Reckless. Capítulo 10. "Tan jodidos".
Entonces supongo que cuando sales furiosa de casa un viernes por la noche porque tuviste una discusión con tu hermano mayor sobre tu educación y demás, lo primero que haces es buscar a tus amigos. En mi caso, Kimera. Pero no estoy segura si lo que haces a continuación es ir a una fiesta de tu ex novio quién te engañó con una chica mucho menor que ambos cuando él estaba perfectamente en sus cinco sentidos.
No es lo más inteligente.
Sin embargo, ahí estoy yo, luciendo como una zorra, embriagándome hasta morir y despegando a Max de mi cuerpo. Es uno de esos momentos en que te sientes oscura, miserable y débil. Así que subo las escaleras y abro una puerta que conduce a una pequeña estancia en la que en el pasado ya he estado muchas veces. Lo peor es que creo que fui feliz. Cuando creía haber estado enamorada de Max, me refiero. Creo que en verdad fui feliz. No lo sé. Es sólo que pensé haber estado en verdad enamorada, pero ahora miro hacia atrás y no creo que fuera amor. Yo sólo tenía quince años y no es como si ahora yo tuviera tanta experiencia. Sé que aquello no era amor de verdad, pero sé que yo era feliz.
Y por un momento, lo extraño. El pensamiento más confuso cruza por mi cabeza: Extraño ésos días. La cosa más loca.
Aunque no sé si debería sentirme de esa manera de nuevo. No con él. Definitivamente no.
¿Verdad?
Sacudo mi cabeza y camino hasta el espejo colgado en la pared.
Hay muchas razones demasiado válidas por las cuales no me encanta emborracharme, y una de ellas, la más importante, de hecho, es porque al final mi maquillaje se corre y tengo un aspecto demacrado. Es por eso que saco el delineador de mi bota y me pongo a trabajar. Y sólo paro cuando una extraña Josselyn Anne Harrison borracha abre la puerta y se deja caer en el sillón rosado.
¿Josselyn borracha? ¿Desde cuándo acá?
Estoy tan sorprendida que tengo que darme la vuelta.
Josselyn levanta su cabeza pelirroja y se lame los labios, viéndome.
Siempre me ha irritado de alguna manera que ella dijera eso como si fuéramos tan cercanas, porque no lo somos ahora. Pero ahora no sale de esa manera de su boca. Sale en forma lastimero. Casi como un lamento.
Tanto que tengo que buscar la mirada en sus ojos.
Ella sonríe, como si supiera mejor.
Porque ella sabe mejor.
Y aún cuando está poniendo esa sonrisa, se ve… herida.
Ella niega con la cabeza y sonríe tristemente, removiendo los cabellos rojos-casi-rubios con su mano. Su cabeza se balancea de un lado a otro.
Supongo que es una de esas personas que se emborrachan y son deprimentes. Yo soy del tipo divertida, gracias a Dios.
Josselyn bebe más del vaso extra grande que tiene.
Frunzo el ceño. Ni siquiera yo me atrevo a hacer eso.
Ella niega después de dar otro sorbo.
Me siento en el otro sillón, enfrente de ella, un poco curiosa esta vez.
A veces me preocupaba eso también. Pero entonces pensaba: “¿Porqué necesito eso? La última vez no me fue tan bien”
Pero no quiero ser de roca.
Cosa que no estoy dispuesta a admitir.
Josselyn está de pronto murmurando cosas, casi inaudibles. Entonces se empieza a reír.
Sí me acuerdo.
Lo recuerdo todo.
Demasiado bien.
Empieza a reír descontroladamente, pero de alguna manera cada una de sus risas histéricas son como cuchillos a mi estómago.
Se ríe más alto, hasta que sus risas disminuyen y queda un ruidito, que al final parece más un sollozo sordo.
Y es ahí cuando me doy cuenta de lo miserable que es en la vida real.
Ella ríe, recuperando de manera repentina su risa cruel.
No sé qué contestarle.
Así que simplemente dejo que continúe.
Josselyn intenta levantarse, pero vuelve a caer al sillón. Así que me acerco y le ayudo a levantarse y enseguida ella quita las arrugas imaginarias de su vestido azul oscuro.
En la vida real todos estamos tan arruinados.
Estamos tan jodidos.
Tan, tan, jodidos.
Josselyn me palpa el hombro en signo de agradecimiento, pero apenas puede sostenerse en sus tacones de doce centímetros, así que la sostengo del brazo y ella se recarga en mí.
Ríe.
No le contesto a eso.
Niega.
Frunzo el ceño. Está tan borracha que no se da cuenta de que vestido no tiene bolsillos. Ella sonríe al ver mi expresión y alza su vestido para que pueda ver el ceñido short de mezclilla.
Qué inteligente.
Porque yo se lo enseñé. Hace mucho tiempo.
Parece una eternidad.
Pero al mismo tiempo parece que fue ayer.
Cuando éramos amigas.
Cuando sólo éramos nosotras dos.
Y yo también era feliz.
Ella no replica, sólo deja que le tome del brazo y la arrastre escaleras abajo, pasando por la muchedumbre de adolescentes borrachos y chicos perfectamente sobrios pero que son demasiado listillos.
Cuando salimos por la puerta ella se me despega y se balancea en sus tacones altos, y se inclina sobre una maceta para vomitar en ella.
Y luego empieza a llorar.
A mares.
Enserio.
No estoy muy segura de qué debo hacer, porque es diferente a cuando Kimera se emborracha. Porque ella es Josselyn. No debería ser tan amable, ¿O debería?
Al final le sobo la espalda en círculos. Ella intenta levantarse y se cuelga de nuevo de mi brazo, intentando esconder sus lágrimas.
