Unspoken. Capítulo 2. "Un principio para un fin"
Estoy demasiado cansada y demasiado lejos de ninguna parte como para aguantar más. Mis ojos se cierran lentamente, y sé que tengo que estacionarme y dormir.
Así que giro en la carretera solitaria y me estaciono en un espacio neutral. Me bajo y subo al asiento trasero, sacando mi saco tirado en el suelo para usarlo como almohada. Y cierro los ojos.
En mi sueño, estoy sentada sobre el cofre del viejo auto de Tyler, y él está sentado junto conmigo. Él tiene una guitarra en sus manos, arriba de sus piernas. Y me sonríe. Luego mi hermana pequeña de trece años, Gracie, con su cabello largo y castaño corre hacia mí. Ella me dice algo, pero no puedo escucharla. Le hago repetírmelo, y ella lo hace, pero no entiendo. Cuando volteo hacia Tyler, él ya no está. No hay rastro de su cabello oscuro y sus ojos azules. Ahora hay un chico con cabello rubio y ojos de un azul diferente al de Tyler. Los de Tyler son de ése azul oscuro que tiene el mar en una tormenta, los de este chico son de un azul cristalino. Él me sonríe, y toma mi mano. Cuando volteo hacia Gracie, ella ya no está. Pero en su dirección veo caminando con la cabeza gacha a Tyler, con su guitarra en mano.
Entonces estoy en otro lugar. Estoy dentro de una casa blanca decorado al estilo del siglo XVII, más o menos. Mi casa, en Nashville. Mi madre me sonríe. Una mujer con el pelo unos tonos más claros que los míos de cabello y sonrisa perfecta. Me está hablando mientras me da una taza de algo caliente.
Y despierto.
Muevo mis ojos hacia arriba y veo a través de la ventana. El cielo es oscuro. Estiro mi mano para alcanzar mi celular y ver la hora. Son casi las ocho de la noche. Y me dormí… ¿Pasado la una? Ya venía sabiendo yo que no debí salir de Dallas a las cuatro de la mañana.
No es sólo la hora lo que veo. Hay dos llamadas perdidas en mi celular. Ambas son de mi madre. Le devuelvo la llamada, y después de asegurarle que estoy bien y de que ya he comido –Cosa que no es cierta, pero voy a resolver eso dentro de poco-, cierro mi celular y suspiro profundo.
Es una noche de julio, pero siento frío. Tal vez no es por el clima. Recorro las manos por mis brazos, haciendo fricción para calentarme. Mis uñas largas se detienen sobre mi piel y me provoca un leve cosquilleo. Por un segundo cierro los ojos y me permito imaginar que es una caricia. De mamá, de Emma, mi padre, Gracie. Tyler.
Tyler.
Cierro mis ojos.
… Tyler besó mi cabeza dulcemente y devolvió la vista a la televisión. Estábamos viendo una película que juramos que veríamos algún día porque estaba ambientada en Nashville. Tenía que admitir que la película era bastante mala, pero yo estaba cómoda acomodada en el pecho de Tyler con sus manos en mi cintura, escuchando su risa causada por esa mala película.
Presté atención y lo que vi fue a una chica flacucha y despeinada, con unas botas vaqueras parecidas a las mías y con un vestido holgado que no le venía en gracia. Se veía como una loca.
Fruncí el ceño y le di una palmada al pecho de Tyler.
La sonrisa de Tyler se ensanchó.
Me solté de sus brazos y le lancé un cojín del sillón de su casa.
Tyler atrapó la almohada hábilmente, y siguió sonriendo.
Abrí la boca, hasta el suelo. Observé como los ojos de Tyler brillaban y cómo observaba la escena con diversión. Yo tomé otro cojín y lo empecé a golpear en el torso.
Tyler dejó salir una carcajada.
Al final él me quitó la almohada y me jaló de la cintura hacia él para parar todo con un beso, aún cuando seguía sonriendo. Un beso dulce y lento. Yo inmediatamente me fui contra él y eché mis brazos sobre su cuello.
Me da un no sé qué.
Estoy un poco molesta conmigo misma, porque esto no está ayudándome, definitivamente. No está. Ha pasado un año y siete meses, exactamente. ¿Por qué estoy reviviendo esto?
Cierro los ojos, intentando recuperar algo de sueño antes de volver al volante, pero no llega a mí. El sueño no me toma y me hunde como suele hacerlo. Estoy muy despierta. Estoy pensando en el chico de ojos cristalinos.
Su nombre es Jake.
Un chico apuesto, agradable. Uno, que no pensé que me iba a traer tanto problema. Recuerdo el primer día que lo conocí, en la escuela, cuando yo tenía diecisiete. Yo era… tan estúpida.
… Corrí por el pasillo casi vacío de la escuela construida de ladrillos rojizos. Cuando llegué a la puerta de mi clase, mi cabello liso y castaño ya se había salido de mi trenza de lado y revoloteaba por toda mi cara. Me los acomodé de un manotazo y luego miré por la ventana de la puerta. Él maestro no estaba, pero todos estaban estudiando, así que supe que ya había llegado.
