Taken. Capítulo 11. "Ardillas enojadas y hambrientas".
Nunca realmente recuerdo despertarme por las mañanas, pero sé que ésta vez no ha sido algo usual; Simplemente abro mis ojos y miro por la ventana, terminando mi sueño abruptamente. Casi como si nunca hubiese estado dormida.
Tomo un respiro y giro en mi cama, molesta porque siento que no he dormido en absoluto.
No he soñado con sus rostros desde hace algún tiempo.
Eran muchos, y trataba con algunos mismos regularmente, o mejor dicho, ellos trataban conmigo. No había mucho que pudiera hacer.
Empecé a soñar con ellos cuando me mudé con Lauren. Me levantaba a las tres de la mañana asustada y no podía conciliar el sueño porque estaba esperando que giraran la chapa y me dijeran que ya era tiempo. Dejé de hacerlo después de un año. Dejé de soñar con sus rostros. No significaba olvidar, pero era un progreso que yo estaba feliz de tomar.
Pero esta noche, he soñado con uno de ellos. Un señor mayor, con barba y pelo con canas. Alto con un permanente ceño fruncido en su rostro.
Solía asustarme como el demonio cuando tenía esos sueños, pero ahora no. Sé qué es real y qué no. Su rostro es un recuerdo. Las mantas enredadas en mis piernas, el único calcetín que tengo puesto y el otro en alguna parte de las cobijas lo son. Real son las voces que me llegan de la planta baja y el sonido de alguien botando la pelota afuera.
Y algo que también se siente real es el dolor en mis huesos. Es mis manos y… bueno, prácticamente todo mi cuerpo. Es muy curioso cómo no tengo marcas en mis manos. Las volteo, palmas arriba, pero no hay nada más que unas pequeñas líneas blancas que se ven difícilmente.
Y es que afuera está húmedo y nublado.
Odio cuando esto pasa.
Me levanto y tomo un saco del armario de madera y me pongo mis pantunflas. Es lunes, pero no hay clases. Estoy segura de que explicaron la razón, pero estaba tan feliz que no quise saber.
Miro por la ventana porque el sonido de la pelota botando que no cesa. Y por supuesto que es Dan, porque él siempre está aquí. Como, todo el tiempo.
Bajo las escaleras sosteniendo mis manos contra mi pecho, porque duelen y se sienten frágiles. Como si me fueran a doler más con cualquier otro movimiento.
Sonrío.
Ella se detiene ahí frente a mí y nos quedamos viendo. Luego ella se inclina y me da un beso en la frente. Sigue picando un poco y aún siento la adrenalina por mis venas, pero está bien.
Ally es la única que no está toda sentimental ahora que permito que las personas me toquen. Tengo mis dudas acerca de desconocidos, pero puedo aguantarlo cuando se trata de los Carrington.
Marcus deja su periódico y su café en la mesa y se inclina a darme un beso en la cima de la cabeza.
Suele decir cosas así todo el tiempo.
Nina me sonríe desde el sillón junto con Ally y yo camino hacia ahí para sentarme a su lado, pero antes de llegar a la mitad del camino, la puerta trasera se abre y Dan aparece todo sudoroso en la entrada, con un balón de básquet en su mano.
Sonríe.
Se acerca con sus brazos abiertos, dejando la pelota de a lado.
Retrocedo.
Hace un puchero y me río de él, pero mi risa termina por el dolor en todo mi cuerpo. En especial mis manos.
Hago una mueca, porque sé que lo que voy a decir no les va a gustar.
De hecho todos me miran.
No quiero contarles. No quiero arruinar este pequeño espacio de felicidad con la horrible verdad que ellos ya saben de cualquier manera.
Pero decir las desgracias en un día tan feliz hace que todo se arruine.
Me encojo de hombros.
Es cuando Nina, la niña buena e inteligente, abre la boca, mirándome fijamente.
Siento como la atmósfera agradable del asunto lentamente se desinfla para traer la pena y el sufrimiento.
Me niego a mirarlos, a ninguno de ellos. Miro hacia la televisión, admirando esos vestidos hermosos que en más de una ocasión he querido arrancárselos y quedármelos para mí.
Como si mis manos y el resto de mi cuerpo no dolieran porque fui machacada muchas veces.
Me encuentro riéndome.
Me doy cuenta de que no importa con ellos. Para Nina sigo siendo su hermanita; Para Ally su nueva compañera de casa; Para Dan hermanita fea y molesta que tiene que proteger.
Soy malditamente de tener a todas estas personas.
Estoy tan distraída en mis pensamientos que no noto que Dan me ha hecho una pregunta.
Se levanta del sillón. Ally la mira marcharse y luego se levanta corriendo.
Dan rueda los ojos a ellas y luego me mira, siguiendo nuestra conversación.
Se ríe.
Se le hace un hoyuelo en la barbilla que nunca había visto antes y tengo el impulso de estirar mi mano y acariciarlo. Incluso me imagino a mí misma haciéndolo, pero sacudo la cabeza y sonrío.
Frunce el ceño.
Levanto la ceja.
Ruedo los ojos y él me besa la cabeza antes de levantarse y salir al patio, botando la pelota.
ﮪ
Cuando termino de arreglarme y bajo las escaleras, escucho a Dan aún jugando afuera.
