Mine, capítulo 43. "Fácil y Correcto".
Mis botas vaqueras (Regalo de Luce de hace dos años, en un intento porque me vea mejor) suenan por el pasillo del hospital mientras avanzo dando zancadas. Mi pelo recogido en un moño a lo alto de mi cabeza empieza a desmoronarse. Mi rostro no tiene maquillaje. Me empiezan a lagrimear los ojos. Esto pasa cuando me levanta el sonido del teléfono y mi madre suena por la otra línea histérica cuando estoy tomando una siesta. Solo tuve tiempo para agarrar mi bolso y marcharme.
Está sentada en una silla azul incómoda de hospital, con las piernas cruzadas. Parece muy tranquila.
Unas enfermeras me miran con cara de "Callate", pero las mando al carajo.
Me paro en frente de ella. Me inclino un poco hacia el frente.
Ella me señala el asiento a su lado.
La miro, confusa.
Aturdida, aliso mi vestido blanco que me llega un poco más arriba de las rodillas, toqueteo mi bolso y me siento, y doblo las piernas como ella, pero no hay nada elegante en mí.
Agita la cabeza.
Asiente.
Pero ella no me contesta, ya que una doctora se para en frente de ella, a unos metros y le dice que está listo.
¿Qué está listo?
Me paro a su tiempo.
Se da la vuelta, pero toma mi mano, empujándome con ella mientras camina.
Casi me tropiezo con mis botas mientras camino.
Freno en seco. Se me cae el bolso y me toma unos segundos de más agacharme por ellos.
Ella suspira y me empuja hacia otra puerta donde hay una persona en un escritorio. Saca su cartera.
Me pongo en jarras.
Mamá no me hace caso y saca una credencial. Se la da a la muchacha pelirroja que está sentada en la mesa.
La miro.
Entonces entiendo que mi madre le ha dado mi credencial. Me giro hacia ella.
Mi madre toma mi mano y me jala hacia los elevadores. Me mete en ellos, aunque yo hago todo lo posible para librarme. Mi chongo finalmente se deshace y la liga cae sobre mis hombro. La tomo furiosa, y miro a mi madre, con lágrimas de furia en mis ojos.
Ella aprieta un botón en el elevador.
Como una niña chiquita doy una patada al piso del elevador.
Pongo las manos en mi cuello, porque no sé qué decir.
Sólo quiero marcharme.
Entraré en pánico en cualquier momento.
El elevador se abre.
Sin embargo ella suspira hondo, y dice:
Me toma del brazo y me saca del elevador.
Me aferro al suelo del pasillo y me quedo clavada allí.
Hay unas cuantas personas en el pasillo, esperando para ir a las habitaciones de los enfermos. Algunos me miran, pero yo estoy perdiendo mi mente lo suficiente como para no devolverles la mirada.
De acuerdo, el pánico ya está llegando.
Me encojo y me siento en una silla. Pienso que ella me va a obligar a levantarme, pero en cambio se sienta a mi lado. Suspira. Pone una mano en mi pierna.
Acaricia mi pelo.
Pero me niego.
Ella señala una puerta a unos metros de distancia.
Pero no me muevo.
Cubro mi rostro con mis manos.
Me da una palmada en la espalda y me hace levantarme. Miro la habitación. 189.
El número del infierno.
Parpadeo.
Siento la necesidad de correr.
Escucho a mamá contestar el teléfono y alejarse unos cuantos pasos.
Y escucho también una voz a mi espalda, chillona.
La niña de la voz chillona rezonga. Cuando me doy la vuelta para ver, Oliver está medio jalando a Cariba a la otra dirección, pero Cariba se queda clavada en el suelo.
Cuando siente mi mirada, se queda mirándome fijamente. Oliver también me mira. Y la jala lejos de mí.
¿Tal vez ha cambiado su opinión y no quiere que me acerque a su hermana?
Yo también me quedo mirando a la niña. Y simplemente ya no puedo apartar mi vista, porque no he tomado una decisión; Si aparto la vista de la niña, la ignoraría. En otras palabras, lo tomaría como rechazo. Si la saludo, entonces sería aceptarla. Pero sí me quedo mirándola, sólo lo estoy aplazando.
Así que sí, me quedo mirándola, esperando que se me prenda el foco para decidir qué hacer.
Miro a mamá, que está por allá contestando una llamada, ignorando que su hija está en un aprieto.
Considero sonreír e irme, fingir que no ha pasado, pero...
Es suficiente.
Tengo que enfrentarlo.
Ya no puedo esconderme.
Suspiro, mientras veo como la niña mira hacia arriba, hacia mi cara, retorciendose esa falda brillosa que parece ser su favorita.
Luce adorable.
La nena se pone más nerviosa aún. Se pone roja y empieza a retorcerse la falda un poco más. Oliver la toma del brazo.
Ella se gira hacia él, repentinamente enojada.
Él aprieta la mandíbula.
Ella asiente, nerviosa.
Se empieza a mover de un lado a otro, mientras me mira, como si fuera una especia de show. Sonrío.
Es completamente adorable.
Oliver le toma de la mano. Lo miro.
Parece sorprendido. Vacila.
Vacila de nuevo.
Asiento. Pero luego agrego:
Duda de nuevo, pero al final se queda atrás de Cariba, viéndome. Y Cariba no deja de mirarme desde abajo.
Sus mejillas vuelven a encenderse y río. Asiente.
Asiento. Abro la boca para decir algo, pero mi madre me llama desde atrás.
Entro en pánico. ¡No puede verlos!
Retrocedo. Me agacho hacia la niña:
Sus mejillas se encienden aún más y ahogo una risa.
Miro hacia Oliver.
Intento ocultarlo, pero puedo ver que supone un alivio para él que yo dijera esas palabras. Y supone una sorpresa para mí que de repente sea tan madura.
Mamá estaría muy orgullosa de mí, si supiera.
Pero el "Si...", no existe.
Miro hacia mamá, que camina hacia mi viendo la pantalla de su celular.
Él me mira extrañado un momento, pero luego toma la mano de Cariba.
La niña parece complacida, de hecho, mientras se aleja mirándome. Le sonrío amablemente.
Volteo a mamá al tiempo en que ella alza la mirada del celular y me mira.
Suspiro y miro la puerta.
Entonces he decidido que voy a hacer una persona madura. Tengo que enfrentar lo que pasa, no esconderme. Ya no es una posibilidad. No hay vuelta atrás. Pero en cuanto toco la perilla de la puerta, me doy cuenta de que las cosas eran más fáciles cuando yo era una adolescente...Hace un minuto.
Pero "Fácil", no significa "Correcto".
--Sthep Stronger.
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