Fade. Capítulo 13.
La libreta: Página 13:
"¿No es eso dulce? ¿Esconderse en lindas mentiras que te protegen de la verdad? ¿No es más fácil? ¿No es tan hermoso cómo puedes mentir y tu roto corazón empieza a sanar? ¿Cómo te inventas una verdad más bonita?
¿No es dulce?"
Levanto la cabeza y veo la sonrisa de Alex.
Se sienta enfrente de mí y me sonríe. Guardo el intento de carta para mi madre en mi mochila.
Le sonrío.
Me sonríe de vuelta.
Niego con la cabeza hacia él.
Me encojo de hombros.
Eso me sorprende un poco.
Hace una mueca.
No menciono su repentino cambio de tema. No presiono. Si no quiere contar acerca de su padres, respeto eso.
Antes de rechazarlo por completo, mi mente destalla.
La razón por la cual lo estoy rechazando no es por An, ni por Isabel ni por ninguna de las chicas con las cuales él ha salido. No me importa. Me tienen sin cuidado. Lo estoy rechazando porque este fin de semana iré a visitar a la señora Rossemount, a pesar de Graham y de David. Mi problema es que sé que tengo que poner una excusa para salir de casa sin decirle a David a dónde voy. Y desde la última vez que mentí y fui a la clínica, sé que él no confía en mí. Pero.
…Pero si Alex va a casa a recogerme para una cita, y David lo ve, no va a dudar. Me dejará salir de casa sin preocupaciones. Y yo puedo librarme temprano de Alex.
Una escapada limpia, sin daño ni mentiras. ¿No es eso lo que he querido siempre?
Sí, lo es.
ﮪ
Dejo de doblar la blusa rosa de holanes y la dejo caer en la pequeña maleta en la cama. La miro.
An atraviesa el umbral de la puerta y se queda a unos pasos de mi cama, con sus botines negros de tacón resonando en el piso.
Inesperadamente ella se acerca y mete el dobladillo desacomodado del lado de mi cintura derecha dentro de mi falda, así queda parejo y perfecto. Como si fuera mi hermana mayor. Con un destello de la mirada protectora que tiene con Kate y con Marina.
Se sienta en la orilla de mi cama y asiente.
Levanto la mirada hacia ella.
Tomo de nuevo mi blusa y empiezo a doblarla.
Dejo la blusa en mi maleta y tomo un vestido de encaje azul pastel.
Hago una pausa.
Hay una pausa. Levanto una ceja.
Ella se levanta y hecha una mirada a mi maleta.
Miro también.
Ella sacude la cabeza y se sienta de nuevo, tomando mis ropas y doblándola delicadamente.
Tal vez es una perra, pero puede ser una muy dulce cuando quiere.
Me sonrojo por la palabra, resonando en mi mente.
Lo siento, mamá.
ﮪ
Cuando llego a casa, encuentro que David ha hecho pizza, cosa que mi madre nunca aprobaría. Eso de comer sano y cosas. Me hace no ser tan brusca con él cuando me pregunta cómo fue mi semana mientras comemos.
Y veo mi oportunidad.
Toma una servilleta y se limpia la boca. Me encojo de hombros.
Hace una pausa, mirándome a mí y luego a la pizza con cierto grado de duda e incomodidad.
Y mi pizza cae en mi plato con un sonido sordo.
Se ve tan incómodo como yo me siento.
Él deja caer la pizza en su plato también y se recuesta en su silla con cara de alivio.
Eso me hace reír.
Y mi simpatía por él se desploma.
Oh, uh.
Pero yo ya sé la respuesta. Y no me gusta.
Me señala con el dedo, como mi padre cuando se enojaba.
Sé que tiene razón. Pero no puedo admitirlo.
Me levanto de mi silla con el plato en mano.
