Mine, capítulo 23. "Grietas".
Cuando estamos frente a una cafetería, Lucas está dormido en el asiento copiloto. ¿A quién quiero engañar? Fue muy difícil hacerlo caminar hasta el auto, ¿Cómo es que voy a hacer que se siente a tragarse algo y se ponga a platicar conmigo?
Aún así me levanto y pongo el seguro al carro (Por si acaso) y me voy a comprar dos cafés. Cuando regreso cierro la puerta y Lucas se despierta.
Me mira con ojos somñolientos.
Ruedo los ojos.
El sacude la abeza.
Respiro.
El ríe.
Lo miro y ladeo la cabeza.
Él sacude la cabeza.
Sé que hay algo que definitivamente no me está contando.
Pero no presiono.
El vuelve a reír.
El toma otra siesta mientras yo voy a comprar algo (Y no me dejó irme hasta que tomara el dinero para comprarlo de su billetera). Me pregunto que le gustará mientras ando por los pasillos. Me dijo que comprara comida rápida porque se muere de hambre y no quiere esperar.
Tomo dos sándwiches de pollo que hay en la sección de comida rápida del supermercado, pero deduzco que no se llenará con eso, así que voy y tomo un paquete de donas gigantes. Con eso bastará.
Que hambre.
Lo vuelvo a despertar cuando vamos pero ahora no dejo que se duerma para que me diga la dirección. El toma una dona en el camino.
Después de unos minutos de camino, cuando ya estamos frente a su casa yo lo miro y le digo:
La casa es un poco más grande, pero tiene un color hermoso, de dos pisos y el patio es enorme. La barda va metros y metros de distancia. Sí, es muy probable que tenga una piscina.
Me pregunto si es de uno de esos tipos que no ve a sus padres y se siente abandonado.
Pero en verdad no quiero comenzar a tocar fibras sensibles.
El se queda paralizado por unos segundos y me mira.
El sacude la cabeza.
Sacude la cabeza mientras saca las llaves del bolsillo trasero.
Avanzamos en silencio hasta la cocina. Por supuesto que el interior de la casa es más hermoso que el exterior.
Le doy el sándwich y nos sentámos frente a frente.
La pregunta me toma por sorpresa. Parpadeo.
Él no pierde el tiempo.
Agita la cabeza.
Sonríe.
Y entonces soltamos preguntas al mimso tiempo:
El se queda paralizado con mi pregunta.
Yo me quedo paralizada con su pregunta.
Incluso viendo su cara de sorpresa sé que está pensando lo mismo que yo: "¿Y que hago ahora?".
"¿Porqué estás tan asustada?".
La pregunta sigue flotando en el aire. Las dos preguntas sigen flotando alrededor.
"¿Què hago?"
Pero el reaccionaa antes que yo.
Asiento, aunque prefiero meterme un balazo en la cabeza antes de soltar todos mis problemas y ponerme a llorar como una de esas tipas de la telenovela que siempre odié.
Aún así, sigo asintiendo.
Ya tengo la pregunta formulada en mi cabeza, se la acabo de decir, pero tardo un rato en tener el valor de decirsela. No sé qué me va a decir.
El me mira unos segundos y luego fija la vista en el sándwich.
Por su cara, por su tono, por todo lo que expresa sé que no es el momento de hacer una broma o un comentario sarcástico.
El me mira y sonríe un poco.
Asiento.
Suspiro.
Es justamente el momento en el cual siempre suelto algo sarcástico o grosero para salir corriendo de la situación y ocultarme de todas las cosas que pueden quebrarme.
No puedo permitirme que nadie me quiebre.
Que desgarre todo lo que he hecho por mi durante todo este tiempo. ¿Es que no sabe cuanto trabajo me ha costado ser todo lo que hoy soy?
Me doy cuenta de que estoy a punto de perder el control. Que estoy a punto de pararme y huir, como siempre lo he hecho.
Sé que simplemente si me rompen de nuevo, no seré capaz de levantarme del suelo.
Y no puedo permitirme eso, así que simplemente miro mis manos, como si fueran la cosa más importante del universo entero.
Pero el intrepreta mi silencio como un "sí".
No es como si qusiera ser una psicologo como Sara, si no más bien como si fuera mi amigo.
Levanto la vista, y me encuentro con sus ojos que me examinan.
Suspira y ahora es él quién aparta la vista.
El agita la cabeza.
Algo en esas palabras hacen las grietas que destrozan mi alma. Me golpea. Me deja ciega por unos instantes. Me dejan sin respiración.
¿Pero porqué demonios me duele?
Algo en su cara se contrae.
Espero que le duela tanto como a mi me dolió.
Él mira su sándwish intácto y parte un pedazo.
Tomo mi café y le doy un sorbo.
Me mira y siento como si me estuviera taldrándo. Como si estuviera viendo dentro de mi alma, así que tengo que apartar la mirada.
Ambos sabemos que estoy mintiendo.
--Déjame intentar
Me quedo ahí sentada, mirándolo con curiosidad.
Nos quedamos en silencio cerca de un minuto.
Un minuto en el que me doy cuenta de que quiero decirle todo.
De que quiero ceder.
Pero sé que si lo hago, me soltaré llorando. Y nunca me lo voy a perdonar.
Pero cuando alzo la cabeza para decirle que me largo, veo su rostro. Sus ojos grises están fijos en mí. Pero me mira diferente. No de la manera en que me mira cualquier persona: Hay preocupación en sus ojos. Pero hay algo más.
Una chispa.
No puedo describirlo.
No puedo romper, pero puedo ceder.
Quiero ceder.
Parece sorprendido de que yo hablara.
Ciertamente yo también lo estoy.
Tarda medio minuto para formular la pregunta.
Levanto una ceja y saco una carcajada forzada.
Entrecierra los ojos.
No me he fortalecido todo este tiempo para nada.
Sus ojos me están perforando.
Debería levantarme e irme.
No, no quiero llorar en el hombro de nadie.
Pasa lo mismo de nuevo: Me preparo para largarme, pero el desliza su mano sobre la mía.
Y se empiezan a formar muchas grietas de mi caparazón. Muchas grietas en mi escudo. No es sólo eso: Me derrito. El contacto parece algo muy íntimo.
¿Cuales son las posibilidades de que no piense que soy muy débil si me pongo a llorar?
Una palabra. Una palabr
Parpadeo.
Parece confuso.
Por supuesto que no.
Entonces me da un ataque de honestidad.
Asiente.
Sigo yo.
Me mira fijamente y aparta su mano.
Ahora sí me ofendió.
Levanta un dedo.
Funce el ceño.
Bufo.
Sacude la cabeza. Después se da cuenta de que es una mala idea, por su resaca, y toma su café.
Sonríe, pero es su turno.
Sacudo la cabeza y me preparo para hablar con la verdad.
Y recuerdo a esa niña del parque. "¡Papá!"
"Yo me siento reemplazada"
"Yo perderé el control".
"Me quebraré"
"No saldré de esto".
No logro comprender porqué dice esas cosas.
Entonces me doy cuenta de que estoy temblando de pies a cabeza.
Cierro los ojos.
No puedo creer que estoy a punto de decirlo de nuevo.
¿Porqué me lo pone tan complicado?
Abro los ojos de golpe. Sus ojos grises siguen clavados en los míos.
"¿Qué ha dicho?" "¿Qué ha dicho?".
Asiento.
Sonrío automáticamente.
Sonríe.
"¿Importo?"
No puedo dejar de pensarlo.
"¿Importo?".
¿Le importo?
Ya. Lo he dicho.Ha pasado.Lo he dejado ir.
Es entonces cuando sucede: Pierdo el control.
Me muevo para todas partes, las lágrimas azotan contra mi rostro. Mi mente no puede trabajar bien. Estoy loca. He perdido el control.
Y en frente de él.
¿De ahora en adelante cómo lo miraré a la cara sabiendo que me ha visto así? ¿Que ha visto mi cólera? ¿Que ha visto cómo se forman las grietas en mi escudo?
Pensé que él suspiraría: A nadie le gusta el drama. Pero no hace eso. Él me sostiene las muñecas y luego me jala hacia él para envolverme en sus brazos.
Lloro porque la parte de la que he tratado de huir ha salido.
Lloro porque las grietas han terminado desgarrádome.
Lloro porque sé que no me lo voy a perdonar nunca.
Pero no es sólo eso.
Lloro porque no puedo imaginarme estándo fuera de estos brazos.
-Sthep Stronger.
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