Maldije por lo bajo.
Abrí la puerta rápido y miré por el salón. Vi a una de mis amigas, Meg, con quién solía sentarme en esta clase, pero mi lugar había sido ocupado. El único que quedaba desocupado era en el que estaba este chico. Jake Gray. Él era, como, el rey de la escuela. Era amable, era guapo, era inteligente, atlético. Todas las chicas estaban detrás de él, los chicos querían ser él. Las chicas querían que él se enamorara de ellas, y tenía que admitir que yo era una de ellas en el interior. Pero yo conocía a los de su tipo. Ellos nunca son buena señal, así que yo nunca le dirigía una mirada de más de dos segundos o coqueteaba con él, ni nada. Él y yo, nada. Nunca. Y nunca me sentaría a su lado, pero en ese entonces, no me quedó otra opción.
Me dirigí a su lado y dejé caer mi mochila en el suelo. Aparté mi pelo de un manotazo de nuevo.
Jake me miró con sus ojos cristalinos. Quise mirarlos un poco más.
Suspiré profundo y me hundí en el asiento. Maldita sea.
Jake me sonrío amablemente y me indicó las páginas en el libro que probablemente tendrán que ver con el exámen.
Jake, el perfectísimo Jake, se encogió de hombros y me sonrió de nuevo.
Hice una mueca.
“Lo sé”, pensé. Sólo le sonreí de vuelta y volví a mis asuntos…
Y ese, fue simplemente el principio del fin.
ﻫ
Me detengo para echarle gasolina al viejo cacharro que tanto quiero pero que tanta lata me da- ya que se descompone cada dos por tres- y me bajo a comprar algún sándwich y una leche con chocolate para desayunar en la tienda de autoservicio de a lado.
Mi celular suena.
Sonrío y le doy un sorbito a mi leche con chocolate. Tal vez no soy así de madura.
Me quedo callada un instante.
Se queda callada un instante del otro lado de la línea.
Resoplo.
Al final pongo el altavoz porque no puedo abrir completamente mi leche con una mano.
Frunzo el ceño.
Y cuelga.
Meto un CD de Lady Antebellum en el estéreo y me meto un pedazo de sándwich en la boca, con la vista perdida en la nada.
Meg es una parte importante de mi vida, y siempre lo ha sido. Por ella, haría lo que fuera, y lo hice, en su momento.
… Meg sonrió y me señaló con el tenedor de plástico negro.
Luego desvió su mirada hacia algún punto detrás de mí. Extendí mis piernas contra el césped y bajé mi almuerzo. Volteé hacia atrás de mí, y vi a Jake, en todo su esplendor, hablando con sus amigos sentado en una mesa. Los chicos le prestaban atención y lo miraban con respeto y las chicas prácticamente lo desnudaban con la mirada.
Meg bajó el tenedor y ladeó su cabeza, haciendo que su cabello castaño muy parecido al mío cayera de lado sobre sus hombros.
Levanté una ceja.
Rodeé los ojos para quitarle hierro al asunto.
Lo dije sólo para molestarla; Meg tenía esta cosa de que no debemos fijarnos en alguien por su aspecto, sino por su personalidad. Y, con Jake… Bueno, él tenía tanto como una buena personalidad como un buen trasero.
Meg era así. Ella vivía en un cuento de hadas y un mundo de flores y corazones.
Y yo la amaba tal cuál era, a pesar de que yo nunca me tragaría ésos cuentos.
Le hice caso y me quedé quieta. Después escuché que alguien se sentaba a mi lado, en el césped. Volteé y lo miré. Jake me sonrío.
Le sonreí amablemente.
Él le sonrío. No creí en verdad que él supiera su nombre.
O tal vez yo estaba equivocada. Tal vez este chico si tenía los pies bien plantados en la tierra.
Él sacó un papelito de su chaqueta de cuero con una dirección anotada y me la dio.
Los ojos de Meg brillaban. Yo todavía tenía mis dudas.
Él hizo una mueca. ¿Qué, era yo la primera que lo rechazaba? Pues que se fuera acostumbrando.
Se levantó y se fue.
Meg se abalanzó sobre mí de inmediato.
Negué.
Ella puso sus ojos se cachorrito.
Ella sonrió…
A lo mejor ése en realidad fue el principio del fin, y no el momento en que hablé por primera vez con Jake. Tal vez fue ésa vez, que Meg me convenció para ir a ésa estúpida fiesta por primera vez. Una de muchas fiestas con Jake. O tal vez fue exactamente el momento en que conocí a Meg, ya que sin ella, yo nunca habría salido con él… Pero, tal vez, fue el momento en que conocí a Tyler dónde todo cambió.
¿Cuántos principios puede haber para un fin?
-Sthep Stronger.
jaja tengo unas botas casi iguales!!!!
ResponderEliminarbueno ahora voy a leer...
:O Te las voy a robar xD
Eliminar:)
ResponderEliminarVeremos como continua!!!