Subo las escaleras y pierdo el tiempo escogiendo mi ropa para mi cita con Alex como las demás chicas, lo cual es ridículo, porque no planeaba cambiarme. Iba a quedarme con el simple vestido liso rojo y las bailarinas plateadas. Pero ahora que se lo he dicho a David, hago algo que no estoy segura porqué: Me pongo unos pantalones de mezclilla. Generalmente yo sólo uso pantalones en invierno, y es simplemente para sobrevivir, pero… Bueno. Es diferente. Es lo que se supone que las chicas hacen cuando van enserio, ¿No? Cambian su aspecto. Cuando David me vea, sólo se convencerá de que no me estoy metiendo en problemas.
Es lo que quiero.
Pero esa misma noche, cuando Alex viene por mí a casa, veo en su rostro que piensa que lo hice por él.
Oh, Alex.
Sonrío.
Frunce el ceño.
Sonríe. Y puedo decir que le encanta discutir conmigo.
Cuando llegamos a su auto, hace la cosa más linda: Me abre la puerta.
Se da la vuelta para subir al auto y es cuando le respondo:
Se voltea hacia a mí y su mano se detiene cuando va a meter la llave.
Niego, entrelazando mis manos en mi regazo, encima de mi bolsa.
La razón es porque en verdad no estuve pendiente por años sobre nada que no fuera la escuela e Isabel. Pero no le quiero decir esto, así que no respondo.
Levanta una ceja hacia mí, pero luego mira al frente porque tiene que mirar el camino.
Levanto las cejas.
Ríe.
Hago una mueca y pienso rápido. Improviso.
Se muestra complacido con la respuesta.
Saca su sonrisa arrogante.
Se encoge de hombros.
Levanto las cejas en asombro.
Maldición. ¿Por qué me hace preguntas tan difíciles de responder?
Miro su rostro, a ver si ahora sí une los puntos, a pesar de que en verdad no quiero eso. No quiero que sepa.
Cuando veo su expresión, sé que he dado en la herida.
Él me pregunta sobre mi hermana, yo le pregunto por su mejor amiga. Karma.
Miento.
Es más o menos lo que hubiera pasado en un futuro si ella siguiera viva.
Le doy un golpecito en el hombro.
Graham me había dicho que Alex amaba a Isabel, como mejor amiga, pero en verdad nunca lo imaginé. No lo creí. Y lo hago ahora, mirando la expresión de sufrimiento que se arregla para esconder.
Se encoje de hombros.
Una palabra: Inesperado.
Aunque si lo vemos en perspectiva, no es tan inesperado. Quiero decir, es Alex.
Y pienso que se va a regodear con mi respuesta, pero en verdad se muestra muy calmado. Se gira hacia mí y me da una pequeña sonrisa en apreciación.
Luego se recupera.
Reímos.
Me mira, como pidiendo que me explicara más.
Tarda unos momentos en contestarme, esta vez.
Reímos.
Tarda un minuto en contestar, y cuando lo hace, sé que no es fácil para él admitirlo en voz alta.
Traga saliva fuerte, con su vista fija en el camino.
Y cuando veo en sus ojos, veo una chispa. Lo recuerdo diciendo que vive con su tía, que su mejor amiga ha muerto. Y lo veo todo tan claro:
¿No es eso dulce? ¿Esconderse en lindas mentiras que te protegen de la verdad? ¿No es más fácil? ¿No es tan hermoso cómo puedes mentir y tu roto corazón empieza a sanar? ¿Cómo te inventas una verdad más bonita?
¿No es dulce?
ﮪ
Le he dicho a Alex que iría a la casa de mi tía porque haré de niñera un rato de mis primos después de nuestra cita. Una dulce mentira que hace mi vida más simple.
Y me lo ha creído completamente.
Nos damos un beso de despedida y él espera a que la señora Rossemount me abra la puerta para marcharse. Escucho el sonido del auto alejarse y sonrío amablemente a la señora frente a mí.
--¡Cassidy! Ven, pasa.
