Broken Dolls. Capítulo 2.
Kelly Price me sonríe desde el otro lado del escritorio. Junta sus manos sobre la madera oscura y comienza:
Dudo por un momento.
Deja de inclinarse a la mesa, poniendo su espalda en el respaldo. Es la señal de que todo va bien. De que no me he perdido.
Aún.
Una vez psicópata, siempre psicópata.
Se queda callada unos momentos por mi respuesta.
Asiente.
Llevo mi mano a mi cuello para tocar mi collar, el que mis padres me regalaron cuando cumplí dieciséis años. Es una simple cadena de plata delgada con un colgante en forma de rosa.
Mis manos se cierran en el vacío. Me lo quitaron cuando ingresé.
Me quitaron muchas cosas cuando ingresé.
Me mira unos momentos y asiente.
Me levanto.
Cruzo por la puerta antes de oír otra cosa. Camino por los pasillos en mis pantuflas, los pasillos en los que estaré lo que resta de mi vida. Estos malditos pasillos.
Llego a mi habitación y veo a mi compañera psicótica también. Una que rara vez sale de cama.
Al menos no soy ella.
Es algo muy de perra pensar eso, pero…
Con una mano ato mi brazo izquierdo a la cama con las ataduras que la cama para locos incluye. Es para asegurarme de que no me levante por las noches a asesinar a alguien. Me doy cuenta de que no he atado las de los pies, pero qué demonios, no he tenido una laguna en unas dos noches.
Estoy mejor que cualquier persona aquí dentro.
Cierro los ojos, y cuando el sueño viene a buscarme, dejo que me arrastre hacia abajo.
ﮪ
Cuando abro los ojos, estoy parada en un pasillo.
Me asusto.
Miro mis manos, porque se supone que me até, se supone que lo hice para que esto no pasara. Están llenas de sangre y hay una cortada fea en mi muñeca.
La incredulidad me llena. Me arranqué el brazalete de protección de la camilla.
Pero en mi ropa hay más sangre, y no sé si es mía o de alguien más. Así que, naturalmente, empiezo a sentir pánico. El mismo pánico que sentí cuando desperté de mi inconsciencia en el cuarto de Macey y ella estaba llorando.
Miro por las ventanas y compruebo que es de noche, pero de cualquier manera, voy a buscar al doctor Harrison. Puedo contar con él. Él sabrá qué hacer.
Corro por los pasillos, y me doy cuenta de que he caminado hasta el otro lado, al lado donde están los peligrosos, al lado en donde una vez pertenecí.
Me muevo por los pasillos, pero St. Gallen es grande y no he recorrido todo el lugar en los dos años que he estado aquí. ¿Arriesgarme a que algún otro lunático me ahorque? No, gracias.
Me quedo parada en mi lugar, pero luego reacciono. Porque no voy a morir en este lugar, demonios.
Entonces escucho unas voces.
Volteo mi rostro hacia la dirección del sonido, y veo a dos enfermeros que no conozco. Y yo conozco a todos ellos, créeme. Sólo que… Que los enfermeros no están aquí en la noche.
Y se les tiene permitido usar su celular enfrente de los pacientes.
Ellos definitivamente no son de aquí.
Y eso me asusta.
Me muevo para alejarme, pero uno de ellos toma mi brazo y me jala hacia atrás. Me ponen una cosa en la nariz, algo químico, y empiezo a sentirme toda floja y ligera.
Me desvanezco.
Lo peor de todo, es que no estoy segura si esto es real.
-Sthep Stronger.
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