Mine, capítulo 45. "Jane Austen".
Tal vez esté frustrada, enojada, herida y mentalmente dañada de por vida, pero eso no significa que no me de cuenta de las cosas que pasan a mi alrededor. Como Lucas.
Me he dado cuenta de que de pronto está distraído. Tiene un aire ausente cuando usualmente estoy medio corriéndolo de mi casa por decirme cosas tan cursis. Ahora es diferente. Está más callado, más... normal.
Y eso no está bien.
Intenté hablar con él una vez. Enserio. Lo intenté. Ahí estaba yo con cara de psicóloga, sonriendo. A lo mejor el también lo notó y se asustó de la nueva yo, pero si lo hizo, no lo dijo.
Estaba haciendo la tarea que tanta lata me estaba dando mientras Lucas estaba sentado a mi lado. Lo miraba de reojo, porque... ¿Porqué demonios estaba haciendo ahí dejándome terminar mi tarea si lo que era usual en él era que intentara distraerme? No era normal.
Dejé mi cuaderno y libro al lado y le toqué el hombro ligeramente. Nada. Le di un beso en la mejilla. Lentamente el Lucas normal regresó y me sonrío divertido.
Rodé los ojos y lo empujé suavemente.
Después de empujarlo cuando se acerca para besarme, él sonríe y al cabo de cinco minutos está ido de nuevo.
De ese tono dulce que las mamás utilizan para dirigirse a sus hijos de cinco años. Se fijó en mí por unos segundos y sacudió su cabeza. Volvió a intentar distraerme de mis deberes, por quince minutos, antes de que se volviera a ir.
Suspiro mientras me acomodo el vestido lila. Es de colores lisos, no como el estampado ni el de lentejuelas que Laura tanto me daba la lata para que pusiera. Es uno lindo.
Hoy es el cumpleaños de Lucas. Voy a su casa, porque su madre me invitó a desayunar allá. Y Lucas no sabe nada porque el muy flojo está echado en la cama dormido.
Cuando bajo las escaleras, el teléfono suena. Decido que es mejor dejar que la contestadora salte, porque si es la tía Mel, entonces me quedaré en el teléfono para siempre. Así que cuando guardo la cajita, que es el regalo de Lucas en mi bolso, la voz de Oliver llena la habitación.
Camino por la sala para tomar el teléfono.
Una pausa.
Frunzo el ceño, a pesar de que su tono no es nada acusador.
Frunzo los labios.
Lo entiende enseguida; El destino (O bien, llámale como quieras) no me había permitido que las cosas hubieran sido así.
Suspira.
Aprieto los labios.
Vuelvo a apretar los labios.
Después nos ponemos de acuerdo para vernos en un café. Y dos minutos después yo estaba yendo a una dirección diferente.
Cuando llegué, divisé a Oliver inmediatamente. Me senté en la mesa frente a él y sonreí débilmente.
Miro mis manos antes de levantar la cabeza y soltarle:
Sacude la cabeza.
Lo miro y asiento. Espero.
Hace una pausa y niego con la cabeza.
Resoplo.
En cambio, sonríe.
Sonrío y le doy una patada por debajo de la mesa.
Ríe, y luego vuelve al tema:
Asiento y digo:
La cara de Oliver pasa de la confusión, a una chispa de entendimiento, de algo que parece frustración, y luego resopla.
Se pasa las manos por la cara.
Levanto una ceja al ver que me está llamando en verdad Jane Austen.
Maldito.
Llego a casa y me siento en el sillón, mientras respiro entrecortadamente e intento no ser una mujer intensa como Jane Austen.
"¿Porqué?"
Es lo primero que me pregunto.
"¿Porqué?
Pero los porqués son de muchas preguntas que no tienen respuesta.
A) ¿Porqué mi madre se enrollaría con alguien que está probablemente casado y tiene un hijo?
B) ¿Porqué tuvo una hija sabiendo que no podía estar con ese hombre? Es la peor cosa que podrías alguna vez hacer. No por ti. Si no por la hija. ¿Cómo de egoísta tienes que ser para tener una niña con un hombre que ya tiene hijos? ¿Porqué no pensar en la niña? ¿En todo lo que se tendría que enfrentar en un futuro?
C) Bien, ya. Te enrollaste con un hombre casado y fuiste egoísta teniendo una hija. Muy bien. ¿Porqué no contarle la verdad a la hija? Tiene derecho. Tiene derecho a saber la verdad. A saber todos los sucios secretos. ¿Porqué no contarselo? ¿Porqué ocultarlo?
Y salir con esas porquerías de "Quería protegerte", no vale. Si en verdad quería hacerlo, no hubiera tenido hijos. Es así de fácil.
En sencillo.
¿Porqué demonios se tienen que complicar tanto la vida haciendo cosas que no deberían hacer? Como tener hijos. Al menos de esta manera. Es egoísta. Y enfermo.
¡Y lo peor de todo es que yo pensaba que la estaba protegiendo a ella!
Pero ahora no es momento. Primero, mamá no está en casa para pedirle explicaciones. Segundo, tengo que moverme. Se supone que tengo que ir a casa de Lucas. Tercero, no tengo intenciones de ponerme pesada. Se supone que tengo que ser madura, así que me levanto y me mojo la cara con agua fría para salir al mundo real dónde no puedes quedarte en casa deprimida todo el día.
Dónde hay cosas qué hacer.
Dónde las cosas que están pasando en verdad no son tan graves. Pero en mi mundo, lo son.
De cualquier manera, levanto mi cabeza y bajo por las escaleras, alisando las arrugas inexistentes de mi vestido.
--Sthep Stronger.
Ps: Siento no haberla puesto el martes pasado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario