Fade. Capítulo 3.
La libreta. Página 3.
Hay veces que quieres conocer a alguien. Lo ves, y sabes que quieres ver lo no muestra. Quieres ver la capa más profunda. Lo que hay detrás.
Pero hay veces que no quieres, porque puedes ver las llamas del infierno propagándose detrás de sus ojos. Puedes casi ver como su sonrisa promete el fin.
Porque sabes que no vas a salir intacta.
No de ésta.
Así que estoy buscando mi nombre en Google. Primero, no encuentro nada. Después de unos minutos, encuentro mis cuentas de redes sociales, y en imágenes, una foto de perfil mía en diminuto. Lo demás, pura basura.
No hay rastro de Isabel… ¿O si?
Hay una foto, de la cuenta de Facebook de una chica desconocida. Y en la foto hay muchas personas, ya que se trata de una fiesta, pero es una chica rubia que le sonríe a un chico muy guapo lo que toma mi atención. Es Isabel. Rubia.
¿Rubia?
Sigo dándole a las fotos para ver si encuentro más fotos, pero no hay otra huella de Isabel.
¿Isabel, rubia, sonriéndole a un chico?
Las palabras que salen entre mis labios podrían hacer estremecer a mi madre y hacer que me envíe La Mirada.
Me recargo a la silla de mi escritorio y pienso; ¿Si Isabel se había teñido el pelo… porqué mi madre no mencionó nada sobre ello? Aunque la respuesta llega a mí antes de terminar la pregunta: Porque no hablamos sobre nada doloroso en absoluto.
Me levanto y camino fuera de mi habitación. Recargo mis manos en las escaleras y escucho la conversación de mis padres.
Y es la cosa más loca.
Porque no es el silencio lo que llena los espacios vacíos en la habitación. Es una conversación fluida y unas cuantas risas.
Esto me hace bajar las escaleras.
Mi madre está haciendo waffles, como todos los sábados en la mañana. El televisor está prendido, y mi padre está ahí sentado, aunque en verdad no lo ve, sino que lee el periódico.
Mi madre me da un beso en la frente cuando me ve, y mi padre levanta la vista del periódico y me ve con un pequeño pero reluciente atisbo de alivio.
Cómo si esperara que algún asesino serial subiera en mi cuarto a medianoche para matarme.
Al principio, cuando Isabel acababa de morir, mis padres a veces se levantaban a las tres de la mañana para comprobar que yo seguía dormida en mi habitación. Que no me había desvanecido con el viento como su primera hija lo hizo. Y yo fingía que estaba dormida.
Mi padre deja lo que está haciendo y se sienta en la mesa con nosotras. Porque ahora pasar el mayor tiempo los tres juntos es la cosa más importante del mundo en la vida de mis padres, tan obligatorio es para ellos como ir al trabajo o a la iglesia.
Un nudo se forma en mi estómago.
Cuando vaya a la iglesia mañana, me arrepentiré de todos mis pecados.
Papá asiente.
Cuando mamá nos sirve, rezamos antes de comer, agradeciéndole a Dios por todo lo que nos ha dado, como es usual. Luego, la conversación es trivial los siguientes veinte minutos. Veinte minutos en lo que recojo cada parte de mi valentía y formulo la pregunta que sé que tengo qué hacer porque no encontraré la respuesta en otra parte:
Y es como en cámara lenta: Mi madre, dejando caer el tenedor; Mi padre, mirándome sin aire. Ambos, sin palabras en sus bocas. Sin un escudo para proteger sus dañados corazones de la verdad.
Pasan unos eternos segundo antes de que mi madre conteste.
Me encojo de hombros.
Bueno, la mitad era real.
Mi mamá levanta bruscamente su plato aún si terminar y lo lleva hacia el fregadero.
Ahí es cuando se termina la conversación.
Mi padre me mira, sin saber qué hacer exactamente. Si hablar conmigo o mandarme castigada, aún cuando no tiene razón para hacerlo. No en verdad.
Sólo espero a que el tiempo pueda algún día, de alguna manera, curar las heridas de mis padres.