Ella abre la puerta para mí y sonríe.
--Estaba preguntándome si vendrías.
--Usted me lo pidió.
Ella cierra la puerta aun sonriéndome.
--¿Quieres té? ¿Soda, jugo? ¿Tomas café? Tengo café también.
--Té está bien.
Ella se envuelve en su gran saco gris, ahora que está comenzando a hacer frío. Ahora, a mediados de septiembre, probablemente debería de hacer frío ya, pero supongo que el mundo está loco. Aun así, tal vez la razón por la cual ella usa esa ropa holgada no es por el frío. Tal vez ella hace esto porque no tiene ganas de levantarse cada mañana y desperdiciar tiempo en estas cosas que en verdad no importan.
Supongo que es así como se siente al perder a alguien que amas. A alguien que alguna vez amaste más que nada.
--¿Cómo ha estado? ¿Después de toda la cosa con la policía? ¿Cómo
resultó?—Pregunto, sentándome en el sillón, donde aún están las cajas ahí. Parece
que no se han movido para nada.
Ella me contesta desde la cocina, dónde mueve trastes y cosas.
--He estado bien, gracias, cariño. No le dije nada a la policía sobre
ti. No me preguntaron, de cualquier manera. Ellos creen que fueron unos
adolescentes problemáticos jugando con armas. Unos delincuentes. Que huyeron
después. Y, oh, Dios, espero que los encuentren.
Ella vuelve después y se sienta en el sillón frente a mí.
--Bueno, ya puse el agua. Y mientras hierve, háblame sobre ti.
--Yo… Bueno. Estoy en una nueva escuela.
--¿Enserio? ¿Cuál es el nombre?
--Ashford. Es un internado al otro lado de la cuidad. Es muy bueno.
Ella ladea la cabeza, en curiosidad.
--Sí. Me es familiar. ¿Tu hermana no iba ahí?
Asiento.
--Sí.
Por primera vez pienso que tenemos más en común de lo que creí: Ambas perdimos. Personas que conocíamos.
Y quiero preguntarle. Quiero preguntarle sobre Vivian. Sobre cómo fue asesinada, sobre su amistad con mi hermana, si ella consumía drogas, si ella tenía un diario.
Y no puedo.
No puedo.
--¿Tienes novio, Cassidy?
--No. No lo tengo.
Sonríe.
--Mi Vivian solía ser tan coqueta. Tenía catorce cuando me trajo a casa
a su primer novio.
Ella sonríe grande, pero luego se desvanece lentamente.
Miro alrededor, intentando buscar un tema de conversación. Miro de nuevo las cajas.
--¿Ha pintado ya las paredes?
Suspira.
--No. Iba a comenzar, pero no sabía que ibas a venir.
--Siento no haber llamado, yo…
Ella me corta con una sacudida de cabeza y mete su pelo rubio ceniza detrás de su oreja.
--Está bien. Me alegro que estés aquí. Ha estado muy solo por aquí
últimamente.
Tardo unos segundos es responder.
--Lo siento, señora Rossemount.
Es probablemente la única cosa que no ha sido mentira en las últimas… Los últimos días. Semanas.
--No te preocupes, cielo.
La tetera empieza a hacer un sonidito.
--Ya va a hervir—Ella se levanta y me hace un gesto con la cabeza—Ven. Acompáñame a la
cocina.
La sigo sin cuestionar a la linda cocina de azulejos y ella se gira a apagar la estufa.
--¿Puedo ayudarla en algo?
--Claro. Saca las galletas de la alacena. En la puerta de en medio. Y
escoge tu té. Para mí uno de manzanilla, por favor.
Encuentro las galletas y la gran variedad de té. Decenas de cajas de todos los sabores. Enserio. ¿Chocolate con menta? ¿Ese té si quiera existe? Lo tomo y también la de manzanilla.
Nos quedamos en silencio mientras ella saca las tazas de porcelana con dibujitos rosas y yo pongo las galletas en un plato.
