Fade. Capítulo 12.
"Romper las reglas sería fácil... Demasiado fácil, sino rompiera otras cosas. Si no rompiera también a personas. Si no te rompiera".
Sonríe.
Kate suspira.
Kate asiente hacia mí y se gira hacia Marina.
Marina me mira.
Hay una chispa en sus ojos que me hace decirle:
Sonríe.
Hago una mueca.
Marina empieza a emocionarse y a dar palmadas entusiastas. Kate, como siempre, es más sutil: Me da una sonrisa amable de aprobación.
Le frunce el ceño.
Marina frunce el ceño de vuelta.
Sonrío, dando pasos hacia atrás.
Marina mira a Kate, casi como pidiendo permiso.
ﮪ
Cruzo las piernas en el frío suelo del garaje y miro a Graham trabajar.
El saca una de las herramientas de una caja y la pone sobre el escritorio en el que trabaja. Se gira hacia a mí.
Suspiro.
Me encojo de hombros.
Eso me sorprende.
Suspiro y él me sonríe débilmente. Se gira hacia su trabajo, lo que sea que es, dando término a la conversación.
Seguimos hablando un rato y luego me marcho a mi habitación, donde veo a Tash colgado los posters en la pared pegada a su cama. Pusieron a Tash en nuestra habitación hace pocos días, como el reemplazo de Sophie. Es agradable, debo decir. No es una Barbie. Ella está más en la música. Creo haber oído decir a Cora que había sido una de esas niñas famosas de televisión, pero como yo no tengo conocimiento de personas famosas, no tengo ni idea. Creo que esto es lo que más le gusta a Tash de mí.
Ella me sonríe cuando entro y saca el flequillo dorado que se atraviesa en sus ojos.
Pienso en ello unos minutos.
ﮪ
Seguramente David querría que le llamara si yo saliera repentinamente de la escuela. Y probablemente se pondría todo cascarrabias conmigo si no lo hiciera.
Corazón que no ve, corazón que no siente.
No me creo lo que estoy haciendo, aun cuando ya estoy frente y pago al taxi. Lo observo irse lejos en la acera y luego me vuelvo para la casa.
Nunca realmente he estado en casa de Vivian Rossemount. Sé dónde es, claro, pero es por las reuniones de estudio de mi hermana en su casa, o por las pijamadas, o por el cumpleaños al cual recuerdo asistir con Isabel. Realmente no hubiera habido ningún problema si yo me apareciera en casa de Vivian; Ella solía ser amable conmigo, a pesar de que no éramos amigas. No hubiera ningún problema si ella siguiera viva. Ahora no sé si quiera si la única persona que vive aquí está ahí.
Probablemente yo termine arrepintiéndome de esto pronto, pero mi madre me ha pedido que visite a la señora Rossemount. Que le haga compañía, que platique con ella y que no le haga sentir tan sola. Y aunque odio que mi madre se haya vuelto loca y que me dejara sola para lidiar con todo, la amo.
Y si esto es lo que quiere, bien.
Me acerco y toco la puerta. Lo voy a hacer de nuevo, pero me detengo cuando escucho pisadas.
Pego mi nariz al vidrio de la ventana, con la esperanza de verla.
Las pisadas suenan de nuevo, pero ésta vez me doy cuenta de que no son de dentro, si no desde afuera. Empiezo a girar para ver quién viene caminando a mi dirección, pero las pisadas se vuelven más rápidas. Alguien está corriendo, lejos de mí. Para cuando me doy vuelta, no hay nadie.
Nadie.
Me doy vuelta, pensando que es la cosa más rara. Entonces toco de nuevo y la puerta de abre. Pero al mismo tiempo un sonido estruendoso atraviesa el aire y el pequeño jarrón de cerámica en la mesita de porche de la señora Rossemount explota.
Una bala.
¡Una jodida bala!
Grito. Dos segundos después me doy cuenta de que no he sido yo. Mi grito todavía sigue atascado en mi garganta. Ha sido la señora Rossemount quién ha gritado por mí, y agradezco que su grito haya expresado el horror del mío.
La ventana a mi lado explota también y yo me descongelo y me cubro con el brazo. Siento pequeñas punzadas de dolor cuando el vidrio se encaja en mi brazo. La señora Rossemount chilla de nuevo y toma mi mano, arrastrándome hacia el interior de la casa. Cierra la puerta rápido y se hecha al suelo, arrastrándome de nuevo con ella.
Pienso que es un buen momento para liberar mi grito, pero al final decido que ya no tiene caso y me lo trago.
Yo y la madre de Vivian nos quedamos en el suelo cerca de un minuto, jadeantes. Al final ella se levanta y pone sus manos en el pecho, donde debería de estar el corazón.
Yo me quedo tirada en el suelo.
Me siento, inhalando y exhalando.
Tarda un minuto en contestar.
La quito de la ventana y la siento en el sillón, esquivando las cajas en toda la sala. Me vuelvo y hago malabares con mi equilibrio y las cajas para cerrar las persianas.
Podría sentarme en el sillón e hiperventilar como ella.
Ella traga saliva y finalmente me mira. Niega.
Ella parece salir de su ensoñación y me mira.
Como no me da tiempo para responder, me quedo en la sala sentada esperando a que traiga el teléfono para hablar a la policía. Probablemente los vecinos lo habrán hecho.
Miro las cajas en el suelo y por curiosidad levanto una tapa para ver el interior. Cosas de chicas. Peluches, cuadernos… fotos. ¿Qué hacen las fotos de Vivian en cajas?
Me volteo hacia su madre, que hace malabares con el celular y el botiquín de primero auxilios.
