Mine, capítulo 26. "Fácil"
Me encojo de hombros aún con la sonrisa marcada en mi rostro.
Es de noche. El carro está infestado de risas: Lucas no ha parado de hacer malos chistes y comentarios sobre mi personalidad desde que salimos de casa de Laura. Es cómo aquella vez en el café, sólo que por alguna razón, esto se siente cómo algo más importante.
Levanta una ceja y ríe. Yo rodeo mis piernas con mis brazos, ya que tengo los pies sobre el asiento.
Intercambiamos unas cuántas risitas.
Ríe de nuevo.
Y es cómo si su risa fuera el mejor sonido que alguna vez haya escuchado.
Y pone sus ojos sobre mí.
Y puedo sentir la chispa en mi interior.
Pero no es sólo eso: La puedo ver en sus ojos.
Así que, con la misma sonrisa, desvío la vista a mi ventana.
Nos quedamos en silencio un minuto.
Arqueo una ceja.
Me mira, incrédulo.
Río y me retiro un mechón de la cara.
Sacude la cabeza.
Me mira unos segundos con la misma chispa en su mirada y luego mira el camino. Cambia la mano con la que sostiene el volante.
Sonrío.
El sonríe y señala con un dedo por la ventana a mi lado.
Levanto la cabeza.
Y sonrío al ver la rueda de la fortuna.
La sonrisa en su rostro se hace más burlona.
Niego con la cabeza.
Le doy un golpe inocente en el brazo.
Sacude la cabeza.
Reímos.
Hay algo que me gusta mucho de esto.
Lucas niega con la cabeza.
Sostengo la pistola en las dos manos. Está muy pesada. Se supone que tengo que darle a esos monitos y tirarlos. Me ganaré un premio.
Lucas toma mi brazo y lo hace ponerlo en posición. Se acerca a mi oído y murmura unas indicaciones.
Respiro fuerte, y es que siento el calor de su aliento en mi oído y un hormigueo recorre desde la punta de mi dedo hasta mis piernas.
Me estremezco.
Asiento.
La verdad es que estaba a punto de llevarme a comer algo de chucherías en un puesto, decía que sería lo mejor que mi paladar ha probado, pero vi en un puesto un Koala gigante de peluche y lo arrastré hasta acá.
Si derrumbas tres monos, te llevas un peluche. Y tienes cinco tiros.
Y ese Koala tiene que ser mío.
Y lo hago.
¡Oh, demonios! ¡Lo hice!
Sonrío.
El levanta la palma de la mano.
Pero en vez de eso lo abrazo. Ni siquiera sé porqué demonios hice eso en vez de limitarme a chocárselas. Al principio no me devuelve el abrazo, y cuando estoy a punto de separarme y pedir disculpas, él me toma en sus brazos y me aprieta fuerte contra él. Oigo su risa cerca de mi oreja.
Y también suelto unas risitas.
Pero no me deja hasta que tiro los primeros tres. El segundo, lo logro. El tercero, ya no. No es hasta cuando le recuerdo cuanto quiero ese Koala cuando hace un tiro, y lo gano.
Abrazo al Koala gris contra mi.
Río.
Me mira extrañado.
Palmeo el Koala.
Le sonrío.
Me sonríe y me toma de la mano, jalándome hacia en frente mientras me dice:
Pero no necesito comer algo para no olvidar esta noche.
Sé que, en alguna parte dentro de mí, siempre estará presente.
Cuando estamos sentados en una mesa de metal pintada de blanco, le digo:
Miro la cosa que parece pastel con nieve y crema de cacahuate. En verdad parece algo muy combinado.
Ah.
Sonríe por milésima vez, y cada vez que lo hace me dan ganas de impulsarme hacia enfrente y echarme a sus brazos. Pero no sé porqué.
Su sonrisa es radiante.
Sonríe.
Y me doy cuenta de que siento curiosidad. Curiosidad por ver quién es en verdad. Qué hay detrás de sus sonrisas. Curiosidad por su lado oscuro y todas las cosas que ama y todas aquellas que odia.
Sacudo la cabeza.
En cambio, respondo:
El se hecha a la boca una bocanada de no sé qué será y luego sonríe.y
Ruedo los ojos y me meto una cucharada en la boca.
¡Madre mía! ¡Es la cosa más dulce que he comido en toda mi vida! Y la más adictiva. Y con el aspecto más asqueroso.
Me meto más a la boca y casi olvido que él me debe una respuesta.
Sonrío sin mostrar los dientes porque tengo la boca llena.
Lo miro.
Se encogió de hombros.
Pero se atraganta con su embutido y me mira de reojo.
Di al blanco.
El niega con un movimiento de mano y se limpia la boca con una servilleta.
Miro el embutido. Lo miro a él unos instantes y luego miro el embutido y me lo meto a la boca con esperanza de perderme en el sabor.
Pero no.
Lo miro. Su sonrisa ya no está.
Y ya no ver esa sonrisa hace que algo dentro de mí muera.
Me atraganto con mi embutido.
El sonríe. Me sonríe. Y la luz dentro de sus ojos cobra vida. Es como un fuego que no puede dejar de brillar.
Río.
Miro fijamente me embutido.
Hace una mueca.
Iba a decir "Novia", pero una punzada en el estómago me lo impide.
Entrecierra los ojos.
Lo que ha dicho me gusta. Me gusta mucho. Vaya que sí.
Pero no entiendo desde cuando acá.
El se encoje de hombros.
Me hecho a reír y me meto ese embutido de nuevo a la boca. ¡Madre mía, no me cansaré de esto!