La pregunta sale de mis labios antes de que yo si quiera me de cuenta:
--¿Ha hablado con alguien?
La señora Rossemount deja la taza sobre el pequeño y ridículo platito y alza la vista hacia mí.
--¿Disculpa?
Tomo un respiro hondo. Ya que lo he dicho, hay que continuar.
--Sobre Vivian…--Escondo mi vista de ella, mirando las galletitas
marrones deformes de animalitos—Creo que sería sano para usted hablar con alguien de
ella.
Silencio.
Ella sigue mirándome, y lo siento. Levanto mi vista, medio esperando que ella saque mi trasero de su casa. Pero cuando la veo a los ojos, ella no está enojada. No creo que muestre ninguna expresión.
--Mis hermanos y mis padres—Responde—Ellos han dicho que
lo sienten. Se quedaron conmigo dos meses después de que Vivian se hubiera ido,
pero… Ellos no dijeron ni una sola palabra. No dijimos ni una sola palabra—Se
encoge de hombros y aparta la vista—Creo… Creo que estuvo bien. No
estaba lista para hablar sobre ella; Era demasiado doloroso.
Entiendo eso.
--Mis padres nunca hablaron de Isabel tampoco. Nunca hablé de Isabel con
nadie.
Me mira y la miro de vuelta.
Yo nunca pensé realmente que hablar ayudaba en algo, antes. Pero lo hace. Esta es la cosa: Hablar ayuda. Ahora entiendo; Entiendo a todas esas personas. Los cantantes, que escriben sus propias canciones, las adolescentes que escriben en sus diarios, los escritores que hablan de tantas cosas en la vida.
Nos ayuda. Nos ayuda a entender. Nos ayuda a dejar ir.
La señora Rossemount y yo. Podemos ayudarnos. Podemos ayudarnos mutuamente a sanar nuestros corazones. Podemos, finalmente.
Finalmente.
Y creo que ella lo sabe. Creo que puedo verlo en su mirada.
--Podemos hablar de eso, si quieres—Dice, con una chispa en sus
ojos.
Sonrío.
--Creo que puedo ayudarla a pintar la habitación de Vivian. ¿Qué le
parece?
Quince minutos después estamos abriendo las latas de pintura color lavanda con un delantal de cocina cada una para no manchar nuestra ropa.
--La extraño tanto—Dice, mientras mete la brocha en el bote.
--Lo sé. Yo también. A ambas.
Hay una pausa y yo aprovecho para hablar.
--¿Señora Rossemount? ¿Sabe si Vivian e Isabel volvieron a conectarse
después del accidente?
Ella niega.
--No. No, Vivian se juntó con otras personas. Hizo nuevos amigos. Pero
puedo decir que la extrañaba—Suspira—Ellas se necesitaban la una
a la otra, pero se abandonaron. Yo no pude decir nada que le hiciera cambiar de
opinión.
Hago una mueca. Le creo, así que… Si ellas nunca tuvieron comunicación, entonces… ¿Qué? ¿Cómo ellas tienen las mismas pastillas? ¿Fue casualidad? Si acaso de drogaban, me refiero. ¿Fue casualidad que consiguieran estas las dos?
De cualquier manera, ¿Qué se yo de drogas? Todas parecen la misma. Tal vez esta es la cosa más normal en el mundo de las drogas.
Pero no puedo imaginarme ni a Isabel ni a Vivian consumiendo. Al menos para honrar la memoria de Cam. Aunque, pensándolo bien, Isabel cambió mucho después de Cam. Sé qué haría la vieja Isabel, pero no tengo ni idea de la reciente.