ﮪ
Tengo que volver a Ashford.
Una vez más, no sé qué planeo encontrar, pero tengo qué volver. Así que cuando Cece menciona que está saliendo con alguien de ahí, alguien mayor, yo me pego como una lapa a ella.
Ellas me miran como si hubiera dicho algo rarísimo.
Me encojo de hombros.
Miranda me sonríe.
Frunzo el ceño, pero cambio mi cara inmediatamente.
Por favor, sólo dime si va a haber otra fiesta.
Miranda chilla.
Me entra un escena de pánico. ¡Ellas deben de conocer a todo el mundo!
Y entonces el error más grande del mundo sale por mi boca:
Las tres deforman su cara. Juro que parece que Lisa no puede respirar.
Por la Santísima Trinidad. ¿En dónde me metí?
Me encojo de hombros.
Y no podría tener más razón. Enserio.
Lisa me frunce el ceño con recelo.
Miranda le reprende y le dice que se calle. Yo la ignoro.
Pasa unos momentos de silencio hasta que Cece habla.
Sonrío.
Es todo lo que necesito.
Por ahora.
ﮪ
A mis padres no les gustó cuando yo dije ése día que saldría de compras con Cece porque ella compraría el vestido para una boda y me pidió opinión. Se miraron a los ojos con el claro signo de interrogación en sus ojos, atrapados por el momento. “¿Dejarla salir al mundo exterior otra vez?”, podía leer en sus ojos. No estaban dispuestos a dejarme ir. Estaban bastante asustados. Y mi madre hizo propuestas sin fondo para que yo me quede, pero las rechacé, al igual que el de mi padre. Ellos podrían decirme que no y mandarme a mi habitación. Pero no pueden hacerlo, porque no pueden expresar en voz alta que tienen miedo de que me pase algo malo, como a Isabel.
En ese momento, el hecho de que no se hablara de Isabel estuvo bien para mí. Porque así ellos se quedaron sin argumento y me dejaron ir.
No se siente bien mentir a mis padres. Nunca se ha sentido bien. Esta es la segunda vez y me he puesto a rezar enseguida. Sin embargo quiero encontrar algo.
Necesito encontrar algo.
Su nombre es Marina.
Por ahora, es mi objetivo.
Así que cuando Cece viene por mí, mis padres la interrogan mientras bajo las escaleras. Porque ellos no la conocen, a pesar de que le he hablado de ella anteriormente. A pesar que saben que es algo así como mi amiga.
Intentan protegerme.
¿Porque no fue así como Isabel murió? ¿En un accidente de auto con sus amigos? ¿Amigos que mis padres no conocían, en los cuales no confiaban?
No le contesto.
Ahora sé un poco más de cómo ella y Miranda son amigas; Ambas van por el mismo hilo.
No estoy muy segura de cómo me siento sobre esto.
Cuando llegamos ella me abandona no más pisar la entrada. Yo me pierdo un poco, ya que no recuerdo mucho de la noche de la fiesta. Recuerdo el lugar vagamente, pero la imagen es gastada. Ni siquiera estoy segura de que sea del mismo lugar en el que estoy parada.
Sigo caminando, intentando localizar el dormitorio de las chicas. De cualquier manera… ¿Qué número era? Algo con B. Estoy segura de la B.
Suspiro y me siento en la fuente que hay en medio del campus. Una fuente que no contiene agua. Qué cosa tan más triste; Ni siquiera la fuente tiene suerte hoy.
Pongo mi mirada en todas las chicas del campus caminando con sus uniformes, otros ya con ropa normal, ya que su periodo de clases ha terminado. Sin embargo, ninguna de ellas parece a aquella chica Marina.
Cierro mis ojos un momento.
Abro los ojos y frunzo el ceño. ¿Pero qué demonios?
Enfrente de mí hay un chico. Abro la boca para contestarle, para decirle que se aleje, pero… su rostro.
Es ese chico. El chico que vi en la foto con Isabel. A quién le estaba sonriendo.
Tiene el pelo castaño en rizos, moreno, alto, musculoso, con unos destellantes ojos oscuros.
