
Me cruzo de brazos.
Me hundo en el asiento.
Ella pasa las manos por su cabello oscuro y sonríe.
En el blanco.
Ella pasa las manos por su escote de vestido rosa con florecitas y se lo sube. Luego se comprueba el labial color cereza en el espejo retrovisor y se sonríe a sí misma.
La sonrisa se desvanece.
Sonrío burlona.
Ella frunce el seño.
Sonrío.
Me mira.
Me vuelvo loca.
Ella sacude la cabeza haciendo balancear su trenza.
Pues el tipo con el que me tocó salir fue un fiasco.
Primero, tardo un minuto en decirme su nombre porque no paraba de tartamudear. Muy nervioso. Y, luego, no podía sacar nada de conversación. Lo intenté, de verdad, una hora intentando sacarle plática, pero era un cortón.
Maldito cortón.
Ahora, cuado salimos yo y Luce de la cita, después de despedirse, ella me jala a otra tienda en la plaza done hay una tintorería. Dice que su mamá quería que pasara por el abrigo que Luce manchó hace dos semanas. Tal vez no se quitará.
Por mientras, yo me siento en la banca mientras ella pide el saco.
En frente, hay una de esas tiendas dónde compras un monito, lo rellenas, escoges la ropa y luego lo adoptas. Te dan sertificado de adopción y todo.
Tal vez es ridículo, pero a mí me encantaban esas cosas cuando era pequeña.
Papá me compró dos. Un cerdito y un perro. Ambos terminaron en el sótano de la casa, enterrado con cosas que mamá dejó allí abajo para no tener que verlas nunca más, cosas que al final no se atrevió a tirar.
Cosas que él dejó atrás.
Cierro los ojos y miro desde afuera por las ventanas de cristal los peluches colgados en las paredes.
Entonces una niña de pelos lacios y castaños corre e intenta alcanzar un gato rosa en los percheros de arriba.
Yo era justamente así.
Sonrío al recordar viejos tiempos. Tiempos dónde papá hacía estas cosas por mí.
Aunque muy a fuerzas, pero lo hacía.
Un señor va con ella y le alcanza el gato rosa, luego le da la mano. Un tipo muy alto, tanto como...
Dios.
Me levanto de un salto.
Es él.
Es mi papá.
Mi pecho empieza a subir y a bajar. Y es como si él pudiera ír los jadeos desde allá adentro, porque voltea la cabeza y me mira.
Me mira.
Empiezo a jadear.
Sus ojos me taladran.
Y entonces le murmura algo a la niña y avanza a la puerta.
La abre.
Y salgo corriendo.
No sé cuando detenerme, y es que no sé si detenerme para mirar atrás. Yo sólo corro hasta que mis pulmones arden. Dos autos estuvieron a punto de matarme.
A punto.
Respiro hondo cuando me siento en el escalón la entrada de una casa. Miro las flores y el césped.
Las lágrimas corren por mi rostro.
Las piernas me pesan.
Saco mi celular del bolso y le mando un mensaje a Luce diciendole que pasó algo inesperado y que tuve que marcharme.
Paso mis manos por mi cabello y pienso.
Pienso en la nena. Pienso en que, es la segunda vez que la veo, que al final sí es real. Sí es su hija... Aunque no puedo estar completamente segura, puede que sea su sobrina... Y no puedo negarlo, porque, no he sabido nada de mis tíos por parte de mi padre. Perdimos contacto. Sin embargo, esa niña tiene su pelo lacio y castaño.
Aunque tampoco prueba nada.
Doy la vuelta y miro detrás de mí mientras camino hacia atrás.
Ahora tengo que marcharme a Hammilton'ts Street para seguir mi camino fácil a casa.
Nunca me había sentido tan feliz de marcharme allá, de todas las veces que he ido a Hammilton's Street.
--Sthep Stronger.
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