--Mi hermana… Isabel, ella… Ella era diferente después de Cam. Y sé que
Vivian también. Más calladas. Más serias. Pero Isabel… Empezó a meterse en
cosas. Ella empezó a desaparecer algunas veces en la tarde, otras veces no
salía de casa sino para ir con el psicólogo. Ella… estaba mal. Me preguntaba si
Vivian se metió en alguna de esas cosas. No sé, alcohol, drogas…
--No. Empezó a reprobar materias, lo cual no era para nada usual en
ella, pero era compresible. Pero eso fue lo único.
No drogas.
--¿Está segura?
Asiente.
--Yo…--Suspira—El terapeuta me dijo que las drogas, los
percing, esas cosas eran posibles. Revisé sus cosas sin que ella supiera, por
meses después de que perdió a las chicas. No encontré nada. Ni una pastilla, ni
un arete, ni una jeringa. No había nada de eso, y yo pensé que se estaba
recuperando, de alguna manera. Pero encontré otra cosa—Ella contiene las
lágrimas—Yo lo había visto antes, pero no le había puesto atención.
Porque tú no haces eso, tú no piensas… Tenía sangre en una punta y yo…
Ella se derrumba en mis brazos unos segundos después, y habla sobre ello.
Habla sobre cómo el problema de Vivian era que se cortaba.
Le cuento a cambio sobre cómo para Isabel nadie existía, como se tomaba sus medicinas y fingía que yo no existía.
Me dice que lo siente, le digo que lo siento.
La llevo de vuelta a la cocina y le doy el té que dejamos que probablemente ya está frío. Ella se tranquiliza en el sillón, mientras yo veo por la ventana.
Entonces Vivian no se drogaba. Ese no era su problema. Pero, ¿E Isabel? ¿Qué puedo decir de Isabel?
ﮪ
El lunes, me llevo el susto de muerte. Y sé que hay algo que está realmente, realmente mal.
Empieza normal, primero. Llego a la escuela, y en la última hora me toca educación física, y cómo Ashford es escuela para ricos, la clase de educación física es natación en la gran piscina bajo techo del tamaño de un estadio. Como es la última hora, nos dejan quedarnos ahí los que queramos ahora que las clases han concluido.
Todos tienen vidas. Algunos van a tener citas, otras chicas van a ir en grupo de compras esta tarde por un baile que va a haber en un mes, otros simplemente quieren ir a dormir y hacer sus asuntos. Al final, yo también me voy a marchar. Pero soy la última en salir y cuando veo que todas las se han quitado su traje de baño de una pieza obligatorio color azul y los chicos los shorts, y van saliendo dejándome sola, decido que quiero quedarme.
Quiero estar sola un tiempo.
Y no puedo con la presencia feliz de Cora y Tash en mi habitación. Tampoco quiero encontrarme en el camino con Alex, o Graham, o, por Dios, An.
Así que me quedo sentada en la orilla con mis pies dentro del agua disfrutando mi soledad para pensar en el día anterior.
Hasta que me doy cuenta de que no estoy tan solitaria aquí cuando escucho los pasos muy cerca de mí. Me doy cuenta de que intentó que sus pisadas no sonaran, pero he podido oír. Suspiro y empiezo a darme la vuelta para ver quién ha olvidado algo de mi clase, pero…
Pero no tengo la oportunidad.
Porque ese alguien me empuja por la espalda y yo me hundo en la piscina. Empiezo a nadar hacia arriba para tomar aire, sorprendida y enojada. ¿Quién demonios se cree?
Estúpidos chicos con sus estúpidas bromas.
Pero no es una broma. Me doy cuenta cuando esa persona mete la mano dentro y hunde mi cabeza dentro del agua.
Tengo mis ojos cerrados y mis pulmones lloran por aire. Y me siento tan terriblemente asustada. Lucho. Alzo mis manos para intentar aruñar la cara del tipo, o hacer algo, lo que sea.
Lo que sea.
Estoy… Estoy muriendo. ¡Mis pulmones! ¡Mis pulmones, no tienen aire!
“Ayúdame”, pienso, “¡Ayúdenme!”