Está guapísimo, tengo que admitir. Sin embargo, no puedo pensar en esto.
Porque él conocía a Isabel.
Cambio mi ceño fruncido y las palabras que estaban a punto de salir de mi boca. Y sonrío cordialmente.
Él sonríe, cínicamente.
Esa sonrisa no me gusta.
No es porque no sea bonito, o incluso sexy, porque lo es. Es sólo que no me gusta; Cuando veo su sonrisa, sus labios levantándose hacia arriba, no puedo evitar sentir que tengo que alejarme. Como… como una advertencia. Una que me dice que una tormenta está acercándose. No me gusta. Quizá es porque me mira como si fuera algo que pudiera cazar. Ésa mirada perfora a través de mí. Esa mirada me dice que quiere saber lo que hay bajo la superficie. Sin embargo esto no es nada romántico.
Es como admirar algo que está enfrente de ti para recordarlo una vez que lo hayas destruido.
No me gusta nada.
Y creo que él lo nota, porque su sonrisa muestra desconcierto por unos segundos, pero luego se recupera y sigue mostrando orgullosamente su sonrisa.
Me dan ganas de aventarle algo.
Inclino la cabeza hacia un lado, asombrándome en silencio por su seguridad y arrogancia. Mi Dios. ¿Y éste de dónde salió?
Se lo pregunto:
Sonríe de lado y me quedo viendo sus labios. Son bonitos. En un nivel mortífero, claro.
Dios, quiero correr.
Pero él conoce a Isabel. Estaba con ella en la foto. Sonriéndole.
Levanto una ceja.
Realmente nunca he soñado con alguien como él. Ni siquiera he soñado nunca con un chico. Todo este tiempo mi vida ha girado en torno a Isabel y cómo me siento sobre ella.
Ése pensamiento de repente me hace sentir solitaria.
Supongo que lo he sido. Todos éstos años.
Muestra desconcierto de nuevo. ¿Qué esperaba? ¿Qué me derritiera en sus brazos?
Bueno, eso sería incómodo.
Lo cual es como la mitad de cierto.
Bueno, pronto será mi amiga. ¿Cuál es la diferencia?
Él finalmente se sienta a mi lado y me mira. Sonríe de nuevo.
Incómodo.
Frunce las cejas de nuevo.
Es enserio: ¿Está esperando que me sonroje o algo?
Oh, amigo. Lo siento.
Vacilo.
Y entonces esa sonrisa arrogante vuelve.
Me golpea: Alex, el chico guapo, arrogante y patán. Del cuál Marina le advirtió a Isabel.
Me enderezo y lo miro con mala cara.
Esto es. Marina ha caído un escalón abajo ahora. Mi campo de visión es ahora Alex. Porque según lo que me dijo Marina, Alex es el responsable de que Isabel fuera “distinta”. Adiós a la señorita tímida, hola a nueva desconocida.
Alex es el punto.
Y él también pone mala cara al ver que no le gusto.
Sonrío inmediatamente.
No sé qué es más sorprendente: Que en verdad me haya encontrado con Alex en una escuela con cientos de alumnos o que él sea mi pase a Isabel.
Algo me dice que lo estoy desesperando.
A ver… ¿Qué hace que los chicos cómo estos vayan detrás de ti…?
Me levanto y sonrío, mientras quito el polvo de mi falda color pastel.
En el interior esperaba no volver a ver su sonrisa mortífera, pero ahora… Ahora voy a jugar un juego.
Aunque no el suyo.
Me doy la vuelta y a tres pasos lo oigo exclamar:
Y entonces está enfrente de mí.
Él es un completo cliché: Esos niños bonitos que quieren la atención siempre. He leído un mundo de libros sobre ellos.
Lo miro, un tanto confundida. Finjo.
Levanto las cejas.
Juro que está estupefacto.
Frunzo el ceño.
Fastidiada, lo rodeo y camino.
Qué chico tan más pesado.
Sonrío al escuchar los pasos detrás de mí. Vaya. ¿Quién diría que leer tanto me funcionaría en verdad?