No me había dado cuenta antes, así que no puedo darme cuenta de si lucía tan mal antes del tiroteo o después. Si es por Vivian, o por los disparos.
La respuesta viene a mí: Probablemente ambos.
Ella sacude la cabeza.
Ella toma el teléfono con una mano mientras abre el botiquín con la otra.
Ella está a punto de contestar pero entonces oímos las sirenas sonar a lo lejos.
Ella me mira y suspira, tomando el botiquín.
Me levanto.
Casi ni lo siento, pero accedo.
Ella se lleva el botiquín, diciendo que las tiene en la cocina y yo me quedo ahí de nuevo sola, ansiosa por el sonido de las sirenas que se acercan. Me acerco a la puerta para sólo aceptar la pastilla y luego salir corriendo. Pero cuando veo a las cajas una vez más, veo una que está abierta. Hay una caja de metal que tiene dice: “Isabel y Cam” adornado de corazoncitos y estrellas.
Me muevo rápido, antes de que su madre pueda volver y atraparme.
Todo lo que tenga que ver con Isabel, tengo que saber.
Todo lo que tiene que ver con ella me ha absorbido.
Esta es mi maldición.
Por eso la sostengo entre mis manos a pesar de que sé que no debo y en menos de un segundo yo la tengo abierta y moviendo dentro. Escucho a la señora Rossemount gritar “¿Dónde están?” y yo me muevo más rápido.
Fotos, notas, broches, más fotos, unas cuantas pulseras de la amistad… Una pequeña bolsa transparente de pastillas.
¿Qué?
Rápidamente pongo la caja en si sitio antes de que ella vuelva y sobrepongo la tapa de metal, sin cerrarla en verdad y quedándome con las pastillas. Abro la bolsa y huelo, confirmando mis sospechas.
Escucho pasos por el pasillo y meto la bolsita en mi bolso, junto con mi cartera y mi celular.
Murmuro un gracias mientras me pongo la pastilla en la boca y trago en seco.
¡No tengo tiempo para esto! ¡Las sirenas se acercan más!
Asiento y salgo corriendo por la puerta hacia su patio trasero y saltando dificultosamente la vaya que es alta, pero hay una silla que me lo facilita.
Y corro unas cuantas cuadras en la dirección contraria, pensando una cosa antes de parar a un taxi: Las pastillas no son de mamá. Son de Isabel.
Cuando checo la hora y veo que David tiene que estar en su nuevo trabajo, le digo al taxi la dirección de mi casa. El tapete tiene un agujero, donde mi madre solía guardar la llave de repuesto.
Lo primero que hago dentro es buscar las pastillas antidepresivas de Isabel que tomaba después del accidente de Cam… Después del accidente.
Isabel no tenía contacto con Vivian después del accidente. No hay manera que las pastillas olorosas sean los antidepresivos de Isabel. No hay manera de que terminaran con Vivian.
Aun así las busco en el lugar dónde mi mamá guarda las medicinas, y cuando las encuentro las llevo directamente a mi nariz.
No.
No son sus antiguos antidepresivos.
Busco los de mamá, los de la etiqueta verde con letras negras muy gruesas. Los huelo. No.
¿Entonces qué demonios son? ¿Y de quién? Y, de paso, ¿Por qué están en mi casa?
Aunque, la pregunta más adecuada es: ¿Por qué me perturba tanto?
Tardo unas horas intentando sacar los vidrios de mi brazo, pero mi mano tiembla y la pastilla que me dio la señora Rossemount ya no hace efecto más. Tengo dolor en el brazo, tengo hambre pero no puedo cocinar nada sin un brazo. ¿Lo que no tengo? Tiempo. Pronto él volverá.
Me digo que no tiene caso ya que mi mano izquierda no puede sacar los pequeños vidrios y me levanto. Meto unas gasas en mi bolso y llamo a un taxi.
Espero.
ﮪ
Es tarde cuando llego a Ashford. Como la seguridad en sí apesta las puertas están abiertas, pero sé que las cerrarán a las doce de la noche. Pero ahora que estoy adentro, se supone que tengo que irme derecho a la cama. Hay una regla que dice que después de las diez todo el mundo tiene que estar en la cama. Qué basura.
Ahora que tengo el número de Graham, me facilita las cosas. Lo llamo y le digo que necesito su ayuda y que lo espero en el garaje de su taller de madera.
Cinco minutos después, él está ahí parado.
Se ve un poco alarmado, viendo mi brazo.
Le tiendo la pequeña pinza para sacar las cejas. Lo toma y lo mira fijamente. Luego a mí.
Él suspira y enciende una lámpara sobre una mesa de madera.
Él lo hace, cuidadosamente, pero noto una sonrisa en sus labios.
Agita la cabeza.
Bufo, observando las pequeñas piezas de vidrio que Graham saca cuidadosamente.
Alza la cabeza con asombro y asiente.
Asiento.
Deja de sacar los vidrios de mi brazo por un segundo y clava los ojos en mí.
Se vuelve hacia mi brazo de nuevo.
Su cabeza se dispara hacia mí.
Me mira boquiabierto.
Escucho su respiración mientras me saca otro vidrio y lo deja sobre la mesa.
Recuerdo a la señora Rossemount, con la chispa desesperada en los ojos cuando me pidió por favor que volviera.
Así que, cuando se lo prometo, miento:
Es tan fácil hacerlo ahora. Es tan fácil romper mis reglas.
Romper quien siempre fui.
Romperme.
Porque, ¿Qué importa ahora?
Le cuento sobre las misteriosas pastillas.
Suspira.
Él no me responde. He dado en el clavo.
Saca el último vidrio de mí y lo deja en la mesa.
*Out of sight, out of mind: Fuera de vista, fuera de mente.
--Sthep Stronger.
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