Duele. Duele tanto. Mis pulmones, mi pecho, mi garanta. Esto… Esto…
Entonces mi cabeza pesa mucho y yo me desvanezco un poco.
“Voy a morir”.
Estoy tan segura que voy a morir.
Es lo que pienso cuando la mano toma de mi cabello y me saca hacia arriba. Siento el aire llenando mis pulmones y quiero llorar, quiero llorar porque estoy viva, pero me siento demasiado cansada para eso. Mi cabeza da vueltas y se siente tan pesada. Siento que me saca del agua y me tiende sobre el suelo, entonces abre mi boca y me pone algo en ella. Me hace tragar, pero no abro mis ojos. Porque entonces me quedo incosciente.
ﮪ
Me encuentran después. En verdad no tengo ni idea de cuánto tiempo pasé inconsciente. Pero siento que me sacuden los hombros y alguien habla.
Mis ojos se sienten tan cansados, pero abro los ojos.
An y Kate están en el piso, arrodilladas a un lado de mí, con sus trajes de baño de Ashford azul marino.
--¿Estás bien? Isabel, mírame. ¿Puedes hacerlo?—Kate dice, con su
cabello castaño y largo cayendo sobre mi rostro cuando ella se agacha para ver
mi rostro más de cerca.
La miro.
--Sí.
Kate mira a An, quién me mira con cara de preocupación.
Qué semana tan más rara.
--¿Puedes levantarte?—Pregunta Kate.
An le lanza una mirada.
--¿Es eso seguro?
Ella asiente.
--Sí. No le va a pasar nada.
Entre ellas me ayudan a sentarme y An seguido lanza su primera pregunta hacia mí:
--¿Qué pasó, Isabel?
--Yo estaba aquí, y alguien… Alguien intentó matarme.
An y Kate se miran entre sí, con una interrogante en sus rostros. Luego me miran a mí.
--Isabel, ¿Estás segura?—Pregunta Kate.
--Alguien me drogó e intentó matarme.
Kate me mira unos segundos, como intentando decidir qué decir o hacer. Es An quién tiene la última palabra.
¿No es ella quien siempre tiene la última palabra?
--Hay que llevarla a nuestra habitación. Va a dormir con nosotras esta
noche.
“Noche”. Miro hacia las ventanas y me doy cuenta de que la luna está alta.
Ellas me ayudan a levantarme y An susurra para ella misma:
--Nunca tendré deseos de meterme en una alberca de nuevo.
Hago una mueca.
--Yo tampoco.
-Sthep Stronger.
Nos damos un beso de despedida y él espera a que la señora Rossemount me abra la puerta para marcharse. Escucho el sonido del auto alejarse y sonrío amablemente a la señora frente a mí.
Ella abre la puerta para mí y sonríe.
Ella cierra la puerta aun sonriéndome.
Ella se envuelve en su gran saco gris, ahora que está comenzando a hacer frío. Ahora, a mediados de septiembre, probablemente debería de hacer frío ya, pero supongo que el mundo está loco. Aun así, tal vez la razón por la cual ella usa esa ropa holgada no es por el frío. Tal vez ella hace esto porque no tiene ganas de levantarse cada mañana y desperdiciar tiempo en estas cosas que en verdad no importan.
Supongo que es así como se siente al perder a alguien que amas. A alguien que alguna vez amaste más que nada.
Ella me contesta desde la cocina, dónde mueve trastes y cosas.
Ella vuelve después y se sienta en el sillón frente a mí.
Ella ladea la cabeza, en curiosidad.
Asiento.
Por primera vez pienso que tenemos más en común de lo que creí: Ambas perdimos. Personas que conocíamos.
Y quiero preguntarle. Quiero preguntarle sobre Vivian. Sobre cómo fue asesinada, sobre su amistad con mi hermana, si ella consumía drogas, si ella tenía un diario.
Y no puedo.
No puedo.
Sonríe.