La balanza se inclina a mi favor.
En verdad no quiero entrar en este juego. Sé que es peligroso, y no conozco las reglas. Pero no creo encontrar algo mejor.
Se sorprende. Bueno, ya venía siendo hora de que alguien lo pusiera en su lugar.
¿Cómo Isabel pudo enredarse con un tipo así?
Sin embargo, no me giro y me voy a encontrar a Marina. Sino que lo miro directamente a los ojos con curiosidad y hablo lentamente, llevando a cabo éste experimento que se me acaba de ocurrir:
Si él sabía que el verdadero nombre de la Cassidy que él conoció era Isabel, no da síntomas de unir los puntos. No une el nombre de mi hermana con el parecido que tenemos ahora que las dos somos rubias. O bueno, Isabel era rubia en su momento aquí.
Me decepciono.
No, él no me reconoce como algo relacionado a Isabel. Para él soy sólo una desconocida.
Bueno. Punto a mi favor.
Me pregunto qué hubiera pasado si le hubiera dicho que mi nombre es Cassidy. Si así encontraría un camino a esa chica que una vez conoció. Si se daría cuenta de que su Cassidy y ésta Cassidy se parecen mucho. De que ésa Cassidy le robó a ésta Cassidy.
Pero Alex sonríe, ajeno a todo esto. A todo el desastre que mi hermana fue entretejiendo con tanto esmero por un año, cuando se metió a esta escuela.
Me pregunto si le hubiera dicho eso a Isabel si ella le hubiera dado su verdadero nombre.
Esto me hace fruncir el ceño.
Y él pone mala cara al verme.
Oh, Alex. Tan guapo y tan ignorante.
Sonrío y me inclino hacia adelante:
El desconcierto de nuevo en su cara.
Espero paciente.
Oh, bueno. Yo voy a cumplir dieciséis la semana siguiente. E Isabel era un año mayor que yo. Entonces todo encaja; Ellos debieron ir al mismo curso.
Pero aún no me lo creo:
¿Se enredó con éste chico? ¿Isabel? ¿La que nunca hablaba a nadie? ¿La reservada y dañada Isabel? ¿Esa chica? Ah, maldita sea, Isabel. ¿Qué desastre hiciste?
Ahora parece de verdad shokeado.
Al principio, me mira algo enojado por mi rechazo que creo que se va a ir. Y eso… uh, no. No lo puedo permitir.
Pero él se queda.
Y sonríe.
Cómo si lo tuviera todo bajo control de nuevo.
Entonces me pregunto silenciosamente cómo me las arreglaré para salir de casa cada semana sin que mis padres me encierren en el sótano para mantenerme a salvo.
Y sonríe de nuevo.
Me lo imagino.
Hace una mueca y dice después.
Dios. ¿Les hace caras a todas las chicas? ¿Y qué planea? ¿Qué cuando me atrape me va a agregar a la lista? Pues mira que Miranda y las chicas lo han descrito perfectamente.
ﮪ
La puerta se abre. Es la morena, An. Ella me mira a mí y luego mira a Alex, y pone una mala cara. Creo que no puede decidirse a quién de los dos odia más ver aquí.
Enserio, me conoció ayer, y no dije ni una palabra. ¿Cómo es remotamente posible que le desagrade?
Alex le sonríe y se recarga contra el marco de la puerta, mostrando su perfecta dentadura blanca.
Oh, vamos.
Ella vuelve a gruñir.
El chico se mostró desconcertado cuando no le coqueteé, pero ni se inmuta cuando ésta chica lo mira con llamas en los ojos. Él sólo la ve divertido.
Supongo que tienen su historia.
Ella deja su no tan amable diálogo y me mira. Entrecierra los ojos.
Marina conocía a Isabel, Alex lo hacía… Y éstos se conocían entre ellos. ¿Cuáles son las probabilidades de que An conozca también a Isabel?
Su cara me dice que no conecta los puntos.
Gracias, queridos genes.
Qué pesada.
