Fade. Capítulo 9.
El cuaderno. Página 9.
A veces los ojos no son sólo ojos. A veces son ventanas. Ventanas a lugares oscuros dónde la verdad que nunca quisiste saber habita, esperando que salgas para poder consumirte.
Él asiente.
Pero es mentira. Voy a salir, claro, pero no con él.
¿Usó la palabra lindo?
Humm…
Pero veinte minutos después, estoy muy segura a dónde me dirijo.
Cuando veo el edificio enfrente de mí, sé que no debería hacer esto. Sé que probablemente no me dejarán entrar, pero sobre todo, no estoy segura de querer estar ahí. No estoy segura de querer escuchar las alucinaciones de mi madre loca.
Pero aun así, salgo del auto y arrastro mi trasero hacia la entrada. La recepcionista me mira con ojo crítico y la tranquilizo diciéndole qué sé las reglas: Nada de contacto físico.
Espero a que me den el pase, callada.
Ella suspira.
Me tiende la tarjetita y yo me la cuelgo de la blusa, volviéndome hacia el pasillo hasta la sala común, dónde todas estas personas se entretienen e intentan olvidar sus vidas.
Y ahí está ella. Está sentada en una mesa barajando unas cartas, sola. Se ve aún más delgada que la última vez, más acabada y… Sola. Tan sola.
Con el sonido de mi voz, voltea y sonríe. Y de pasada rompe mi corazón.
Sonrío y me siento en la silla frente a ella.
Sonríe dulcemente.
Asiente, esparciendo las cartas por toda la mesa.
¿Ayer? Eso pasó hace una semana.
Asiento.
Ella asiente, sonriente.
¿Estudiando medicina? ¿Su hija muerta de casi dieciocho años? ¿Y viajando? ¿No es esa la excusa que usó para Cam?
Lo dudo.
Sonrío y asiento.
Ahora sacude su cabeza, confusa, algo… ¿Frustrada?
Ella me frunce el ceño.
Suspiro. Bueno, al menos no la veo a ella.
Parpadeo, pero asiento.
Quiero contarle. Quiero contarle que fui a descubrir quién era mi hermana, que no he encontrado nada. O todo lo contrario: Que encontré algo que no quería encontrar. Quiero contarle que me siento tan confundida. Que no sé si quiero excavar más y que no me guste las respuestas.
Pero, por supuesto, no puedo hacerlo. Ella tiene suficiente en su plato.
Mi mamá cambia de tema muy de repente.
Asiento.
Junta las cartas de nuevo en dos pilares sobre la mesa.
Se encoje de hombros.
Y las grietas se forman en mi armadura.
La impaciencia surge.
Mis puños se aprietan.
Levanta la cabeza, haciendo una mueca.
Y me quiebro.
Mi madre empieza a negar y se tapa los oídos, lo que me hace gritar más fuerte. Las enfermeras y doctoras vienen hacia mí y me sostienen por los brazos mientras lágrimas calientes corren por mi rostro. De rabia. De frustración. ¿Cómo mis padres me han abandonado? Me agarran de los hombros y me arrastran fuera. Ahora mis lágrimas son de tristeza, porque me siento tan sola. Me dicen cosas. ¿Qué me dicen? No importa. Seco mis lágrimas con el borde de mi manga. Me sientan, como si fuera una niña pequeña y me dan un vaso de chocolate caliente. Creo que me preguntan por mis padres. Supongo que luzco en cierta manera como una niña: Con el vestido rosa y conservador y mi pelo recogido en un moño, con una cinta rosada alrededor. Creo que tiene sentido. Creo que está bien. Creo… ¿Qué creo? Siguen hablando. Dejen de hablar, dejen de hablar. Déjenme pensar. Está muerta. Ella está muerta. Y no sé qué hizo de su vida en todo ese tiempo. No sé quién era antes de morir en aquél accidente. ¿Por qué siguen hablándome? ¡Largo! La recepcionista sale de alguna parte y dice que contactó a David. ¿Tenía el número de David? ¿Se lo di yo? No importa. No importa…
Reconozco la voz de David. Supongo que ha pasado un tiempo: El chocolate está frío en mi mano.
Y lo hago. David está preocupado. Está inclinado enfrente de mí, con sus manos en mis rodillas.