Ella sonríe grande, pero luego se desvanece lentamente.
Miro alrededor, intentando buscar un tema de conversación. Miro de nuevo las cajas.
Suspira.
Ella me corta con una sacudida de cabeza y mete su pelo rubio ceniza detrás de su oreja.
Tardo unos segundos es responder.
Es probablemente la única cosa que no ha sido mentira en las últimas… Los últimos días. Semanas.
La tetera empieza a hacer un sonidito.
La sigo sin cuestionar a la linda cocina de azulejos y ella se gira a apagar la estufa.
Encuentro las galletas y la gran variedad de té. Decenas de cajas de todos los sabores. Enserio. ¿Chocolate con menta? ¿Ese té si quiera existe? Lo tomo y también la de manzanilla.
Nos quedamos en silencio mientras ella saca las tazas de porcelana con dibujitos rosas y yo pongo las galletas en un plato.
La pregunta sale de mis labios antes de que yo si quiera me de cuenta:
La señora Rossemount deja la taza sobre el pequeño y ridículo platito y alza la vista hacia mí.
Tomo un respiro hondo. Ya que lo he dicho, hay que continuar.
Silencio.
Ella sigue mirándome, y lo siento. Levanto mi vista, medio esperando que ella saque mi trasero de su casa. Pero cuando la veo a los ojos, ella no está enojada. No creo que muestre ninguna expresión.
Entiendo eso.
Me mira y la miro de vuelta.
Yo nunca pensé realmente que hablar ayudaba en algo, antes. Pero lo hace. Esta es la cosa: Hablar ayuda. Ahora entiendo; Entiendo a todas esas personas. Los cantantes, que escriben sus propias canciones, las adolescentes que escriben en sus diarios, los escritores que hablan de tantas cosas en la vida.
Nos ayuda. Nos ayuda a entender. Nos ayuda a dejar ir.
La señora Rossemount y yo. Podemos ayudarnos. Podemos ayudarnos mutuamente a sanar nuestros corazones. Podemos, finalmente.
Finalmente.
Y creo que ella lo sabe. Creo que puedo verlo en su mirada.
Sonrío.
Quince minutos después estamos abriendo las latas de pintura color lavanda con un delantal de cocina cada una para no manchar nuestra ropa.
Hay una pausa y yo aprovecho para hablar.
Ella niega.
Hago una mueca. Le creo, así que… Si ellas nunca tuvieron comunicación, entonces… ¿Qué? ¿Cómo ellas tienen las mismas pastillas? ¿Fue casualidad? Si acaso de drogaban, me refiero. ¿Fue casualidad que consiguieran estas las dos?
De cualquier manera, ¿Qué se yo de drogas? Todas parecen la misma. Tal vez esta es la cosa más normal en el mundo de las drogas.
Pero no puedo imaginarme ni a Isabel ni a Vivian consumiendo. Al menos para honrar la memoria de Cam. Aunque, pensándolo bien, Isabel cambió mucho después de Cam. Sé qué haría la vieja Isabel, pero no tengo ni idea de la reciente.
No drogas.
Asiente.
Ella se derrumba en mis brazos unos segundos después, y habla sobre ello.
Habla sobre cómo el problema de Vivian era que se cortaba.
Le cuento a cambio sobre cómo para Isabel nadie existía, como se tomaba sus medicinas y fingía que yo no existía.
Me dice que lo siente, le digo que lo siento.
La llevo de vuelta a la cocina y le doy el té que dejamos que probablemente ya está frío. Ella se tranquiliza en el sillón, mientras yo veo por la ventana.
Entonces Vivian no se drogaba. Ese no era su problema. Pero, ¿E Isabel? ¿Qué puedo decir de Isabel?
ﮪ
El lunes, me llevo el susto de muerte. Y sé que hay algo que está realmente, realmente mal.