Cuando está sentada en el asiento copiloto me pregunta si está dormida, porque no hace ningún sonido y cierra sus ojos. Con un suspiro me giro y subo al auto. Cuando voy a prender el motor, ella habla:
Miro a sus ojos. Miro la sombra en su cara. Miro la miseria que la rodea.
Y pienso que se merece la respuesta.
Sacudo la cabeza, porque no puedo continuar con este tema.
“Duérmete, Josselyn, duérmete”.
Debí suponer que ella no lo iba a dejar pasar tan fácilmente.
Mi voz empieza a variar. Primero baja y luego sube unas décimas y vuelve a bajar hasta romperse.
Si no se viera tan mal, no me daría cuenta de que está borracha.
Josselyn se hunde en el asiento, mirando hacia el frente, hacia la luz de las farolas de la calle.
Y luego, nada.
El sueño la hunde y la arrastra hacia abajo.
ﻫ
No fue difícil dar con la dirección de Josselyn, porque yo ya me la sé de memoria. Su dirección, su número de teléfono, el número fijo, su correo electrónico.
Yo sé cosas sobre Josselyn Anne Harrison que nadie sabe. Sé que siempre quiso un hermano mayor como el mío, pero es hija única. Sé que prefiere el country sobre cualquier otro género, sé que siempre quiso tener el cabello en rizos, que nunca se llevó del todo bien con su padrastro y que en su niñez muchas veces intentó volverse vegetariana, pero que nunca lo logró.
Sé tantas cosas sobre ella como ella sabe de mí.
Aunque eso es mentira; Ella sabe un poco más.
Mientras cruzo por la puerta de mi casa, pienso en Kimera. Pienso en Josselyn. Pienso en que nunca fue mi intención hacer daño a Josselyn y que por algún momento en verdad consideré arreglar el daño. Pienso que fui feliz con ella.
El caso, es que:
Me hubiera gustado reparar las cosas con Josselyn.
Pero todo ha sido dicho y hecho.
Y nunca volveremos a ser las mismas.
Porque incluso aunque yo no me hubiera alejado en su tiempo, no estoy segura de si ella y yo seguiríamos siendo amigas.
Nosotras ya no encajamos en la vida de la otra.
Porque las personas cambian.
Hay cosas que simplemente se deshacen.
Y no puedo imaginarme mi vida sin Kimera. Y no puedo imaginarme mi vida con Josselyn. Y no puedo imaginarme mi vida con ambas en ella.
Mi mente está clara al respecto, pero no puedo evitar sentirme culpable. Yo he sido una zorra con Josselyn, y ella me ha guardado mis secretos.
Josselyn no habló.
¿Por qué no hablaste, Josselyn? ¿Por qué?
Estoy tan enredada con mis pensamientos que no noto que Charlie está sentado en las escaleras. Está mirándome, fijamente. No se levanta y no me grita por haber estado fuera de la casa sin decir a dónde fui y llegar a las dos de la mañana.
Así que sé que estoy en problemas.
Mierda.
Me paro en frente de él, con mi bolsa negra cayendo por mi brazo y mis llaves en mi mano.
Silencio.
Es peor que me mire fijamente con ojos serios y que no me diga nada a que me grite furioso.
Se me hace que este no es el mejor día de mi vida.
Tarda unos instantes en contestarme. Y evita mirarme también.
Y entonces respondo con la mayor honestidad que he tenido en mi vida entera:
Nos quedamos en silencio unos momentos.
“Por favor, Charlie, sólo grítame y acaba con esto”, pienso. Porque me siento tan débil y miserable que sólo quiero ir y dormir y no saber nada hasta mañana por la mañana. O tal vez hasta unos días después.
Y ahora me mira a los ojos.
Frunce el ceño.
Niego.
Levanta una ceja, porque no es un secreto que Josselyn y yo ya no somos tan unidas.
Es una de las cosas que amo sobre Charlie, pero esta vez no quiero hablar sobre ello.
Asiento mientras me inclino hacia él y me deslizo en sus brazos. La mejor parte es cuando él me abraza de vuelta.
Me besa en la cabeza.
Frunzo el ceño.
Oculto mi rostro en su pecho.
Suspira.
Me aparto unos centímetros para mirarlo a la cara. Abro la boca para replicar, pero la vuelvo a cerrar.
Sonríe.
Sonrío flojamente.
De esto exactamente discutimos cuando salí de casa esta tarde. Supongo que la ira no ayuda en nada.
Se aleja para ver mi rostro, pero no responde enseguida.
Me deprime.
Me encojo de hombros.
Abre la boca, la cierra, la abre. Parece incrédulo.
Hago una mueca pero asiento.
Él niega con la cabeza.
Deshace el abrazo da unos golpecitos en mi espalda como despedida.
Sonrío y me levanto. Antes de empezar a subir las escaleras, él dice:
¡Demonios! Ni me acordaba de eso.
Cuando estoy por llegar al final de las escaleras, lo oigo decir:
Sonrío.
ﻫ
Hay una pausa al otro lado del teléfono.
Otra pausa.
Intento imaginarme a Harry medio dormido. Con su pelo desordenado y sin camisa.
… Muy bien, me puse a divagar demasiado.
Ríe, y me hace sentir muy satisfecha.
Sostengo mi respiración.
¿Honestamente? No estaba muy segura de qué reacción esperaba de él, pero no era esta.
No es como si Max estuviera feliz de conocer a Charlie tampoco.
Hace una pausa.
Ruedo los ojos y sonrío.
Ríe al otro lado de la línea.
Guardo silencio.
Casi puedo notar que sonríe al otro lado de la línea.
-Sthep Stronger.
Quiero mas!!!!!
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