Él asiente después de inspeccionar mi rostro y me jala gentilmente de mi mano para levantarme. Pone un brazo sobre mis hombros, protectoramente.
En el auto, dejo que él haga todas las cosas que no le he permitido hacer: Abre la puerta para mí y me ayuda a ponerme el cinturón.
Cuando arranca el motor y prende el aire acondicionado, me vuelvo hacia él y pregunto:
Suspira.
De alguna manera, la conversación termina ahí. Dejamos que la radio rompa el punzante silencio mientras manejamos.
En casa, subo las escaleras hacia mi cuarto, y cuando él me sigue y me arropa, estoy secretamente agradecida, a pesar de que no voy a dormir. Necesito tiempo a solas. Necesito tiempo para pensar. Necesito tiempo. Creo que él lo sabe, porque no insiste más acerca de nada. Me da un beso en la frente y se va.
Miro a la nada por un tiempo, y entonces estiro mi mano hacia el cajón de la mesita de noche y saco el bote con las pastillas. Abro la tapa. El olor es embriagante. Estoy segura de que las pastillas que yo he tomado a lo largo de mi vida no tienen un olor en especial (Generalmente las pastillas para el dolor y la fiebre), pero éstas son diferentes. Son más potentes. Medicinas más potentes como, no sé, los antidepresivos para mamá o sus pastillas super potentes de dormir.
Sé que nunca nadie me dejaría tomarlas. No soy estúpida, he puesto atención en clases. Sé que es el tipo de pastillas que simplemente son demasiado para mi cuerpo. Sé que no puedo.
Pero.
No me importa. Pienso que, tal vez las utilizaría, honestamente, si llego al límite. Si sólo quiero tumbarme horas como mamá sin saber nada del mundo. Si no quiero ver nada más. Lo que ahora es más probable. Pienso en Sophie, que lo que le pasó está tan mal… Y bueno, pienso en bastantes cosas que están mal. Supongo que simplemente unas cuantas pastillas no va a hacer daño.
Pero es una mentira.
Si yo no supiera mejor… Si yo no supiera… ¿Qué haría si yo no supiera? Un mundo de posibilidades vienen a mi cabeza, y veo el final de muchos de ellos. Veo que no son buenos. Veo todas las maneras en que estaría acabada si yo fuera estúpida con éstas pastillas. No sólo con las pastillas, con todo lo demás. Lo veo y… Y no me importa. Quiero tomarlas.
La cosa es que, lo hago: Sé mejor. Es por eso que no puedo hacerlo. No ahora, al menos.
Me levanto y escondo una solitaria pastilla por si alguna vez la necesito en el interior de un collar de corazón mediano hueco que puede abrirse.
Por si acaso.
ﮪ
A diferencia de mí, ella se quedó el fin de semana.
Pongo mi pequeña maleta sobre la cama y desdoblo mi ropa cuidadosamente. Las pastillas suenan con el movimiento. Cora no se da cuenta.
Ella se acuesta en su cama y hablamos sobre Sophie un poco antes de que ella se quede dormida. Cora es así; Ella duerme todo el tiempo.
Salgo a pasear. Simplemente camino por ahí, hasta que encuentro a Alex en una de las pequeñas canchas de básquet. Se encuentra con mis ojos y sonríe.
Miro mi vestido floreado y mis zapatos tipo ballerinas.
Sonríe.
Frunzo el ceño.
Ríe y pone la pelota bajo su brazo
Se encoje de hombros.
Río cuando pienso en Marina.
Sonríe un poco más y suaviza la mirada, mirando mi rostro.
Hay que admitir que el chico sí que sabe cómo jugar su partida. Pero yo también.
Hay una chispa en sus ojos y me va a decir algo, pero entonces...
Volteo y veo a Graham. Levanto una mano y lo saludo, pero él ya viene caminando hacia nosotros.
Sonrío. Alex pone mala cara.
Se encoje de hombros.
Graham entorna los ojos hacia él.
Ese simple comentario basta para que su mirada se convierta en hielo. Pero hay algo más. El rostro de Graham se convierte en una sombra. En algo oscuro.
Se fulminan el uno al otro por unos segundos antes de que Graham se gire hacia mí:
Retrocedo un paso, levantando mis manos.