Empieza normal, primero. Llego a la escuela, y en la última hora me toca educación física, y cómo Ashford es escuela para ricos, la clase de educación física es natación en la gran piscina bajo techo del tamaño de un estadio. Como es la última hora, nos dejan quedarnos ahí los que queramos ahora que las clases han concluido.
Todos tienen vidas. Algunos van a tener citas, otras chicas van a ir en grupo de compras esta tarde por un baile que va a haber en un mes, otros simplemente quieren ir a dormir y hacer sus asuntos. Al final, yo también me voy a marchar. Pero soy la última en salir y cuando veo que todas las se han quitado su traje de baño de una pieza obligatorio color azul y los chicos los shorts, y van saliendo dejándome sola, decido que quiero quedarme.
Quiero estar sola un tiempo.
Y no puedo con la presencia feliz de Cora y Tash en mi habitación. Tampoco quiero encontrarme en el camino con Alex, o Graham, o, por Dios, An.
Así que me quedo sentada en la orilla con mis pies dentro del agua disfrutando mi soledad para pensar en el día anterior.
Hasta que me doy cuenta de que no estoy tan solitaria aquí cuando escucho los pasos muy cerca de mí. Me doy cuenta de que intentó que sus pisadas no sonaran, pero he podido oír. Suspiro y empiezo a darme la vuelta para ver quién ha olvidado algo de mi clase, pero…
Pero no tengo la oportunidad.
Porque ese alguien me empuja por la espalda y yo me hundo en la piscina. Empiezo a nadar hacia arriba para tomar aire, sorprendida y enojada. ¿Quién demonios se cree?
Estúpidos chicos con sus estúpidas bromas.
Pero no es una broma. Me doy cuenta cuando esa persona mete la mano dentro y hunde mi cabeza dentro del agua.
Tengo mis ojos cerrados y mis pulmones lloran por aire. Y me siento tan terriblemente asustada. Lucho. Alzo mis manos para intentar aruñar la cara del tipo, o hacer algo, lo que sea.
Lo que sea.
Estoy… Estoy muriendo. ¡Mis pulmones! ¡Mis pulmones, no tienen aire!
“Ayúdame”, pienso, “¡Ayúdenme!”
Duele. Duele tanto. Mis pulmones, mi pecho, mi garanta. Esto… Esto…
Entonces mi cabeza pesa mucho y yo me desvanezco un poco.
“Voy a morir”.
Estoy tan segura que voy a morir.
Es lo que pienso cuando la mano toma de mi cabello y me saca hacia arriba. Siento el aire llenando mis pulmones y quiero llorar, quiero llorar porque estoy viva, pero me siento demasiado cansada para eso. Mi cabeza da vueltas y se siente tan pesada. Siento que me saca del agua y me tiende sobre el suelo, entonces abre mi boca y me pone algo en ella. Me hace tragar, pero no abro mis ojos. Porque entonces me quedo incosciente.
ﮪ
Me encuentran después. En verdad no tengo ni idea de cuánto tiempo pasé inconsciente. Pero siento que me sacuden los hombros y alguien habla.
Mis ojos se sienten tan cansados, pero abro los ojos.
An y Kate están en el piso, arrodilladas a un lado de mí, con sus trajes de baño de Ashford azul marino.
La miro.
Kate mira a An, quién me mira con cara de preocupación.
Qué semana tan más rara.
An le lanza una mirada.
Ella asiente.
Entre ellas me ayudan a sentarme y An seguido lanza su primera pregunta hacia mí:
An y Kate se miran entre sí, con una interrogante en sus rostros. Luego me miran a mí.
Kate me mira unos segundos, como intentando decidir qué decir o hacer. Es An quién tiene la última palabra.
¿No es ella quien siempre tiene la última palabra?
“Noche”. Miro hacia las ventanas y me doy cuenta de que la luna está alta.
Ellas me ayudan a levantarme y An susurra para ella misma:
Hago una mueca.
-Sthep Stronger.
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