Levanta la mirada para encontrarse con la mía y sonríe.
Sonrío.
Vuelve a botar la pelota y la tira. El balón entra a la canasta y rebota unas veces en el suelo antes de volver a tomarla.
Asiento.
Abre la boca, ligeramente ofendido.
Él deja caer la pelota y dobla su brazo en un ángulo en donde puedo ver sus músculos.
Levanto las cejas, sorprendida, y miro a mis pies.
Le saco la lengua y le lanzo el balón. Conversamos un rato (Porque aún tengo tiempo) , siguiendo una rutina en la que él tira la pelota a la canasta y si cae a mi lado yo la tomo para dársela. Y luego empieza de nuevo.
Me sorprende un poco.
Está nervioso. Siempre empieza a balbucear cuando está nervioso.
Exhala.
Tomo la pelota en el suelo y se la paso. La toma y encesta rápidamente.
Levanto las cejas en sorpresa, porque nunca realmente nadie me ha preguntado sobre ello. Lauren no insistió y Jay pensó que no quería contar así que no se molestó en preguntar. Dan ha sido el único.
Y es que no quiero recordar para así decirle.
Hay una puerta.
En mi cabeza, hay una puerta. Es de color roja; Más o menos el doble de mi altura, madera color rojo y una chapa dorada y rasguñada.
Me gusta la idea de abrir ventanas. A pesar de que tengo demasiado miedo como para abrir una, me gusta ésa idea de que las ventanas son oportunidades y necesitan ser abiertas. Estoy casi segura de que existe algo similar con respecto a las puertas.
Pero la puerta roja en mi mente nunca puede ser abierta.
Sé que hay muchos peros en mi vida. Y todos ellos pueden ser derrumbados. ¿La cosa del contacto? Hecho. ¿La cosa de los espacios pequeños con otra persona? Hecho. Sin embargo esa puerta es algo que quiero que se mantenga cerrada. Hace años decidí dejar de arrastrarme y meter todo el dolor y los rostros de aquellas personas que me hicieron daño, y todas aquellas armas de tortura en el suelo, esperando. Siempre esperando. Lo metí todo ahí dentro y metí la llave en la cerradura. Entonces la giré. Metí la llave en mi bolsillo y me di la vuelta.
Así que sí. En mi vida, hay una puerta.
Una vez que la abra, no puede volver a cerrarse.
Pero ahora, mirando en los ojos de Dan, me siento a salvo. Así que le hago frente. A mi puerta roja. A la llave en mi bolsillo. A las cosas que un día supe y que decidí olvidar. Pero esto es mentira: Nunca las olvidé. Simplemente las escondí en algún lugar en mi mente, detrás de una imaginaria puerta roja.
Puedo no decirle nada. Puedo mantener la puerta cerrada.
Pero no quiero. No me hace feliz la idea de abrirla, pero quiero que él sepa. Si alguien alguna vez va a saber sobre ello, tiene que ser él. Porque sé que va a guardarlo. Confío en él.
Quiero que entienda.
Espero que entienda.
Sé que voy a sufrir, pero está bien. Por primera vez, está bien.
Entonces, pasa. Finalmente. Abro la puerta:
Me agacho para tomar la pelota y en vez de pasarla, encesto. Él atrapa la pelota y me mira.
Le hago señas ha dan para que me de la pelota, y él lo hace. Me pongo de puntillas y encesto de nuevo.
La pelota viene y va entre nosotros, y puedo sentir el calor de su mirada en mi cara, pero no lo miro.
Finalmente me atrevo a mirarlo.
Cierra los ojos y después los abre, con disturbio en sus ojos.
Nos quedamos en silencio unos minutos.
Me encojo de hombros.
Medio sonrío.
Cuando lo miro de nuevo, veo dolor en sus ojos. Dolor abrazador que quema como una llama, todo detrás de sus pestañas.
Él da unas zancadas de repente y envuelve sus brazos alrededor de mí. Presiona sus labios sobre mi frente y siento que me tiemblan las piernas, pero no por lo usual, sino porque encuentro alucinante estar entre sus brazos.
De repente no estoy segura si quiero que me suelte. Mi estómago empieza a hacer estas cosas raras a lo que le llaman mariposas, pero se sienten más como ardillas enojadas y hambrientas. Mi corazón empieza a latir un poco más fuerte y mi cabeza se siente llena de algodón.
Y eso me asusta como el infierno. Pero no dejo que él lo sepa.
Se para sus boca de mi frente y me mira. Tengo que estirar el cuello y echar la cabeza hacia atrás para mirarlo, porque Dan es una jirafa. Lo que encuentro en sus ojos me hace dudar de mi decisión.
Porque es aún más alarmante.
Veo amor. Incluso más brillante que el amor en los ojos de Lauren y Jay cuando me miran. Es diferente. Es… Es…
Oh, mierda.
--Sthep Stronger.
Ya. Sé que ando desaparecida, pero tengan encuenta de que ambas nos vamos a graduar. Exámenes de admisión, el Ceneval (Ni siquiera estoy segura si así se escribe) y los examenes empiezan desde esta semana, la siguiente, y tal vez la que sigue después de esa. Así que en mis tiempos libres me gusta tirarme a ver Mentes Criminales.
Hago lo que puedo.
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