Y, cuando me lo pregunta, casi me atraganto:
Toso un par de veces.
"No, no lo estoy"
Levanto la cabeza hacia el suelo.
Cuando bajo la cabeza, me sonríe.
Y sé que puedo contarle lo que se me pegue en gana. Y estará a salvo.
Sin embargo, estoy nerviosa, y miro al cielo.
Levanta una ceja.
Me encojo de hombros.
Golpea ligeramente la cuchara contra sus labios.
Respiro hondo.
"Mantén la calma". "Mantén la calma".
Se encoge de hombros.
Parpadeo.
Su mirada tiene algo ahora que ya he hecho la pregunta. No son cálidos, como antes, ahora hay un pánico en ellos. Algo distante y frío.
Pero entonces parpadeo y se encoje de hombros, recuperando quién suele ser.
Quién yo conozco.
Sé que no debo de preguntar más. Sé que es un terreno peligroso. Es como si tuviera un letrero fosforescente con letras enormes en su cabeza. "No vayas por este camino".
Así que sigo el consejo del letrero Fosforescente.
Él me mira. Sé que mañana me arrepentiré de haber dicho esto. Pero bueno.
Me doy cuenta de que su mirada no transmite pena hacia mí.
Y me quedo con la boca abierta.
Que mi padre me haya abandonado es algo que he dicho a Luce y a Noel. Y es porque confío en ellos. Porque por más que los trate mal, ellos me perdonan. No me abandonan. Y es que en verdad me quieren y han compartido su vida entera conmigo, y cuando preguntaron disimuladamente por mi padre, yo quise intercambiar el gesto siendo honesta. Pero me arrepentí al minuto. No es porque me fueran a traicionar diciéndolo o algo así, si no por la mirada de pena en su rostro. Y es que sus padres siguen juntos.
Ellos no supieron que decir. No supieron cómo actuar. Así que lo que hicieron fue hacer como que nada había pasado. Como si no hubieran sentido pena por mí. Y en verdad se lo agradecí.
Odio que las personas me miren con pena.
Te juro que sí me quedo con la boca abierta. Casi toca el piso.
Me pregunto cuantas cosas más le puedo contar sin la mirada de pena.
Y abro mi boca antes de poder controlarlo.
No hay ni pizca de pena en su cara cuando me mira. Hay sorpresa.
Me detengo a pensar qué demonios he dicho. La razón del porqué. Pero cuando lo miro de nuevo, sé que era porque quería comprobar mis sospechas. Lo que en parte me daba miedo descubrir. Y, al final, eran ciertas:
Él es especial.
Miro al cielo. Me doy cuenta de que suelo hacerlo cuando no sé cómo contestar, o cómo no sé como controlar la situación. Entrecierro los ojos.
¿Y ahora qué le digo?
Sigo con la vista en el cielo porque no sé cómo mirarlo a los ojos. Me da verguenza...
"¿Qué ha dicho?"
Lo miro inmediatamente.
Lo he dicho en voz alta. Es demaciado tarde para tetirarlo.
Pero me he dado cuenta de que sí que quiero escuchar lo que tiene que decir.
Miro por detrás de hombro. Veo en mi cabeza la vez que lloré sobre su pecho, y me da mucha verguenza. No puedo mirarlo a los ojos.
Dejo el embutido en la mesa y me retuerzo las manos.
"Se fue con su otra hija. Una hija que es mejor que yo. Alguien a quién quiere más. Alguién a quién sí llevó a un parque y la columpió", agrego para mi misma.
Lo miro a los ojos. Nada de pena. Nada de nada. Me está mirándo fijamente.
Gira la cabeza al lado, con curiosidad.
Miro al cielo de nuevo. Miro mis manos.
Juro que casi me derrito cuando pasa su mano por mi mejilla para atrapar un mechón rubio que se ha puesto en medio de mi rostro. Lo pone detrás de mi oreja.
Cuando lo miro de nuevo, veo que sonríe.
Y me quedo cautivada.
Él me jala la mano y me arrastra hasta un lago artificial en el otro lado del parque. Me señala hacia el cielo y murmura:
Y miro. Primero no sé qué ver. Quiero decir, el cielo es azul y estrellado. Suele ser así. No hay mucho nuevo. Estoy a punto de voltearme hacia él y preguntarle qué se supone que tengo que ver, cuando empieza.
Tiras doradas recorren el cielo azul oscuro muy rápido y luego explotan en la ocuridad.
Se desvanecen unos segundos después como pequeñas estrellas en el cielo, cada vez más chiquitas. Y luego caen y se desvanecen del todo para que después una nueva tira dorada salga disparada en el cielo.
Fuegos Artificiales.
Me da un escalofrío.
Me gusta. Me gusta esto. Sonrío.
Sonríe.
Suspiro.
Es como si un montón de chispas saltaran dentro de mí. Como un fuego artificial dorado en mi estómago, como los del cielo.
Levanto una ceja.
Recuerdo cuando lloré sobre él de nuevo. No, no creo que sea fácil estar conmigo.
Miro el cielo estrellado de chispas doradas que se desvanecen y luego otra tira dorada sale volando en la oscuridad.
Me doy cuenta de que aún tengo su mano en la mía, pero finjo que no me he dado cuenta.
Me aprieta la mano.
Yo sé lo que en verdad significa esa frase. Puedo darme cuenta... Y es que yo siento lo mismo:
"Es muy fácil hacer que me gustes"
-Sthep Stronger.
Para mi amiga Dianita la Enfadosita, que me estuvo pidiendo los capítulos.
Te quiero <3
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