Entonces, pasa: Graham le da un puñetazo a Alex. Retrocedo como reflejo y pongo una mano en mi boca cuando Alex se lo devuelve.
¡Por la Santísima Trinidad!
Se dan unos golpes más, ignorándome. La gente se ha empezado a agrupar alrededor y yo no sé qué hacer. Entonces es cuando veo a An abriéndose paso por las personas hacia los chicos y gritarles:
Con los gritos de An ellos dos la miran, y me miran a mí, recobrando la compostura. Se sueltan mutuamente, sobando sus ojos morados o sus muñecas lastimadas.
An sacude la cabeza con irritación y toma a Graham de la mano para levantarlo.
Típico de ella.
Él frunce el ceño.
An frunce el ceño.
Ellos se meten en una discusión mientras Alex se incorpora y mueve su mandíbula.
Ni siquiera le contesto. Me limito a cruzarme de brazos.
Alex mira a Graham y me doy cuenta de que An ha desaparecido de su lado y él ahora nos mira.
Graham escupe sangre en el suelo y se marcha.
Miro a Alex.
Me mira a los ojos.
Levanto unas cejas.
Me cruzo de brazos de nuevo y aparto los ojos, porque sabrá si me mira que no es exactamente por eso por lo que lo estoy juzgando. Y es que no me importa si salió con miles de chicas. Me importa lo que les hace. Me importa lo que le hizo a Serena y a Isabel. Mi hermana.
Levantó una ceja, y yo retrocedí hasta darme la vuelta y desvanecerme de su vista.
ﮪ
Busco a Graham todo el día, pero no lo encuentro hasta el día siguiente. En verdad no lo hubiera encontrado en un tiempo hasta que recordé que decía algo de taller de carpintería en el bosque.
Me cuesta un poco encontrar la pequeña cabaña, así que es un poco tarde cuando llego y unos chicos y chicas se retiran. Suspiro pensando que Graham ya debió de haberse marchado, pero me adentro de cualquier manera a comprobar.
Lo encuentro solitario en lo que parece ser un garaje enseguida de la cabaña. Golpeo mis nudillos contra la puerta de madera para que sepa de mi presencia.
Se voltea y le sonrío amablemente.
Doy unos pasos dentro, mirando alrededor.
Sonrío y me pongo frente a él. Pongo unos mechones que se me han escapado de la trenza detrás de mi oreja.
Lo miro fijamente. Ha tenido suerte; Parece igual que el día anterior.
Manoseo el tirante en mi hombro del pequeño bolso que choca contra mi cintura, nerviosa.
Frunzo el ceño.
Se encoje de hombros.
Se encoje de hombros de nuevo y mueve unas herramientas de la mesa en dónde estaba trabajando.
Sonrío.
Me apresuro hacia la salida, esperando que Cora no haya visto ése maratón de Pretty Little Liars sin mí. La mataré.
Estoy más o menos a medio camino cuando recuerdo que no le he preguntado cuándo es ni a qué hora, y como no tengo su teléfono para mensajearle, voy de regreso.
No se da cuenta de que estoy ahí, porque está dándome la espalda y cantando. Sonrío, pensando en restregarle esto en la cara cuando me divise.
Y yo lo haría. Si él hubiera cantado cualquier canción, cualquiera. Excepto la que canta:
… Take you pen and write again
If you think it’s going to
work
Try the words into your mind…
--Your revenge is coming hard?—Completo,
sin cantar, con una nota amarga en mi voz.
No he pensado en This Old Game desde hace años, desde la primera vez que escuché a Isabel componiéndola en su habitación tiempo atrás.
No he pensado en ella hasta ahora.
Graham se queda paralizado en su lugar y luego lentamente se da la vuelta.
Y cuando veo sus ojos, me mira. No sólo me ve; Me mira. Ve dentro de mi alma y entonces sé.
Sé que él sabe.
--Hola, Cassidy.
--Sthep Stronger.
No he pensado en This Old Game desde hace años, desde la primera vez que escuché a Isabel componiéndola en su habitación tiempo atrás.
No he pensado en ella hasta ahora.
Graham se queda paralizado en su lugar y luego lentamente se da la vuelta.
Y cuando veo sus ojos, me mira. No sólo me ve; Me mira. Ve dentro de mi alma y entonces sé.
Sé que él sabe.
--Sthep Stronger.
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