Entonces sus ojos adquieren una sombra protectora. Recuerdo a Marina esa noche diciéndome que aquella chica An estaría tan enojada si descubriera que me había hablado de Isabel. ¿Le dijo Marina? ¿Le dijo que me contó?
Una voz se eleva detrás de mí.
Marina camina hacia nosotros, sonriendo. Pero cuando mira a Alex, frunce el ceño y se cruza de brazos.
Él le sonríe cínicamente.
Oh, maldito.
Tengo esta extraña sensación de darle una patada en la espinilla por mujeriego, pero parecería muy infantil. Además, tengo qué hacer que le guste.
¿Cómo hago eso? No digo que soy fea, pero no soy como mi hermana. No hay nada remotamente especial en mí. Soy sólo Cassidy. Y él es Alex. Inalcanzable.
Pero de alguna manera, yo tengo que elevarme desde la tierra para alcanzarlo y arrastrarlo hacia abajo conmigo. Tengo que ganarme su confianza.
¿Cómo te ganas la confianza de estos tipos?
Marina le frunce el ceño y luego me mira a mí.
Piensa rápido, Cassidy.
Ella me mira, sin pista.
Ella mira a An, quién sigue con los brazos cruzados. Luego ella los descruza y se mete a la habitación, cerrando la puerta. Es como “No es mi problema”.
Oh, bueno, gracias. Qué amable.
Sonrío y bajo mi vista hacia mi pequeño bolso, y saco un anillo que mi madre me regaló el año pasado por mi cumpleaños.
Lo pongo en mi palma y se lo acerco.
Ella lo toma y lo analiza, pero luego me lo devuelve.
Finjo confusión y miro el anillo.
Sonrío cordialmente.
Me mira como si me hubiera atrapado… Y tal vez lo ha hecho: Le di a entender que Marina era una amiga mía, pero ni siquiera me conoce.
Chico entrometido.
Él me señala con la cabeza.
Marina detecta la manera en la que él me mira. Al principio, creo que se va a enojar, pero es algo parecido al temor lo que refleja su rostro por unos segundos. Luego ella da un paso hacia mí y entrelaza su brazo con el mío.
El se incorpora, pero la mira divertido.
Él ríe y alza las manos. Luego me da una considerable mirada antes de marcharse.
Pero antes de desaparecer definitivamente, se gira y dice:
Luego se marcha.
Marina a mi lado suelta un gemido y me suelta el brazo.
Ella se gira hacia mí y enarca una ceja.
Ya lo sé.
Lo sé.
O al menos, creo saberlo. Es lo que me dijo la otra noche con respecto a Isabel. No sé qué hizo, y no sé en qué sentido no es bueno. Pero lo he percibido.
Me pregunto si está pensando en Isabel.
Ríe, pero eso es más un sonido amargo.
No puedo contestarle, porque en ese entonces alguien llama a Marina. Es una chica un poco más alta que nosotras, con cabello largo hasta la cintura en unos adorables rizos marrones. Delgada, ojos oscuros.
Se para enfrente de nosotras y me sonríe amablemente.
Kate pone mala cara.
Oye, en verdad que él salió con todas…Aunque tal vez hizo más que eso. ¿Pero qué?
Esa chica Kate frunce el ceño.
Marina la mira y suspira.
Kate asiente cautelosamente, y luego me mira con un poco de preocupación.
Es cuando me doy cuenta de que están hablando de cosas de las que no quieren que me entere.
Me dirigen una sonrisa educada y amable.
Me doy la vuelta y camino por el pasillo, hasta doblar la esquina, donde casi tropiezo con la alfombra y mi zapato sale volando a un metro de mí. Suspiro y me acerco para metérmelo de nuevo.
Y sus voces me llegan.
Kate no dice nada.
Marina suspira y Kate le sugiere entrar. Segundos después de cierra una puerta y no oigo ninguna otra voz.
El silencio se extiende.
Ahora tengo mis objetivos. Sólo necesito mis flechas para apuntar. Y luego, disparar.
Me pregunto a cuántos pájaros lograré matar.
Y cuántos tiros me tomará.
-Sthep Stronger.
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